Opinión

De repente, en el verano

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Columna de opinión por Walter Anestiades.

De repente, en el verano

“Dejen que China duerma, porque cuando despierte, el mundo temblará”, dijo Napoleón Bonaparte atento al impresionante potencial del país asiático. Hoy se lo puede parafrasear, pero en un sentido contrario al que tuvo su observación. China despertó hace rato y hoy conviven en ella la segunda economía mundial, abierta al libre mercado sin rubores, y un sistema de gobierno tan dictatorial como el que pergeñó Mao Tse Tung. Y en las dictaduras, como en los feudos, es difícil saber lo que realmente pasa.

Oficialmente se cuenta que en diciembre pasado un nuevo tipo de coronavirus afectó gravemente a trabajadores de un mercado mayorista de mariscos, dónde se venden animales exóticos vivos, ubicado en la provincia de Hubei, en el sur de China. Parece que después la globalización y la fenomenal capacidad de contagio del nuevo virus fueron haciendo lo suyo hasta obligar a la Organización Mundial de la Salud a declarar la pandemia el 11 de marzo. La Italia rica del norte, con la suma de un gran flujo de turistas asiáticos más unos gobiernos y unos habitantes que se tomaron el asunto en serio a destiempo, la convirtieron en una de las zonas más afectadas del planeta. Y ahí anda el coronavirus, la palabra vedette del verano, contagiando y matando gente por todos lados.

¿Y en la Argentina? El presidente Alberto Fernández tomó nota de que su ministro de Salud, Ginés González García, primero quedó mal declarando que la pandemia no iba a llegar rápido a estas latitudes y después quedó peor reconociendo que la realidad lo sorprendió. De modo tal que se puso la comunicación al hombro y es él quién habla e informa de las medidas que se toman en un país en el que cuatro de cada diez ciudadanos son pobres y unos cuántos ni siquiera tienen agua potable para lavarse las manos las veces que sean necesarias al día. La cuarentena dictada por el Presidente en las últimas horas es una medida prudente y correcta.

Pero está chocando con la cultura de la transgresión, fomentada durante años por muchos dirigentes, por ejemplo Cristina Kirchner, que hasta ahora sigue más preocupada por obtener la impunidad perdida para ella y los suyos que por la pandemia que afecta a los argentinos y a las argentinas. Hace demasiado tiempo que se legitima esa estupidez de que la opinión personal está por encima de los hechos y de las normas. La idea del acatamiento a la ley, de un día para el otro, en algunas cabezas no va a entrar.

¿Y en Misiones? Hasta ahora el coronavirus, que no registra ningún caso confirmado y cuyos responsables políticos están lejos, sirve para no hablar del dengue, que registra unos cuántos y que fuerza a ponerles nombres propios a responsables que están muy cerca. En Oberá, ejemplo concreto, el gobierno comunal tiene en la prevención del coronavirus toda la actitud que no tuvo en la prevención del dengue.

El sistema de Salud Pública de Misiones consiste en dos muy buenos hospitales en Posadas-el Madariaga y el de Pediatría-y resto de la provincia con salitas y hospitales en dónde los trabajadores, miserablemente pagados, hacen lo que pueden con lo poco que tienen, de modo tal que cualquier patología superior a una fractura de tobillo obliga a derivar al paciente a la capital. El resto es bla-bla-bla del aparato de propaganda, pseudo-inauguraciones y un pueblo que se queja en las redes, pero no en las urnas.

Inquieta pensar que en Misiones hay que enfrentar la pandemia con la salud pública en manos de Oscar “seis casos de dengue” Alarcón. Funcionarios que ante un mal endémico eligieron esconder la realidad no parecen los mejores para luchar contra algo que tiene tantos interrogantes. Y por aquí también hay muñecos que creen que los chicos siguen de vacaciones y que la cuarentena es una estupenda oportunidad para ir a la plaza a tomarse unos mates.

¿Qué va a pasar? Nadie lo sabe. Solo hay incertidumbres más ilustradas que otras, nada más. Pero, de repente, en el verano 2020, nos encontramos todos en nuestras casas, en cuarentena, enfrentando a un enemigo invisible que nos desafía y fuerza a suspender casi toda nuestra rutina. Un enemigo con forma de virus para el que aún no hay vacunas.

Pero hay que recordar que los argentinos estamos fogueados en la complejidad que imponen los malos momentos. No nos tiran así nomás…

     “Si te tiran diez veces, te levantas

      otras diez, otras cien, otras quinientas…      

      No han de ser tus caídas tan violentas

      ni tampoco por ley, han de ser tantas”.

Lo escribió el argentino Pedro Bonifacio Palacios, “Almafuerte”, en “Avanti”.

El coronavirus vino para quedarse lo más que pueda. Y si somos prudentes y solidarios, y una mayoría racional le gana a una minoría irresponsable, la pandemia nos va a tirar diez, cien. Y quinientas veces.

Pero nos vamos a levantar. Diez, cien. Y quinientas veces.

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