Opinión

Cuatro bodas y un funeral

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Por Walter Anestiades

Cuatro bodas y un funeral

El martes 15 de noviembre de 2020 cuatro de los cinco integrantes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación fallaron en una causa en la que estaban en pugna los dos principios antagónicos que vienen disputándose el poder en la Argentina de la última década: el republicanismo y los intereses de Cristina Kirchner.

El fallo de la corte manteniendo en sus cargos actuales, pero solo de modo provisorio, a los camaristas Leopoldo Bruglia y Pablo Bertuzzi, y luego sentenciando de modo similar para el caso del juez Germán Castelli, es un shock para cualquier ciudadano que comprende lo indispensable que resulta que el poder político tenga contrapesos. La Corte Suprema de Justicia de la Nación es la última instancia de defensa ante los abusos. Si allí tampoco  se le ponen límites al despotismo no hay más nada que hacer. Se acabó.

El fallo, eclipsado por las elecciones en los Estados Unidos, la operación de Maradona y el retorno del fútbol nativo, no fue una decisión judicial más. Significó que ante una chance concreta de casarse con la ley para vivir una vida republicana, base de cualquier esperanza colectiva, cuatro integrantes de la Corte se casaron pero con la autocracia. Obligando al quinto a enterrar el control al actual poder político. ¿Te parece mucho? Entonces habrá que preguntar ¿cuántas veces hay que cagar a un pueblo para que se avive de qué lo están cagando?

Como en aquella comedia inglesa de los años noventa, con Hugh Grant y Andie McDowell, los  jueces de la Corte se verán en cuatro bodas y en un funeral. Ricardo Lorenzetti, Elena Highton de Nolasco, Juan Carlos Maqueda, Horacio Rosatti y Carlos Rosenkratz (el único que votó diferente)se encontrarán encuatro bodas. La de la corrupción con la impunidad. La del poder autócrata con la Nación. La de los jueces con el desamparo. Y la de los fiscales con la tragedia de Nisman.

Después, volverán a encontrase en un funeral: el del civismo.

Para algunas personas, en muchas geografías, la cuestión del equilibrio de poderes es cada vez más difícil de asimilar. También en Misiones, donde hace años Carlos Rovira desmontó todo mecanismo institucional que lo pudiera controlar y eso, a tres de cada cuatro misioneros que votan, no les importa para nada.

Esos jueces no fueron devueltos a sus cargos anteriores por el senado nacional por tecnicismos que no pueden ser ignorados. Ese es el guión que acompaña a la jugada política. El senado los sacó de sus cargos porque avanzaron en las denuncias de corrupción que involucran a la titular del cuerpo y a exfuncionarios de su gobierno. Y no es ninguna casualidad que entre los senadores que apoyaron eso estuviera Maurice Closs. Se trata del cofundador del espacio político que convirtió a Misiones en este feudo que es hoy.

¿Cómo explicarles los beneficios de la ciudadanía a vasallos redomados y a los clientes de las pequeñas patrias contratistas de los estados provinciales y comunales? Hay misioneros que salen a protestar por calles y avenidas contra los atropellos paridos desde los poderes nacionales. Muchos de ellos son dirigentes de diversa índole de espacios opositores a la renovación. Que tengan ese comportamiento ciudadano es estupendo. Pero, ¿no es increíble que sean los mismos que ante las injusticias provocadas desde “La Rosadita” o desde su municipalidad, no salen a chillar ni a la esquina de su casa?

¡Qué decadente! Un país, una provincia, un municipio, sometido a los caprichos y berrinches de una persona.

 “Hay que ser un héroe para enfrentarse a la moral de la época”, decía Michel Foucault.

Si la Corte Suprema avala que la política esté por encima del derecho y transitamos un tiempo en el que se cree que eso está bien, entonces hay malas noticias para las personas que apuestan a que haya más y mejor democracia. Quedaste a la deriva, sin que nadie te defienda. Y para sobrevivir con dignidad ya no va a alcanzar con que seas un buen ciudadano.

Vas a tener que ser un héroe.

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