Rodri Hernández se convirtió en el sucesor de Lionel Messi y ganó el Balón de Oro 2024. Sufrió hace un mes la rotura de ligamentos cruzados, pero tuvo una grandiosa temporada con Manchester City y fue importante para la Selección de España que logró la Eurocopa. Su particular historia, publicó el portal TN.
Rodrigo Hernández Cascante nació en Madrid el 22 de junio de 1996. Comenzó su carrera como futbolista en Villarreal donde debutó en 2015, tres años después Atlético de Madrid desembolsó 20 millones de euros para que vuelva al equipo que lo dejó libre a los 16 años.
En 2019, pasó a Manchester City a cambio de 70 millones de euros y se transformó en una pieza clave para el conjunto de Pep Guardiola. El septiembre pasado, sufrió la rotura de ligamentos cruzados de su rodilla derecha y decidió quedarse en su pueblo, Villanueva de la Cañada, junto a su familia.
Pero al margen de una exitosa carrera como futbolista, donde ganó varios títulos, el español llama la atención por su manera de ser lejos del campo de juego. Una de las curiosidades que lo separa de otros jugadores es que no tiene redes sociales.
El mediocampista tampoco abandonó los estudios y mientras su carrera iba en alza, se formó en Administración y Dirección de Empresas en la Universidad Jaume I de Castellón, título que logró a distancia al estar en Inglaterra.
Ahí conoció a su novia Laura. Ella es médica y también mantiene su perfil bajo, pero siempre acompaña al volante en todos sus partidos y consagraciones. Rodri reveló que el Kun Agüero y Nicolás Otamendi en el Manchester City le hacían burla.
“Agüero y Otamendi solían burlarse de mí todo el tiempo, no solo por mi ropa, sino porque solía subir al micro después de cada partido y hacer FaceTime con mi esposa. Como soy futbolista y ella es médica, tuvimos que acostumbrarnos a estar a larga distancia durante muchos años”, contó el español en The Players Tribune.
Y agregó: “La llamaba después de cada partido, ganara o perdiera. Cuando ganábamos, no había problema, porque los chicos estaban alborotados y celebrando y no se daban cuenta. Pero cuando perdíamos, seguía siendo yo mismo. No tenía filtro. Cuando hablo con mi esposa, es como si mi cerebro volviera a estar en la universidad. Vuelvo a ser Rodrigo”.
“Había un silencio sepulcral en el micro, todos con la cabeza gacha, todos deprimidos, y yo hablaba en voz alta, diciendo: “Sí, estuvimos un poco mal hoy, para ser honesto. Sí, sí, empatamos. Sí, estoy cabreado…”. La primera vez, Agüero y Otamendi me llevaron aparte y me dijeron: “¡Hombre, no podés hablar así en el micro! ¡Pep te escucha! ¡Todo el mundo te escucha!”, contó el español.