El juego del calamar tiene contenido violento. Así lo demuestra su catalogación en la plataforma que la coloca como no apta para menores de 17 años. De todas maneras, el registro de más de 111 millones de cuentas viéndola durante el primer mes de debut demuestra que seguramente hay visualización por parte de los niños.
El portal Common Sense Media considera que la serie coreana no debería ser visto por menores de 16 años. En su descripción se aclara que hay violencia extrema en los episodios.
Es posible que un fundamento de su cantidad de visualizaciones, a pesar de la violencia explícita, radique en la disonancia cognitiva que crea el espectáculo. Escenas sádicas y de muerte se enmarcan en juegos infantiles. Esto resulta llamativo para el cerebro del espectador, que desea saber cómo se resuelven estas situaciones.
Una disonancia cognitiva es como un estado de incomodidad de la mente. Percibimos dos situaciones que deberían ser contrapuestas en un mismo plano. En este caso, los juegos infantiles no se corresponden con la muerte que encierran en el show.
Es así que, los efectos secundarios de El juego del calamar se están asociando, sobre todo, a la salud mental. Para la población infantil es más difícil interpretar las disonancias cognitivas, lo que favorece las malas interpretaciones de la trama.
El mayor peligro social de la naturalización de la violencia es la falta de empatía. Si nos parece normal y aceptable que se maltrate a otros para obtener un beneficio particular, entonces se destruye la trama social.