Según detallaron en un paper, los investigadores pudieron observar que las cepas tenían la capacidad de replicarse, aún después de permanecer durante una hora a 60 grados centígrados. Decidieron hacer varias pruebas y tuvieron que llevar al virus casi al punto de hervor para conseguir matarlo, sin que queden rastros de cepas vivas.

La investigación fue publicada en el sitio web bioRxiv.org, respaldado por el Cold Spring Harbor Laboratory. Las conclusiones que arrojó tienen relevancia para la seguridad de los técnicos, quienes actualmente están trabajando con el virus en los laboratorios.

El grupo trabajó con células renales de un mono verde africano infectadas con una cepa aislada de un paciente de Berlín, Alemania. Fueron cargados en dos tubos de ensayo, uno contaminado con proteínas animales y otro limpio.

Luego de exponer las muestras a 60 °C durante una hora, notaron que las cepas virales en el ambiente puro murieron. Sin embargo, no fue el caso en el ambiente sucio, donde algunas sobrevivieron a pesar de las altas temperaturas y, aquellas que lograron sobrevivir consiguieron replicarse.