
El Padre Alberto Barros, quien comenzó a visitar el Penal 5 de Mujeres de Posadas durante la pandemia, detalla las complejas realidades que ha encontrado en este espacio de detención. Con años de experiencia en la visita a unidades penales, Barros asegura que su labor en este lugar tiene un impacto profundo.
“Es una tarea linda”, comenta Barros, quien lleva más de un año como capellán oficial de la Unidad Penal N°5. El sacerdote explica que las mujeres que se encuentran allí viven en condiciones de estigmatización social, a menudo enfrentándose a frases deshumanizantes. A pesar de esto, Barros sostiene que el objetivo de cualquier centro de detención debe ser la reinserción y la recuperación de los detenidos.
“La mayoría de los detenidos provienen de familias pobres y enfrentan contextos educativos y culturales muy duros”, afirma. En su trabajo pastoral, Barros se ha encontrado con mujeres que han sufrido abuso y violencia, así como con personas detenidas injustamente o que llevan años en prisión preventiva, algo que va en contra de lo estipulado por la ley y la constitución.
El capellán también destaca la presencia de otros grupos religiosos en el penal y la labor conjunta que se realiza para acompañar a las detenidas. En su caso, organiza charlas, celebra la eucaristía y mantiene diálogos personales con las internas, fortaleciendo su espiritualidad y ofreciendo un espacio de reflexión.
“La experiencia de Dios es alentadora”, concluye Barros, recordando que, independientemente del pasado de una persona, todos tienen una dignidad inviolable que debe ser respetada.