Carlos Regazzoni nació 1943 en Comodoro Rivadavia, Chubut. Siendo muy joven, decidió dejar la patagonia argentina para trasladarse a Longchamps, cerca de la estación de trenes que le proporcionó mucho material para sus obras.

Su hijo, Carlos, exdirector del PAMI durante la gestión de Macri, dio a conocer la noticia a través de Twitter. “Se nos fue un grande. Abrazo pa!”, escribió. El escultor falleció en el Hospital Italiano de la ciudad de Buenos Aires, donde estaba internado producto de una enfermedad desde hace varios meses.

El artista, que consideraba que “el arte no es una cuestión de gustos“, sino “la búsqueda de la belleza, un desafío a lo desconocido”, comenzó a pintar luego de ver “un quilombo infernal” en las vías del tren frente a la casa donde vivía en el sur. “Había japoneses con casco que iban y venían, máquinas con luces de colores, levantaban 50 metros de vías y durmientes, parecían murciélagos. “¡Yo tengo que pintar! ¡Ni la foto es suficiente, tengo que pintarlo!”. Y ahí empecé a pintar el universo ferroviario“, contó en una entrevista Regazzoni.

Gran opositor a los críticos de arte, Regazzoni siempre consideró que “el crítico no sabe. Si supiera, sería el poeta que puede decir en sentido bello una descripción de lo que está viendo”.

Desde la década del 90′, Regazzoni viajó en forma contante a París, donde con la ayuda de asistentes y de empresarios interesados en su obra convirtió un taller de 6000 metros cuadrados de un hangar de París. Hoy día, el lugar es un espacio de arte donde hoy se exhiben pinturas, esculturas, cuartos, cocinas, baños y despachos.

Luego de ser reconocido por sus obras “con chatarra”, Regazzoni instaló su taller frente al barrio popular 31, en Retiro junto al restaurante, El Gato Viejo, que donde además de cocinar, atendía al público.