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Alicia Ruiz propone una nueva mirada teórica en la Justicia

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La coordinadora de la Oficina de Género de CABA, Dra. Alicia Ruiz, se refirió a los nuevos desafíos que deben asumir los operadores jurídicos, y en particular los jueces. “Estamos exigidos a apropiarnos de nuevas miradas teóricas y a transformar la forma en que ejercemos el poder del que disponemos”, expresó. Aquí el discurso completo.

Alicia Ruiz propone una nueva mirada teórica en la Justicia

[vc_row][vc_column][vc_column_text]La coordinadora de la Oficina de Género de CABA, Dra. Alicia Ruiz, se refirió a los nuevos desafíos que deben asumir los operadores jurídicos, y en particular los jueces. “Estamos exigidos a apropiarnos de nuevas miradas teóricas y a transformar la forma en que ejercemos el poder del que disponemos”, expresó durante las Jornadas de “Justicia y género en una ciudad global”. Aquí el discurso completo.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_single_image image=”107454″ img_size=”full” add_caption=”yes” alignment=”center”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]

La ciudad y los cuerpos. El derecho a la ciudad

“Justicia y género en una ciudad global. Desafíos, tensiones y perspectivas” no es un título elegido al azar.

La CABA es uno más de los veinticuatro estados que forman parte del sistema federal argentino. Es la más nueva de las provincias. Pero en 1994, la Constitución que la crea no la menciona como tal. Se la llamó y se la llama Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La denominación “marca” por lo omitido y por lo que, en un acto “constituyente” fallido se agrega en el nombre. Es “Ciudad” y es “autónoma” siendo que la autonomía es condición de existencia de una provincia, no de un municipio o ciudad.

Ese juego de elusión y alusión pone en primer plano lo que emparenta y distingue a esta Ciudad: es el único estado autónomo argentino íntegramente urbano. Buenos Aires exhibe todas las cosas amables y terribles de una urbe del siglo XXI. Todas y sin distracción posible. No hay ventana porteña que muestre el paisaje del campo o de la montaña, ni siquiera del mar: nuestra orilla es la del Río de La Plata, ancho, marrón, extraño.

Y es una ciudad global en el sentido en que Saskia Sassen caracteriza un modelo distinto de crecimiento urbano producto de una actividad económica globalizada, que incluye una serie limitada de ciudades organizadas en red, en el que aparecen tanto las nuevas demandas del capital global que la usa como una “mercancía organizativa”, como las demandas de los sectores más desventajados de la población.

Es en la ciudad global donde se aglutinan las funciones de control, donde la concentración de servicios financieros, jurídicos, contables, publicitarios comerciales de alto nivel relacionados con el consumo de lujo contrasta con la situación de personas en condiciones deficitarias y de bajos salarios. La dinámica de la gentrificación caracteriza a la ciudad global. La feminización de la pobreza, el trabajo precario e ilegal, no son a juicio de Sassen una anomalía del sistema sino un dato estructural de aquel. Y se pregunta entonces de quién es la ciudad, esta ciudad global.

En estas ciudades las prácticas urbanas van dibujando espacios sociales fronterizos muy diversos entre sí y abren o cierran posibilidades, que no dependen de planes trazados previamente en un plan consciente sino de lo que las personas hacen, sienten, perciben que pueden articularse y dar sentidos nuevos a la vida cotidiana”. Desde esa perspectiva el derecho a la ciudad se presenta como “derecho colectivo” que va mucho más allá del acceso a los recursos que están allí. Es un derecho a cambiar y reinventar la ciudad.

Ninguna ciudad es un espacio homogéneo y consistente, las ciudades aparecen divididas y el conflicto, la desposesión, el desplazamiento y la expulsión emergen cotidianamente. Un espacio fragmentado, diverso, dividido, territorios que se yuxtaponen y muestran sus diferencias… como los cuerpos
La Ciudad y los cuerpos, pensados como territorios, y el derecho a la ciudad y el derecho al cuerpo son las claves que dan sentido a estas jornadas.

Leer también: Justicia de género para una ciudad global 

Aquí y ahora con Sylvia Tamale y Mónica Pinto iniciamos este encuentro.

Sus voces y miradas son las primeras de una serie de otras voces y otras miradas que en tonos diversos, con consonancias y disonancias irán conformando algo así como un mural, o una serie de graffitis o de videos o de fotografías en la que cada uno de los participantes exhibirá algún costado de lo urbano. Y de los cuerpos y de las subjetividades y del entorno que permite o traba la vida en la ciudad. Ritmos y temas, ideas, pasiones, deseos, frustraciones y búsquedas.
Espacios que no se agotan en la extensión geográfica, límites que van más allá de los que señala el mapa. Los espacios y los territorios que conforman la ciudad son mundos, códigos, cuerpos marcados por el género, por la raza, por la religión, por los bienes que se poseen y por aquellos de los que se está privado.

Quisiéramos que estas jornadas fueran un ámbito adecuado para reflexionar acerca de la precariedad y la vulnerabilidad poniendo en claro que ellas no corresponden a la esencia ni al destino de los hombres o de las mujeres sino más bien procesos de determinación directamente ligados a la desigualdad. Y que se padecen también de modo harto desigual. Porque en una ciudad el mundo de los “otros” esta exhibido y negado. Y puede verse como curiosidad, como tragedia o como un dato cuantificable que no da cuenta de las condiciones sociales, económicas y políticas que nos atraviesan y nos sitúan. Y de que el orden y el/los lugares asignados son contingentes y mutables, construidos por relaciones de poder y de sumisión a través de la historia. Y que cambian para peor o para mejor.

Quisiéramos compartir con Judith Butler que la distribución de la vulnerabilidad, la identificación de “grupos vulnerables” son operaciones políticas y de poder que en su expresión más siniestra se utiliza para seleccionar una población-objetivo y procurar su erradicación.

Paradojalmente las estrategias destinadas a poner límites a tales situaciones muchas veces y especularmente también clasifican a personas y grupos como vulnerables y precarios.

Tanto en una como en otra concepción se omite (y no es casual aunque no sea consciente) la pregunta acerca de qué pueden o mejor si pueden esos individuos o colectivos hacer algo para dejar de estar donde están, por ejemplo resistir.

Quisiéramos, en otros términos, hablar acerca de la resistencia como una forma de poner en juego la vulnerabilidad y exponerla desde el lugar de los “marcados” como vulnerables. Y la ciudad va modificando sus trazados en términos simbólicos y performativos por la presencia de muchos cuerpos que circulan, que gritan o guardan silencio pero siempre dan noticia de que están allí.

De resistir con el cuerpo y de exponerlo las mujeres han dado ejemplo. Y cada día vuelven a hacerlo con la convicción de que no son simplemente víctimas del poder, de la violencia o de la cultura impuesta. La resistencia anuda y construye. Y de eso sabemos las mujeres, como los pobres, los excluidos los migrantes. Que no son ajenos en sus padecimientos ni en su persistencia ante la persecución.

Por fin y para terminar el discurso del derecho no es ajeno a nada de lo que sucede ni a cómo como sucede en la ciudad ni en los cuerpos. Entonces convocar desde aquí a estas jornadas es asumir un desafío al que los operadores jurídicos, y en particular los jueces no podemos, dejar pasar. Para satisfacerlo no basta la buena voluntad. Estamos exigidos a apropiarnos de nuevas miradas teóricas y a transformar la forma en que ejercemos el poder del que disponemos.
Sólo así tiene sentido hablar de la vulnerabilidad de tantos y tantos habitantes de este planeta y de pregonar el valor de hacer de la justicia un lugar al que todos puedan llegar. Nadie debería morir “ante las puertas de la ley” … ni de los tribunales.

La “condición humana” de la que solo algunos disfrutan está sostenida en las múltiples exclusiones que constituyen el lado oscuro de la categoría de “humanidad.” Así pues la humanidad es, como el sujeto, una entidad a construir desde una perspectiva que renuncie a fundamentos ontológicos.

Alicia E. C. Ruiz*

(Discurso inaugural pronunciado el 24 de abril de 2017 a propósito de la inauguración de las Jornadas Internacionales “Justicia de Género para una ciudad global. Desafíos, tensiones y perspectivas” organizadas por la Oficina de Género del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires , realizadas los días 24, 25 y 26 de abril de 2017 en la ciudad de Buenos Aires).

*Alicia Ruiz es Jueza del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires desde 1998. Coordinadora de la Oficina de Género del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Profesora Titular de Teoría General y Filosofía del Derecho de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Directora de la Carrera de Especialización en Magistratura de la Escuela de Servicio de Justicia de la Universidad Nacional de La Matanza, creada por resolución conjunta del Ministerio Público Fiscal de la Nación y el Ministerio Público de la Defensa de la Nación en julio de 2013. Co-directora de la Revista Filosofía del Derecho, de Ediciones Infojus. Realiza, en forma permanente, actividad docente y de investigación en distintas universidades e instituciones del país y del extranjero. Ha publicado libros y numerosos artículos y ensayos en revistas en Argentina y en el exterior.

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