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“Si el Che viera a Trump en la Casa Blanca, señalaría: Se los advertí”

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Lo dijo Jon Lee Anderson, el gran cronista estadounidense y biógrafo de Ernesto “el Che Guevara”. “Vivimos en un mundo más expuesto a la manipulación”, aseguró el cronista.

“Si el Che viera a Trump en la Casa Blanca, señalaría: Se los advertí”

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Lo dijo Jon Lee Anderson, el gran cronista estadounidense y biógrafo de Ernesto “el Che Guevara”. “Vivimos en un mundo más expuesto a la manipulación”, aseguró el cronista.[/vc_column_text][vc_single_image image=”140240″ img_size=”full”][vc_column_text]CAPITAL FEDERAL. “Si el Che estuviera vivo y viera a Donald Trump al frente de la Casa Blanca estaría espantado, y diría: ‘Se los advertí”, dispara sonriente Jon Lee Anderson apenas comenzada la entrevista con Clarín, en Buenos Aires, adonde llegó invitado por Fundación Osde. A poco del primer aniversario de la muerte de Fidel Castro –que se cumplirá el próximo 25 de noviembre- y a 50 años del asesinato del Che Guevara –el 9 de ese mes-, su biógrafo juzga que su figura sigue encarnando, para millones de jóvenes, un ideal humanista que ha trascendido en el tiempo, más allá de la evidente deglución de su imagen por parte del mercado, que lo devuelve en formato ícono pop, reduciendo su gesta a un objeto de consumo.

“La remera del Che dice que asumiste una posición desafiante ante el statu quo, que no implica más compromiso que eso, pero presupone una postura” piensa.

Firma estable de la revista The New Yorker, Anderson es autor de una biografía exhaustiva sobre el líder guerrillero nacido en la Argentina (Che Guevara, una vida revolucionaria; Anagrama, 2006), cronista de guerra en Medio Oriente, figura del periodismo narrativo y del perfil, géneros a los que aportó textos memorables. Es reconocido además como un analista especializado en temas latinoamericanos.

“Hay discursos del Che, como uno de 1964, que siguen vigentes y en los que advierte sobre el racismo y las secuelas del capitalismo salvaje”, dice en relación a la coyuntura estadounidense. “El mundo asocia al Che y a Fidel al ‘fracaso del comunismo’, que colapsó. Pero hay que mirar las cosas en contexto: el hecho de que la URSS haya colapsado no desacredita sus planteos políticos de entonces. El Che ha quedado, para muchos, como el santo pastor de la revolución, mientras que otros tantos lo desacreditan, aunque en muchos sentidos este mundo es bastante peor que aquel que ellos pudieron haber vislumbrado en sus peores pesadillas”.

-¿Qué legó y qué queda en pie de la Revolución cubana?

-Ahí sigue, prevalece. Estados Unidos, entre tanto, ha ido de Kennedy a Trump; del país de Martin Luther King al país de Trump. Varios de los países que “ganaron” la Guerra Fría en la región están en una situación lamentable: Honduras es el país más asesino del globo, sucumbió bajo el narcotráfico; El Salvador; Guatemala; México, igual: en las manos del hampa, que no son más que anexos del Estado. ¿Y Estados Unidos, alguna vez un país admirado por el mundo? El Che y Fidel apostaban a un modelo radicalmente distinto al de quienes intentaron copiar, en versión criolla, el modelo norteamericano.

-¿Cuál es su visión sobre la situación de la izquierda en Latinoamérica?

-Hasta no hace mucho había una especie de retorno del liderazgo de la izquierda, con Chávez en su momento; Lula en Brasil; Bachelet, en Chile. Pero la izquierda está en jaque, y obligada a reinventarse. A aprender de sus propios errores, que incluyen la corrupción. Teníamos socialistas gestionando el capitalismo, y muchos se han corrompido. El dogma no es suficiente. Claro que ha habido logros, también: la asistencia social de Lula sacó a millones de la extrema pobreza; en el caso de Venezuela el proceso es más accidentado y no sabemos cuál será el desenlace. Y en la Argentina creo que ha habido con los Kirchner una suerte de izquierdismo light, más dado a la retórica que a los hechos, aunque sí creo que se logró mayor justicia en materia de derechos humanos. Sobre lo que ocurre hoy no me atrevo a opinar aún. Hay que ver los matices en todo proceso, no aferrarse a dogmas y polarizaciones.

-¿Cuáles son los elementos que permitirían esa reinvención de la izquierda, en su visión?

-Mayor pragmatismo, búsqueda de alianzas. La izquierda tiene un lugar en la fiscalización del poder: sirve de muro de contención frente al capitalismo desenfrenado. Aunque en su convivencia con esos poderes pueda haber cometido errores, e incluso hecho estragos.

-¿A qué referentes rescata?

-Pepe Mujica, por su coherencia. Y hay otras voces: Dilma Rousseff puede haber tenido sus flaquezas, pero creo que es una mujer honesta. Y Lula está muy golpeado pero dicen que podría volver al poder, sería interesante; el actual presidente es un ratero. Bachelet es una humanista honesta, pero ha caído en un bache complicado, y la centroderecha vuelve al poder. Raúl Castro todavía puede jugar un rol patriarcal en el continente aunque tampoco está claro si tiene la fuerza necesaria. Maduro no es un referente.

-¿Con Trump en el poder se puede hablar de una crisis de la derecha también, en términos de los valores que él propone y encarna?

-Claro, absolutamente todos deberíamos abrir los ojos frente al espejo y replantearnos la situación de las democracias. No importa tanto hoy si una es maoísta y otra conservadora: estamos hablando, a esta altura, del futuro de la sociedad cívica como tal, de la pluralidad, del humanismo enquistado en las constituciones de los Estados de occidente, frente a líderes que pretenden minar esas bases. Esto amerita un replanteo de todo el espectro.

-Hoy la participación ciudadana en los temas de la coyuntura se limita, muchas veces, a la expresión de una opinión las redes sociales: ¿Es ésta una forma de participación ilusoria o, por el contrario, una forma válida de intervención que puede promover la participación real?

-No tengo resuelto ese asunto, es una inquietud constante. Creo que la democratización de la emisión de información –esta suerte de Torre de Babel en que vivimos- es positiva. Por otra parte hay riesgos: la manipulación que se hace por parte de regímenes políticos y corporaciones, en unas sociedades que son esencialmente consumistas, muy susceptibles a la manipulación del mercado, las empresas, incluso el terrorismo. Diría que este es un mundo potencialmente más democrático y más libre, pero a su vez está más expuesto a la manipulación. El poder de Trump, de hecho es fruto de esa confusión. Él es enemigo del periodismo y de la sociedad.

-¿En ese marco, qué rol le toca al perodismo de calidad?

-Hoy un chico de 14 años ve un medio digital –que se maneja por algoritmos- y puede creer que la nota de una vedette es más importante que la situación de Siria; eso es muy peligroso. El periodismo de rigor es el que pone las cosas en su sitio, ofrece una contrabalanza a ese caos. Si no es imparcial, al menos debe ser franco en sus convicciones. El periodismo sólo tendrá futuro si sabe generar confianza.

-Una mirada, entre tantas imágenes.

-Exactamente.

-Los periodistas debemos concentrarnos en promover la empatía, entonces.

-Ese es el desafío mayor y más urgente. Empatía con el lector y entre el lector y quienes están protagonizando una realidad determinada.

(Fuente: Clarín)[/vc_column_text][vc_facebook type=”button_count”][vc_tweetmeme][/vc_column][/vc_row]

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