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El Superclásico, la deuda de Benedetto y Scocco

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Los dos artilleros en la Copa Libertadores y en la Superliga, tendrán hoy un desafío mayúsculo: marcar por primera vez contra el clásico adversario; parecidos y diferentes, serán otra atracción dentro del duelo que paraliza al país.

El Superclásico, la deuda de Benedetto y Scocco

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Los dos artilleros en la Copa Libertadores y en la Superliga, tendrán hoy un desafío mayúsculo: marcar por primera vez contra el clásico adversario; parecidos y diferentes, serán otra atracción dentro del duelo que paraliza al país.[/vc_column_text][vc_media_grid grid_id=”vc_gid:1509887427171-fb9a6820-b767-0″ include=”142033,109088,128954″][vc_column_text]CAPITAL FEDERAL. Ignacio Scocco nació en Hughes, una pequeña localidad de Santa Fe, hace 32 años. Símbolo reciente de Newell’s, su casa en tres etapas, cumplió el deseo de pequeño: ser jugador de River. Frío y calculador en el área, estilista cuando se aparta de su centro en el mundo, fue la mejor expresión millonaria, en la aventura frustrada en la Copa Libertadores, detrás de la ilusión astillada en las semifinales. Nacho entró en el corazón de los fanáticos a partir del empacho de cinco gritos la noche inolvidable del triunfo por 8 a 0 frente a Jorge Wilstermann.

Darío Benedetto nació en Berazategui, una populosa ciudad del sudeste del Gran Buenos Aires, hace 27 años. Surgido en Arsenal, de fugaz paso por Defensa y Justicia y Gimnasia de Jujuy, su crecimiento en el exterior lo llevó a la cúspide de Boca, un sentimiento que lleva en la piel. Observado con cierta malicia en un primer tramo, fue determinante en el último torneo local conseguido por el conjunto xeneize.

Marcelo Gallardo soñaba con sus goles, mucho antes de la intempestiva salida de Lucas Alario. Scocco se probó el traje millonario con soltura: es el goleador de la Libertadores -hoy, convertida en un inmenso dolor-, con 8 gritos, al igual que el Pepe Sand, de Lanús, que sigue en carrera, y el boliviano Alejandro Chumacero, de The Strongest. Scocco es la referencia del optimismo, en la semana más traumática de los últimos años para River, desde que el conductor es el Muñeco.

Guillermo Barros Schelotto nunca dudó de su capacidad, puesta a prueba frente a algunas buenas producciones de Walter Bou y una demorada explosión. No sólo tiene hoy olfato de selección -para Jorge Sampaoli, es un número 9 de jerarquía internacional-, sino que es la respuesta final de un equipo que suele ganar, gustar y golear en la Superliga. Líder, con 21 puntos, producto de 7 victorias seguidas, convirtió 19 goles, 8 de ellos anotados por su gran definidor. Benedetto es la referencia de la realidad, que suele ser exultante como pocas veces desde que el Mellizo se sentó en el banco.

Nacho y Pipa, nacidos en el mismo mes, en mayo, de altura y peso parecidos, tienen la misma deuda interna: quieren marcarle un gol al rival de toda su vida.

Scocco, en realidad, llegó apenas a fines de junio pasado y, con la camiseta millonaria, sólo lo enfrentó en un ensayo de San Juan, en una victoria xeneize por 1 a 0, el 2 de septiembre pasado. Sin embargo, en diez partidos en Newell’s, no pudo marcarle. Todo un símbolo para Nacho, que le convirtió a todos los grandes, sobre todo a River.

El “Pipa” tuvo más oportunidades. En la antesala de uno de sus últimos superclásicos, Carlos Tevez decidió sacar al exterior la causa fundamental por la que en los partidos ante River su mejor versión nunca aparecía: “Me cuesta jugarlos bien porque no puedo cambiar el chip del hincha”. En el último juego en el Monumental, el Apache se quitó esa sensación en un final de fiesta.

Benedetto experimenta algo similar. Esta tarde jugará por primera vez en el Monumental con la camiseta de su corazón y sueña con saldar su cuenta pendiente. Para muchos, el Pipa ya es ídolo. El día que el N°9 se vaya de la Ribera, soñará inmediatamente con una futura vuelta, como les sucede a aquellos jugadores que dejan una huella inolvidable. Pero Benedetto quiere más. Podrá tener en el archivo un golazo inolvidable desde media distancia y el tanto de taco que sufrió Quilmes, una obra de arte ante San Lorenzo, el “taco” con los tapones del botín en la última victoria ante Vélez, varios goles de cabeza y desde los doce pasos, y hasta uno agónico ante Defensa y Justicia. Podrá tener 34 goles en 40 partidos oficiales, pero… “Es una cuenta pendiente personal. Y no hay nada más lindo que ganarles. Como sea”.

Ya es el mejor delantero xeneize después de Martín Palermo; sin embargo, todavía no tuvo un partido de ensueño ante River. Es más: los superclásicos que vivió en casi un año y medio resultaron grises. El primero, el 4-2, lo vio desde afuera por un desgarro en el isquiotibial izquierdo; el segundo, fue un amistoso durante el último verano, el que River venció por 2-0 en Mar del Plata, y el goleador fue expulsado; el tercero, en la Bombonera, fue una histórica derrota por 3 a 1.

Será la otra gran atracción: la obsesión de los goleadores por marcarle al rival de toda la vida.

(Fuente: La Nación)[/vc_column_text][vc_facebook type=”button_count”][vc_tweetmeme][/vc_column][/vc_row]

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