Opinión

El atroz encanto de ser oficialista

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Escribe Walter Anestiades

El atroz encanto de ser oficialista

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Escribe Walter Anestiades

[/vc_column_text][vc_single_image image=”243943″ img_size=”full” alignment=”center” title=”Ilustración de Nicolás Aguilar “][vc_column_text]Lo dijimos muchas veces. La mayoría de los obereños y los misioneros no son renovadores. Son oficialistas. ¿Por qué? En primer lugar porque en el feudo rovirista ser oficialista es lo más fácil y lo menos peligroso que hay. Para no estar alineado al gobierno o para ejercer el derecho de ser opositor, se precisa temple, carácter, mucha personalidad y una dignidad que te salga por los poros. Y eso no es para cualquiera.

Tras la paliza electoral que la renovación le dio a sus rivales el 2 de junio, incluyendo la que el alcalde de Oberá, Carlos Fernández, le dio a los opositores pero también a los otros candidatos renovadores, algunos hicieron un análisis bastante superficial (toda una contradicción), indicando que la crisis económica nacional fue determinante para el resultado. Craso error. El voto masivo que se llevó el oficialismo misionero-el Frente Renovador de la Concordia-nunca dependió mucho del contexto económico del país. Acá te dejo un par de datos que podes verificar vos mismo y fácilmente, hasta googleando.

-El domingo 26 de junio de 2011 (el mismo domingo en el que River Plate se fue al descenso) el misionero renovador Maurice Closs fue reelecto gobernador con el 75% y 372 mil votos. El segundo y el tercer lugar lo pelearon Claudio Wipplinger (por entonces de “Trabajo y Progreso), quién obtuvo el 6,24% y 30.900 votos, y Luis Pastori (radical), quién obtuvo el 6,21% y 30.800 votos. El oficialismo misionero le sacó a la oposición nada menos que 69 puntos porcentuales y 350 mil votos de diferencia. Ese fue el récord, no el triunfo reciente de Herrera Ahuad. El país estaba presidido por Cristina Kirchner y la economía tuvo un crecimiento anual del 8,9%.

-El domingo 25 de octubre de 2015 el porteño renovador Hugo Passalacqua fue electo gobernador con el 64% y 400 mil votos. El segundo lugar lo ocupó Alex Ziegler, con el Frente Vamos Juntos (que integraba el PRO), quién sacó el 13,5% y 85 mil votos. El tercer lugar fue para el radical Gustavo González, aliado al socialismo en el Frente Cívico y Social, quién tuvo el 8,5% y 53.600 votos. El oficialismo misionero le sacó entonces más de 50 puntos y más de 300 mil votos de diferencia al segundo. Terminaba la segunda presidencia de Cristina Kirchner, el kirchnerismo caminaba hacia la derrota ante Macri y la economía argentina había crecido apenas un 2,1%, lo que se consideró un estancamiento.

-El pasado domingo 2 de junio el santiagueño renovador Oscar Herrera Ahuad fue electo gobernador con el 69% y 494 mil votos. El segundo lugar lo ocupó Humberto Schiavoni, del Frente “Juntos por el Cambio”, con el 17% y 119 mil votos. El oficialismo misionero aventajó a la oposición por 52 puntos y 375 mil votos. El país es presidido por Mauricio Macri, del Frente Cambiemos, y la actividad económica argentina vive la octava recesión más aguda del planeta.

Esto es, el oficialismo misionero le ha dado verdaderas palizas electorales a sus opositores en escenarios económicos de crecimiento “a tasas chinas”, en escenarios de estancamiento y en escenarios de estanflación (recesión más inflación). Es evidente que el argumento único de la crisis económica del país sabe a poco y parece más el primer paso de la campaña presidencial que se viene que un análisis más o menos profundo de lo que sucede en Oberá y en Misiones.

En Oberá el alcalde Carlos Fernández logró un triunfo tan rotundo que a la hora y media de haber cerrado el comicio la tendencia a su favor que mostraban las primeras mesas contadas ya era irreversible. Su sublema obtuvo el 46% de los votos. Arrasó con los diez sublemas de Juntos por el Cambio, con los tres del Frente Popular Agrario y Social, con el lema del Partido Obrero, pero también con los otros cinco sublemas renovadores, incluido el del periodista “Tony” Lindstrom que recibió un fuerte apoyo económico y mediático del estado provincial. En 2017 la renovadora y candidata de Fernández, Patricia Nittmann, precisó de la ley de lemas para quedarse con la Defensoría del Pueblo. Año y medio después el renovador Fernández no la necesitó. De hecho en diciembre, cuando asuman los nuevos concejales, su sublema tendrá 6 representantes sobre 9. Los dos tercios del Deliberante. Tendrá, como Carlos Rovira desde hace rato en el parlamento provincial, mayoría y quórum propio. Todo el poder a uno solo.

Pero no fue la primera vez que los votantes obereños hicieron eso de darle todo el poder a un intendente y con ello la chance de que haga lo que quiera. El domingo 28 de octubre de 2007 Ewaldo Rindfleisch ganó su reelección y su segundo de tres mandatos con el 37% los votos, sin la necesidad de los otros sublemas y con un dato que pocos recuerdan: distanciado de Rovira, Rindfleisch no fue el candidato de la renovación sino del Frente para la Victoria. Y arrasó con los opositores, incluidos los renovadores. El sublema de Rindfleisch (Juntos para crecer) sacó 10.532 votos, y los veinte sublemas renovadores lograron, todos juntos, 7.635 votos (el exalcalde Miguel Oliveras-y su concejal Carlos Fernández- sacó 2.416 votos, Eduardo Morales Lezica 2.085 votos y el actual gobernador Hugo Passalacqua, con el sublema “Integración ciudadana”, apenas 414 votos). La sociedad obereña le dio todo el poder al intendente Rindfleisch y no importó que ese domingo no fuera renovador. Ya sabemos que hizo Rindfleisch con ese poder.

El oficialismo misionero ha arrasado en cualquier comicio en el que se eligen autoridades. Con bonanza económica, con crisis, con ley de lemas y sin ley de lemas. Y en Oberá hubo un alcalde que recibió todos los votos sin postularse por la renovación. En las elecciones de medio término la sociedad reparte un poco más el poder. Pero cuando se trata de decidir quién va a ser el gobernador, el diputado provincial, el intendente o el concejal, no duda en concentrar todo el poder en una persona y en un partido político, sin que nadie lo pueda controlar. Es el error más peligroso y añejo que los pueblos han cometido en la historia de la humanidad.

En los feudos ser oficialista es lo más conveniente. Se pueden obtener negocios comerciales con el estado (“la patria contratista”). Acomodos propios o familiares en ese mismo estado. Titularizaciones docentes. Se recibe pauta oficial. A veces se participa del banquete. Y si no se comen las miguitas. O, por lo menos, se evita tener que enfrentarse a tipos más poderosos que uno. Refugio ideal para ambiciosos y para cobardes. Ni Misiones como provincia, una de las más pobres del país, ni Oberá como ciudad, donde falta lo más básico, son ningún ejemplo de buenas administraciones. Quién diga lo contrario debe tener algún beneficio del oficialismo o vive en un termo.

No alinearse, andar por la vida sin ser un chupamedias de nadie, no dejarse patotear por los poderosos, hacer valer los derechos, hacer un medio que investiga al poder en vez de hacerle propaganda, convertirse en un profesional que pretende hacerse una carrera por mérito y no por militar para ninguna agrupación, exige una forma de ser en el que la cabeza y los cojones tienen gran protagonismo. Es todo un esfuerzo. Es mucho más difícil que limitarse a ser una foca aplaudidora de un presidente, de un gobernador, de un intendente, de un diputado, de un gremialista o del puntero del barrio.

Hay una formación espiritual que enseña a las personas a pararse frente al poder de un modo obediente y resignado. Atraviesa a todas las clases sociales. Por eso cualquier acto de rebeldía llama tanto la atención y hasta está mal visto. Esa resignación sintetizada en la expresión “Así nomá e” da cuenta de un modo de vivir que genera un modo de gobernar. Uno en el que la justicia vendrá en la otra vida, así que en ésta poco hay que hacer ante las injusticias. San Agustín le decía a Dios “Señor, vos ocupate de lo imposible que de lo posible me ocupo yo”. Según esta versión libre de ciertos cristianos, el de arriba debe ocuparse de lo imposible y de lo posible también.

Salvo una catástrofe en la que el oficialismo no pueda pagar los sueldos, hay un voto cautivo cuyo piso es muy alto y una caja siempre disponible para persuadir al votante cuyo espíritu fluctúa entre la venta el alquiler o la permuta. Y hay una falta de educación cívica que es demoledora. Todo eso unido hace que para los candidatos opositores presentables (porque hay muchos impresentables y unos cuántos cuyo negocio es perder), ganar una elección sea una quimera. Después de más de quince años de que suceda lo mismo, y con ejemplos similares en otras provincias, todo está demasiado a la vista como para no verlo.

En el lapso que hay entre comicio y comicio hay protestas, malestar social, cortes de calle y rutas, paros, insultos vía sms, chistes contra el poder por whatsApp y emoticones de “me enoja” debajo de la foto del gobernador o del intendente en Facebook.

Pero cuando llega ese domingo en el que se decide quién va a seguir gobernando, todo lo terrible que se ha vivido y se vive en los años de la renovación es mayoritariamente olvidado. Y el espíritu acomodaticio, conformista y pusilánime, más el ignorante que ni siquiera puede conectar a los hechos que lo afectan con sus responsables polìticos, no duda en refugiarse en el placer masoquista de darle todo el poder a quién lo usará en su contra.

Es el atroz encanto de ser oficialista.[/vc_column_text][vc_facebook type=”button_count”][vc_tweetmeme][/vc_column][/vc_row]

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