Las personas que llevan adelante la investigación sobre la presunta desaparición forzada de Facundo Castro coinciden en algo con la mamá del joven: ambos tienen la convicción interior -la corazonada- de que el cuerpo descubierto entre el barrial del estuario de Bahía Blanca, en Villarino Viejo, es el del joven de 22 años. Lo dirá en unos días la ciencia, a partir del trabajo de los antropólogos forenses, que desde el martes trabajarán con el cadáver en la Morgue Judicial de Buenos Aires, no sólo para identificarlo sino para intentar saber qué le pasó.
El primer indicio para convertir el pálpito en certeza es el hallazgo de una zapatilla idéntica a la que el chico desaparecido llevaba el 30 de abril, cuando salió a dedo desde Pedro Luro con destino a Bahía Blanca, y fue infraccionado al menos dos veces por la Policía Bonaerense, al violar el decreto de aislamiento obligatorio.
Que la fiscalía federal que lleva el expediente y la mamá de Facundo piensen igual en algo, a esta altura del caso, es una excepción. Para Cristina Castro y sus abogados Luciano Peretto y Leandro Aparicio no hay dudas de que el cuerpo de su hijo fue “plantado” en esa zona baja, que supo ser el delta del río Colorado hace miles de años. Y que la responsabilidad es de la Policía Bonaerense, encubierta, según ellos, por el poder político y judicial.
En cambio, para el fiscal Santiago Ulpiano Martínez, el eventual reconocimiento positivo del cadáver no modifica por ahora en absoluto la investigación. Salvo que ocurra una novedad extraordinaria, no habrá en los días venideros ningún pedido de detención a policías bonaerenses, que es lo que la querella reclama desde hace semanas y que ya fue rechazado por la jueza María Gabriela Marrón.
Todo lo que para la querella es una certeza, en relación a la implicancia de la fuerza de seguridad provincial tanto en la desaparición de Facundo como en el hallazgo del cuerpo “esqueletizado” el sábado por la tarde, para los investigadores del Ministerio Público es una duda. “Si lo hubieran matado y ‘chupado’ no nos parece probable que hubiera aparecido ahí, en ese estado”, arriesgó una fuente del caso a este medio, que pidió total reserva de su identidad.
Las hipótesis sobre las que supuestamente trabaja el fiscal Ulpiano Martínez son dos: la desaparición forzada a manos de la Bonaerense y que con el fin de evitar el control de Gendarmería Nacional en el puesto fitosanitario de la ruta 3, Facundo decidió seguir por la vía del ferrocarril para no ser visto y, de paso, cortar camino. Con el eventual reconocimiento del cuerpo, deja de tener sentido una tercera opción, que ya había perdido fuerza en los últimos días, y es que el joven hubiera llegado a Bahía Blanca.
La desaparición forzada podría haber ocurrido en el contexto de una situación que pudo habérsele “ido de las manos” a los agentes en un forcejeo o pelea o discusión por hacer que Facundo volviera a Pedro Luro en medio del ASPO, ya que el joven estaba determinado a llegar como sea a la casa de su ex novia, incluso después de que le había costado una pelea con la madre el día antes de salir y por lo que él, el mismo 30 de abril, le mandó un mensaje que decía: “No sabés dónde estoy, no me vas a volver a ver”.
Para Ulpiano Martínez, el hallazgo del souvenir de madera con forma de sandía en el destacamento de Teniente Origone, semanas atrás, es una prueba importante pero no determinante. Se esperan los resultados de los análisis pero de antemano ya sabe que no ofrecerá huellas dactilares; aunque sí podría tener restos cadavéricos. Los investigadores le creen a la mamá de Facundo cuando dice que ese objeto era de su hijo, y que sus hermanos tenían otros idénticos porque habían sido hechos por su abuela. “Pero desde aquel día esperamos que la querella nos traiga alguna prueba de que efectivamente fue de él”, comentaron.
En el terreno de la hipótesis de la desaparición forzada, también es importante para el fiscal el testimonio de las tres personas que viajaban juntas y declararon haber visto a Facundo cerca de las 15.30 al lado de un móvil policial negro y blanco, al costado de la ruta, cerca de Mayor Buratovich.
Para los investigadores este relato tiene un punto a favor de la querella y uno en contra. El primero, que a pesar de que todos los móviles fueron peritados y, se supone, los análisis de geolocalización certificaron la versión que los propios policías dieron sobre sus movimientos, hay una vieja camioneta casi en desuso que no cuenta con ese sistema de “tracking” y sobre la cual todavía no se hicieron análisis exhaustivos. Llama la atención que aun no se haya autorizado a peritarla.
La contra, según explicaron, es que de acuerdo a una reconstrucción geográfica y temporal que hicieron expertos de la Policía Federal Argentina, por los tiempos que marca el GPS del otro patrullero negro y blanco que podría haber interceptado a Facundo, el encuentro no se pudo haber dado en Mayor Buratovich sino más adelante, cerca de Teniente Origone. El fiscal, de hecho, quiere subirse al mismo móvil y reconstruir el movimiento documentándolo en video para certificar esta idea.
Esto, según entienden los investigadores, le quita fuerza a la prueba de la querella porque creen que a esa hora Facundo ya estaba en el otro pueblo, donde fue infraccionado por el policía Alberto González, tras el aviso de un vecino que lo vio en la banquina de la ruta 3 (en una época donde la gente casi no salía de sus casas).
La relación entre ambas partes es cada vez más tensa. El último encuentro entre Cristina Castro y Ulpiano Martínez fue el sábado a la noche en la escena del hallazgo. El fiscal le mostró una foto del cadáver. Cristina le pidió, irónicamente, que no quería que esa imagen se filtrara en los medios bahienses. “Cada vez que el fiscal le da la mano, ella se la muerde”, se victimizan los investigadores. Omiten que la mujer lleva casi 110 días desesperada, sin saber algo de su hijo.
Para los abogados querellantes es sospechoso que los policías implicados hayan borrado mensajes de sus teléfonos durante el mes de mayo, antes de la denuncia de la mamá por la desaparición de su hijo. Siomara Flores, una agente que declaró que llevó a Facundo desde Mayor Buratovich hasta Origone en el Chevrolet Corsa de su papá (”Me dijo que no le cuente nada a su mamá”, aseguró), borró la aplicación WhatsApp de su teléfono el 8 de mayo, lo que resulta al menos inquietante. Para los investigadores no es relevante, al menos no lo suficiente como para pedir una detención. “Las pericias técnicas avalan los testimonios de los policías”, aseguraron a este medio, que, sin embargo, no tuvo acceso a los resultados oficiales de dichas pericias técnicas.
Una de las diferencias principales entre las partes -fiscalía vs. querella- es en relación al testimonio de una mujer de la zona, productora rural, conocida como la “testigo H”. Es que el policía González aseguró que dejó seguir a Facundo y que vio cuando una camioneta Renault Duster Oroch color gris lo levantó a Facundo. Aunque luego se desdijo y comentó que creía que había seguido a pie, el 14 de julio esta mujer declaró como testigo de identidad reservada y aseguró que llevó a un joven hasta el cruce de las rutas 3 y 22, poco antes del control de Gendarmaría, y que el chico le dijo que estaba peleado con su madre.
Para Ulpiano Martínez esta declaración es importante. Para Peretto y Aparicio es una testigo plantada por la Bonaerense. Los investigadores aseguran que en las últimas horas se incorporó al expediente un documento de la compañía de telefonía Claro que certifica que el celular de Facundo se activó a las 16.06 e impactó en la antena de Ingeniero White, el puerto de Bahía Blanca. “Coincide con la hora en que la mujer dijo que lo dejó, y además con la imagen de la patente tomada por las cámaras del control fitosanitario”, agregaron los investigadores.
En la causa ya figura un impacto similar pasadas las 20, de cuando Facundo le mandó un SMS a un amigo. Nada de eso quiere decir que, necesariamente, el teléfono estuviera en poder de Astudillo Castro en ese momento. No obstante, para el fiscal la hipótesis de que Facundo decidió caminar por las vías del tren para evitar el control de Gendarmería y ganar tiempo cortando camino sigue siendo una posibilidad con peso propio.
Días antes del hallazgo había ordenado rastrillar toda la zona de las localidades General Daniel Cerri y Ombucta, tanto desde el continente hacia el estuario, como desde el mar hacia el mismo sitio. Justamente el área donde los pescadores vieron el cadáver. La fatalidad, o la mano de alguien, quiso que estos restos aparecieran en un lugar donde los agentes federales no pudieron llegar: aseguraron que el terreno era inaccesible.