“Ayer todo esto estaba lleno de cempasúchil”, declaró a los medios locales un hombre de unos 50 años que trabaja en una parcela del barrio Caltongo de Xochimilco, una de las cuatro alcaldías de la capital —junto con Milpa Alta, Tláhuac y Tlalpan— que produce esta flor colorida que simboliza el camino entre los que ya no están y los que esperan pacientes el regreso de sus seres queridos: el Día de Muertos, que en México se celebra este 1 y 2 de noviembre. 

En 2021, las alcaldías de Xochimilco y Tláhuac produjeron más de 3,5 millones de plantas de cempasúchil. El gobierno de Ciudad de México estima que la venta de esta flor deja un impacto económico de unos 100 millones de pesos (unos 4,9 millones de dólares, calculando el tipo de cambio a 20,25 pesos).

Estas son cifras millonarias que parecen alejadas de la realidad de Alberto Palacios, quien en los días que anteceden al Día de Muertos, llena su embarcación de madera con unas 500 macetas de cempasúchil y se desplaza por los canales de Xochimilco, yendo de su invernadero hasta la avenida Nuevo León, en donde ya lo esperan los potenciales clientes.

El cempasúchil se convirtió en un negocio de muy corta temporada y, en la actualidad, México no figura entre los principales productores en el mundo. Si China, que aprovechó que esta planta es rica en carotenoides —pigmentos utilizados en la industria avícola— y la nación asiática siembra el 75 % del total global utilizado, seguido de India (20 %).

En estas fechas, las calles de las principales avenidas de la capital mexicana se ven tapizadas del color amarillo que remite al sol. Las familias llenan el suelo de sus viviendas con pétalos de cempasúchil para guiar las almas de sus seres queridos difuntos, desde la puerta hasta el banquete que se preparó en su honor, en donde los aguardará una pieza de pan de muerto, sus guisados favoritos, unas calaveritas de azúcar o chocolate y hasta un caballito de tequila.