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¿De dónde vienen las mascarillas que nos protegen del coronavirus?

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Las mascarillas, que sean quirúrgicas, FFP2/KN95 o de tela, se han vuelto parte de nuestro cotidiano como instrumento de lucha contra la propagación de la Covid-19. Mirada retrospectiva a la evolución de este dispositivo médico moldeado por las grandes epidemias de la historia y por las teorías de la higiene de médicos famosos, desde Hipócrates hasta Pasteur.

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¿De dónde vienen las mascarillas que nos protegen del coronavirus?

Aunque el uso generalizado del tapaboca nos parece una medida preventiva sin precedentes, fue indicado muchas veces en la historia cuando la situación sanitaria lo requería. Las mascarillas, a menudo despreciadas y burladas, ha evolucionado mucho con el paso del tiempo.

Máscaras de los médicos de la peste en los siglos 17 y 18

La máscara de los médicos contra la peste es sin duda la más extraña que la medicina haya inventado. En forma de pico de pájaro, venía acompañada por gafas, un largo vestido de tela encerada, pantalones y guantes de cuero y un palo para tocar o alejar a los enfermos.

Hoy en día, sólo la usan los aficionados a los disfraces, por ejemplo, en el carnaval de Venecia. Sin embargo, fue inventada por el primer médico de Luis XIII, Charles de Lorme, durante una epidemia de peste en 1619.

Charles de Lorme recomendaba llenar con perfume esta “nariz de medio pie de largo en forma de pico [con] dos agujeros”. En efecto, en París y más tarde en toda Europa, colocaban en el pico de esta máscara esponjas impregnadas, por ejemplo, de alcanfor, láudano o vinagre, así como plantas aromáticas como el tomillo, el clavo o la rosa.

En aquella época, los más grandes científicos seguían creyendo en la teoría de los mismas desarrollada en la Antigüedad por el médico Hipócrates, que defendía la idea de que las enfermedades no eran causadas por la transmisión de patógenos como virus o bacterias, sino por malos olores.

Si las máscaras de la peste estaban reservadas a los médicos, en los siglos 17 y 18 la población también se enmascaraba ante las sucesivas epidemias de peste, así como las enfermeras. Durante la peste de Marsella en 1720, los hombres encargados de llevar los cadáveres a las fosas comunes cubrían sus vías respiratorias con un paño doblado que se empapaba regularmente en vinagre, explican en la revista Sciences et Avenir, basándose en la tesis del Dr. Bertrand Hervé.

Aparición de las mascarillas quirúrgicas en el siglo 19

A finales del siglo XIX, Pasteur demuestra la existencia de agentes infecciosos microscópicos y se abandona la teoría de los miasmas. Ante este cambio de paradigma, un médico alemán, Carl Flügge, demostró que estos nuevos microbios podían ser transmitidos de individuo a individuo incluso a distancia, a través de gotas posiblemente invisibles. Como consecuencia, le pidió al profesor de cirugía Jan-Antoni Mikulicz Radecki diseñar una mascarilla para que los cirujanos eviten contaminar a sus pacientes. Este último inventó entonces una “venda bucal”, una compresa de muselina que cubría la nariz y las fosas nasales.

Otros cirujanos intentaron inventar otros tapabocas con más o menos éxito. Finalmente, dos doctores sugirieron usar un pedazo de tela rectangular, con dos tiritas para atarla detrás de la cabeza.

Siglo 20: hacia una generalización del uso de las mascarillas

La peste de China, que surgió en 1910 en Manchuria, es una de las grandes epidemias que hicieron avanzar la historia de las mascarillas. Durante esta epidemia, su uso se habría extendido a la toda la población.

Pero la epidemia que realmente contribuyó al uso generalizado de mascarillas protectoras fue la de la gripe española, en los años 1918-1919. En ese momento se trataba de un cuadrado de gasa a menudo impregnado con antisépticos.

“Se ven mascarillas en todas partes y usadas por todos: médicos, enfermeras, pacientes, soldados, carteros, secretarias, etc. En Estados Unidos, se prohíbe incluso viajar en los transportes públicos sin llevar una”, escribe Bertrand Hervé.

En Francia, la prensa de los años 30 se hace eco del escepticismo de los franceses en cuanto al uso de mascarillas. Un escepticismo que sigue existiendo hoy en día.

Después de la Segunda Guerra Mundial, se estableció un conjunto de normas para regular la fabricación de estos dispositivos médicos y garantizar su calidad. Las mascarillas quirúrgicas se distinguieron entonces de los dispositivos de protección respiratoria como las mascarillas FFP2/KN95.

Ahora falta por ver cómo será la mascarilla del futuro.

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