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Vuelta a clases: las claves para evitar el caos en los grupos de WhatsApp

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Los rumores, la redundancia, las opiniones personales, la publicidad y los audios de cinco minutos pueden hacer de los grupos una pesadilla.

Vuelta a clases: las claves para evitar el caos en los grupos de WhatsApp

La vuelta al colegio puede atentar contra aquellos padres reacios a dejarse atrapar por la rutina. Los grupos de WhatsApp pueden ser una herramienta de comunicación eficaz, simple, precisa y sumamente útil; pero también pueden despertar el estado de naturaleza y transformarse en una fuente de conflictos y desinformación.

La situación se complejiza para los padres de dos o más hijos, quienes también desarrollan actividades por fuera del establecimiento educativo como inglés, fútbol, natación o hockey, entre otras. Los chats pueden acumular cantidades excesivas de mensajes que, en más de una oportunidad, no tienen relevancia ni ofrecen soluciones a problemas que se habían planteado.

La presión social por “ser buenos padres” está instalada, y un grupo de WhatsApp en donde el volumen diálogo no cesa puede generar mucha ansiedad en aquellos a los que, por cuestiones laborales, personales o de cualquier otro tipo, les es imposible seguir el hilo de lo que sucede.

El rol que cada uno adopta es clave a la hora de contribuir a la barbarie o permitir el correcto desarrollo de la información que circula. Por eso, preservar el buen uso hace que la herramienta sea un salvavidas y no una pesadilla diurna.

1) Chequear antes de compartir

Es fundamental corroborar que la información sea cierta antes de compartirla. Dejarse llevar por rumores o sospechas atenta directamente contra el correcto desarrollo del grupo, ya que puede generar paranoias infundadas que van a tender a confundir, desordenar y entorpecer la comunicación. Ir a la fuente y chequear que los datos sean certeros es la mejor manera de evitar el caos generalizado.

2) Considerar la información

Que Bauti tenga tos y por eso no vaya al colegio puede ser de mucha importancia para sus padres, pero de nula consideración para algunos otros, quienes quizás ni siquiera logran identificarlo de entre el tumulto de niños. La oleada de “¡Que se mejore!” puede sumar 20 mensajes de un saque, y los remedios caseros contra la tos suben la apuesta. Por eso, antes de escribir, hay que considerar si la información que se comparte tiene algún tipo de utilidad y necesita ser conocida por todos los miembros del grupo. Ejercitar esta valoración hace que lo importante llegue siempre a destino.

3) No redundar y no aclarar lo obvio

“Sofi perdió el buzo, ¿alguien lo tiene?”, “Yo no!”, “YO NO”, “yo noooo”, “¡Acá no!”. La negativa podría extenderse, y extenderse, y extenderse. Es válido hacer este tipo de consultas, pero, con no responder, se sobreentiende que la persona no lo tiene. También hay que prestar atención para no redundar: si alguien pide la tarea, con que una persona responda, alcanza y sobra. Los mensajes que repiten lo que ya se comunicó y que aclaran lo obvio generan hastío y, a la larga, se vuelven contraproducentes.

4) Evitar la opinión personal y el problema particular

Aprender a diferenciar “información” de “opinión” se vuelve crucial a la hora de manejarse en grupos de WhatsApp de padres. La opinión personal puede herir susceptibilidades o amedrentar a quienes están en desacuerdo con la postura planteada. Por eso, el respeto tiene que primar por sobre cualquier “razón”, por más válida que creamos que sea. Así mismo, temas como política, religión, deporte o cualquiera que no esté directa y necesariamente relacionado con la escolaridad, deben ser abortados de cuajo antes de generar una batalla campal en un ámbito en el que debe primar la educación y la brevedad. En concordancia, plantear problemas particulares que no involucran al curso en su totalidad puede despertar todo tipo de juicios de valor, por lo que conviene tratar los conflictos únicamente con las personas involucradas.

5) Ejercitar el autocontrol y la solidaridad

Si un comentario no contribuye a dar una información importante, brindar una solución o aportar una idea innovadora, por más brillante que sea, hay que aprender a contenerlo. Advertir la cantidad de mensajes enviados es un buen primer paso para aquellos que escriben de forma compulsiva. Además, respetar los horarios de descanso es una buena forma de ejercitar la consideración. Si no se trata de una urgencia, la medianoche, la madrugada y los fines de semana deberían ser momentos de nula actividad grupal. Si puede esperar hasta el lunes, debería hacerlo.

6) Evitar los audios, imágenes y videos

Que prime la escritura ayuda a la organización y a la correcta comprensión de la información. Los audios se prestan a la dispersión y vuelven el mensaje lábil y poco concreto. Escribir preguntas puntuales ayuda a recibir mejores respuestas. Además, escribir un único mensaje más largo y no varios cortos contribuye a no disparar el número total del chat. En concordancia, el envío compulsivo de imágenes y videos es un tedio que se debe evitar. Existen varios métodos para que todos tengan acceso a los archivos sin “llenar memorias” de celulares. Por ejemplo, crear carpetas compartidas en la nube es una de las formas más simples y organizadas de manejarse ante estas circunstancias.

7) No compartir lo que no es del colegio

Que Héctor alquile una casa en Pinamar, que Rita venda un sillón y que Lili ofrezca ollas a precios promocionales está muy bien, pero nada de eso debería ser compartido en el grupo de padres. La publicidad le quita credibilidad e importancia a un canal de comunicación en donde circula información que sí se vuelve fundamental en ciertas circunstancias, y que podría quedar oculta entre autos usados y ventas por catálogo.

8) Proponer encuentros en persona

El tiempo es una herramienta que no tiene precio, y encontrarlo dentro de la rutina no siempre sucede, pero una reunión de una hora puede resolver más y más rápido que 500 mensajes de WhatsApp. Dentro de lo posible y sin abusar del recurso, promover reuniones en persona cortas y enlistar los temas puntuales a tocar puede reducir el flujo virtual significativamente.

9) Nombrar a un moderador

Si el grupo tiende a desmadrarse y se vuelve imposible la comunicación, nombrar a una persona como “moderadora” puede aportar orden y agilidad. Lo importante será que quien ocupe este rol se encargue de organizar la información y descartar el murmullo, y que los demás respeten este rol cuando quiera evitar conflictos y traer orden.

10) Proponer un segundo grupo

Esta opción puede resultar compleja en la práctica, pero proponer un segundo grupo de padres optativo, en donde todo lo anterior esté permitido, es una opción válida y viable. La diferencia será que nadie estará obligado a formar parte, lo cual puede ser muy beneficioso para todos los frentes. Habrá entonces uno principal para comunicaciones, y otro más distendido, para debates, ideas y todo aquello que pueda surgir en el devenir de la escolaridad.

Fomentar las buenas costumbres comunicacionales es importante para que todos los padres tengan acceso franco a la información. Y, ante la barbarie inevitable, las opciones como silenciar los grupos y anular la descarga automática de archivos multimedia hacen que la experiencia sea más llevadera en el día a día.

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