Opinión

Cristina debería hablar con Rindfleisch

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Nota de opinión de Walter Anestiades para MisionesCuatro.com

Cristina debería hablar con Rindfleisch
Ilustración de Nicolás Eugenio Aguilar

Se sabe que la visión etnocentrista del país suele causar daño. De hecho, la vicepresidente Cristina Kirchner, refugiada en su departamento del  acomodado Barrio Norte de Buenos Aires, no repara en que las lecciones para conseguir la impunidad tan deseada puede tomarlas no de tácticas leguleyas o de su historial patagónico, sino de uno de sus más oportunistas seguidores. A mil kilómetros de distancia, en la ciudad de Oberá, provincia de Misiones, Ewaldo Rindfleisch logró el sueño dorado de todo aquél vicioso que pasa por la función pública: tiene impunidad judicial, política, mediática, y hasta social.

Si la abogada se tomara un cortado o un mate bien preparado con el arquitecto, comprendería que ha cometido y sigue cometiendo errores que podrían llevarla a recibir lo que merece.

Sí, sí. Rápidamente algunos de los más importantes impresentables que la rodean podrían desdeñar el aporte “titista” (de “Tito” Rindfleisch) argumentando que una cosa es gobernar en una ciudad del interior del país, y otra es haber sido dos veces presidente y ahora vice de los más de cuarenta millones de argentinos y argentinas. He ahí la visión etnocéntrica que impide tener la humildad de aprender impunidad con los que saben.

Estos son algunos puntos de la estrategia del tres veces electo alcalde de Oberá que Cristina, Máximo y Florencia deberían tomar nota y debatir en familia:

Para obtener impunidad judicial hay que tener una corte adicta. Pero no se la puede reformar a gusto y placer en tiempos de penurias económicas, como ahora. Menos en plena pandemia. La justicia obereña y misionera que hoy se olvidó de Rindfleisch y que ya debe tener cucarachas caminando por sus expedientes, fue armada por Carlos Rovira apenas retenido el cargo de gobernador en 2003. Precisamente, aprovechando el trabajo sucio de Eduardo Duhalde y Jorge Remes Lenicov y la cotización internacional de la soja, la economía argentina crecía y se recuperaba. Misiones recibió lo suyo y Rovira tuvo el “timing necesario”. Así, nunca le objetaron con la fuerza debida que ponga en el Superior Tribunal de Justicia, por ejemplo, al apoderado de su espacio político y a su ex maestra de Biología. En 2011, cuando la viuda de Kirchner fue reelecta con el cincuenta y cuatro por ciento de los votos, era el momento adecuado. Con los bolsillos vacíos la clase media se vuelve republicana como nunca. Error difícil de reparar.

Para obtener la impunidad política Rindfleisch se valió de su profundo conocimiento de la idiosincrasia obereña. No trató de encontrarle el precio a algunos dirigentes (que por cierto lo encontró) y punto. No. También sacó partido de la debilidad de carácter de la dirigencia opositora. Seguramente no conocía la cita de Heráclito de Éfeso-“El carácter de un hombre es su destino”-pero fue capaz de aprovechar los efectos prácticos de ella. El dirigente político obereño suele tener mucho temor a quedar mal con el establishment y es reacio a criticar en público. Obviamente, cuando apareció alguno que se salió del libreto y no se lo pudo cooptar, se lo sacó de la cancha y punto. Que para eso están los periodistas amigos. Cristina Kirchner no ha sacado el buen partido que se cree de esa costumbre tan PRO de poner la otra mejilla o esa otra, tan radical, de ser más efectivo con el fuego amigo que disparándole al enemigo. Aún puede obtener ventajas de eso. El resto del universo partidario no importa porque la izquierda sigue siendo cuatro delirantes que se subdividen para ver quién está más a la izquierda de Carlos Marx. Y  los liberales son comentaristas que mientras Longobardi los siga entrevistando en la radio y Juanita Viale los invite a cenar en la tele, no son de temer.

Para obtener impunidad mediática Rindfleisch también recurrió al clásico aprovechamiento integral de la pauta oficial. En eso no hay que descubrir la pólvora. Y cuando apareció uno que se tomaba su trabajo en serio, al intentar-y fracasar-tanto en el intento de cooptación como de eyección, no se metió más. Entendió que entonces podía demostrar que era un alcalde tolerante con las críticas. Rindfleisch, astuto, sabía que en cualquier parte de nuestro país la corruptela gubernamental se soslaya si la economía va más o menos bien. Cristina Kirchner comete el garrafal error de perseguir a los periodistas  que la investigan e intentando negar las evidencias. Debería instruir al Presidente para encarar un programa de reactivación económica que ponga en los bolsillos algunos pesitos para el consumo. Con eso la mayoría se conforma. El resto lo hacen el tradicional voto peronista aún a los más execrables y falsos peronistas, más la ineptitud opositora. Ella ya lo experimentó en 2011. Y todavía no lo aprendió.

-Por último, llegamos a la impunidad social. Rindfleisch obtuvo y obtiene unas ventajas enormes de la falta de memoria colectiva. Hoy en Oberá casi nadie recuerda que era kirchnerista y renovador, de modo tal que siguen votando kirchneristas y renovadores para que arreglen los problemas heredados de otros kirchneristas y renovadores. Y los que se acuerdan se acuerdan en Facebook, no en el cuarto oscuro. Junto a una de sus esposas se llevó la recaudación de dos ediciones consecutivas de la Fiesta Nacional del Inmigrante. ¿Se entiende? Durante dos años seguidos hombres, mujeres y niños trabajaron, gratis, de la mañana a la noche para hacer la mejor edición posible de la máxima fiesta misionera, y la platita se la llevaron Rindfleisch y su ex. Lo mismo habían hecho antes, durante una década. Es más. Hubo tipos que son tan bobos que, en vez de apuntar contra ellos, criticaban a los dos o tres periodistas que lo denunciaron. Por cierto, Rindfleisch sabe que hay obereños con mucha conciencia cívica que lo detestan y con razón. Pero no le importa porque hay y habrá un solo libro que reseña los perjuicios enormes que le causó a la sociedad obereña. Un libro en tiempos en que nadie lee. Cuando dejó el cargo de alcalde, su sucesor les hizo pagar a los obereños las deudas que dejó sin siquiera amagar investigarlas. Carlos Fernández fue reelecto de un modo aplastante. Ramón Escobar, el ciudadano que denunció lo sucedido en la justicia con tantos papeles y evidencias como quizás nunca se vuelvan a reunir, también se postuló. Salió último.

Cristina Kirchner sostiene que la historia ya la absolvió. Se equivoca, pero no va a ser Felipe Pigna el que escriba sobre los desastres que perpetró. Serán textos escritos por periodistas y para eso siempre hay refutaciones adecuadas: carpetazos sobre la vida privada, aprietes e insultos anónimos, o alguna campaña de desprestigio bien armadita y difundida.

No queda otra. Si Cristina Kirchner quiere  impunidad deberá hacer algo con la economía. Y debería hacer un zoom con el arquitecto obereño.

“La experiencia es el nombre que le damos a nuestros errores”, decía Oscar Wilde.

Hay que aprender de esos entendidos campechanos. Que tanto saben de errores…

Walter Anestiades para misionescuatro.com

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