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Misionero de la Armada Argentina recuerda su Jardín América natal

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El Suboficial Principal Furriel Pedro Eliseo Malla, cumplió 30 años de servicio en la Institución. Hoy está destinado en la Dirección de Armas y Electrónica Naval en el Edificio Libertad con sede en Buenos Aires donde se desempeña como encargado de la Secretaría General.

Misionero de la Armada Argentina recuerda su Jardín América natal

CIUDAD DE BUENOS AIRES. Pedro Eliseo Malla nació en la ciudad de Jardín América y hoy es Suboficial Principal de la Armada Argentina. “Cuando yo vivía ahí era un pueblo, pero hoy se ha convertido en una gran ciudad”, introdujo el marino de 47 años en una entrevista brindada a la revista “Gaceta Marinera” de la Armada. 

Sus tareas diarias como encargado de la Secretaría General de su destino, están relacionadas a su escalafón Furriel y estrechamente relacionadas con lo administrativo y jurídico de la Institución. 

Los furrieles son los administrativos navales que realizan tareas administrativas relativas al personal y a las finanzas; asimismo asesoran en cuestiones reglamentarias, documentos vigentes, y trámites internos de la Institución, entre otras labores. 

“Este es mi segundo año en el destino” contó. Pero a lo largo de su carrera naval estuvo destinado en varios lugares como el detalle del Estado Mayor General de la Armada, el aviso ARA “Alférez Sobral”, la Escuela de Suboficiales de la Armada (ESSA) en la Base Naval Puerto Belgrano, la Dirección de Personal y la Dirección de Abastecimientos Navales, entre otros. 

De Jardín América al mar 

A la corta edad de 15 años, Pedro Malla decidió dejar su Misiones natal con la firme convicción de ingresar en alguna escuela militar en Buenos Aires. Un año y medio más tarde, ingresó a la Armada Argentina. “Un día pasé por la vereda de la Escuela de Suboficiales de la Armada, entré a averiguar por la carrera y es increíble pero ya pasaron 30 años”, dijo con una sonrisa. 

Por aquel entonces, en el año 1991, tenía 17 años. “Tuve que mandar los papeles a Misiones, para que los firmen mis padres en mi casa porque era menor de edad”, detalló. 

Cuando conoció Buenos Aires recordó que todo le parecía nuevo. “Fue un impacto”, describió. De hecho, se pasó los primeros dos años y medio sin volver a Misiones. Confesó que siempre que podía, volvía a descansar a su ciudad natal: “Un lugar para estar en familia, en mi casa, y disfrutar de la naturaleza y el silencio”. 

Antes de ingresar a la Armada, este misionero no había tenido la oportunidad de conocer el mar. Su primera navegación fue a bordo del aviso ARA “Alférez Sobral” con el que viajó al sur, rumbo a Ushuaia (Tierra del Fuego). “Mi encuentro con el mar fue encantador”, confesó. 

Y recordó haber tenido la dicha de que en su primera navegación le tocó un “mar de aceite”, como se denomina al mar calmo y planchado, en la jerga marinera: “El mar parecía un espejo de agua. Haber navegado por el sur de nuestro país fue una experiencia inolvidable”, agregó. 

La camaradería, un vínculo fuerte 

Hoy, a tres décadas de su ingreso continúa eligiendo la Institución cada día: “La experiencia dentro de la Armada Argentina es positiva” señaló y destacó que “lo más sobresaliente es el espíritu de camaradería que se vive; más que nada cuando se está embarcado. Al momento de trabajar y de actuar, todos somos uno”. 

El Suboficial Malla se siente realizado profesionalmente y en todos los destinos por los que pasó trató de dejar lo mejor, y la gente con la que compartió se lo ha hecho saber. “Siempre di lo máximo desde donde me tocó estar, tanto a nivel laboral como a la hora de interactuar con los demás. No digo que haya tenido una carrera ejemplar, pero sí una linda carrera ”. 

La camaradería es lo que más disfruta del ámbito naval, y la definió como «ese vínculo difícil de romper”. “La camaradería que se forma en un grupo permanece siempre, a pesar de los cambios de destinos. Es un espíritu de equipo que se mantiene en el tiempo”, sostuvo. 

A la hora de realizar un balance de todos estos años, dijo: “La Armada Argentina es una experiencia inolvidable; el balance siempre es positivo. Siempre fue una experiencia favorable estar en la Armada. La vocación fue lo que me motivó a ingresar, la disciplina y el hecho de pertenecer a una Fuerza. Cuando uno se acostumbra de chico a eso, es difícil cambiarlo”. 

Transitando los últimos años en la Armada, su expectativa es “tratar de volcar en los demás, lo que aprendí en la Institución. Es importante transmitir a los más jóvenes nuestra experiencia y enseñar a quererla desde el principio”, recalcó. 

Con orgullo, manifestó que cuando escucha las marchas militares y el Himno Nacional fuera del ámbito naval, en los actos de la escuela de su hija por ejemplo, siente “un temblor por dentro que lo hace emocionar. Creo que es por todo aquello que aprendí acá, y pienso que no lo sentiría, si no quisiera a la Armada como la quiero”. 

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