Opinión

Forzosamente macristas

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Por: Walter Anestiades

Forzosamente macristas

Aquella frase de Jorge Luis Borges en el poema “Buenos Aires”- escrito en Para las seis cuerdas, un texto de 1965-, “No nos une el amor sino el espanto”, se convirtió en memorable porque define con una precisa ética y una exquisita estética lo que muchas personas han sentido, sienten o sentirán en algún momento de sus vidas.

Cuando se ven forzados a juntarse con quiénes no tienen otro vínculo que una desdicha. Como a la hora de votar autoridades, cuando cientos de miles de argentinos se ven obligados no a elegir sino a descartar.

La administración del presidente Macri logró empeorar el ya desastroso panorama económico-social que dejaron los doce años de kirchnerismo.

Una inflación anual que supera el cincuenta por ciento, índices de pobreza que exceden el treinta por ciento y un endeudamiento externo millonario para seguir por el peligrosísimo camino de gastar más de lo que se recauda, asoman como argumentos más que atendibles para pensar en opciones electorales. Y acá es dónde el peronismo, en un país donde el electorado es mayoritariamente peronista, cometió un error imperdonable.

Era la oportunidad para que el peronismo agrupe a sus mejores dirigentes, que los tiene, y arme una oferta política presentable en cuánto a candidatos y propuestas. No.

El grueso de sus dirigentes y de sus agrupaciones decidió volver a someterse, que es la palabra exacta, a los intereses de Cristina Kirchner.

No importó que el kirchnerismo les mande a “meterse la marchita en el culo” (Aníbal Fernández dixit), ni que la justicia social que convirtió a Perón en Perón haya sido meramente declamatoria para dejar a tres de cada diez argentinos en la miseria, ocultarlos desapareciendo al INDEC, y llevando a una caterva de exfuncionarios, empezando por la propia viuda de Kirchner, a la riqueza.

Con el argumento cínico de que “Cristina es la que mejor mide”, o “acá lo importante es ganarle a Macri”, volvieron a preocuparse por la pregunta incorrecta. El interrogante “¿Quién va a ganar?” debe ser reemplazado por “¿Para qué quieren ganar?”.

El día en que la sociedad se ponga más exigente y reflexiva que fanática y estúpida la Argentina va a mejorar mucho.

Pero ese día aparece lejano, de modo tal que el impresentable de Alberto Fernández aceptó ser el candidato a presidente de la “psicópata” (Alberto Fernández dixit) y, gusten o no, hoy son la única opción con el potencial caudal de votos para ganar la presidencia. Y acá hay que detenerse: a los argentinos dignos esta gente y su banda no nos gustan nada.

“La historia demuestra que la gente no aprende nada de la historia”, sentenció el filósofo Hegel. Y habrá que aprender de la historia argentina reciente.

El kirchnerismo en el gobierno, además de dejar dirigentes más ricos y una sociedad más pobre, se comportó como verdaderos patoteros de estado. Los ejemplos son tantos que si no recordás ninguno es porque viviste en un termo. Por supuesto que fanáticos hay en todos lados pero los fiscales que investigan a Macri siguen vivos.

Lavagna y Urtubey son dos dirigentes respetables. Pero sin el apoyo de las estructuras que adhieren a Cristina y su marioneta Alberto, en octubre podrán hacer poco y nada. El resto de los candidatos a presidente se debaten entre la derecha siniestra y la izquierda patética.

No es un panorama esperanzador. Claro que no lo es. Años de una decadencia que excede a Cristina Kirchner y a Mauricio Macri forjaron una sociedad muy enferma e incapaz de generar dirigentes que aglutinen en sí mismos y en sus espacios, republicanismo, honestidad e inteligencia, todo eso junto, para abordar los graves problemas de un país que no está preparado para nada. En el que los gobiernos pasan y los problemas quedan. 

Por supuesto, los candidatos y sus tartufos pregonan soluciones a la carta. Tanto los que solo saben de hacer ajustes como los que hablan como si la plata del estado la pusiera Dios. Ese es su negocio. No el nuestro.

El filósofo y escritor Jean-Paul Sartre sostenía que siempre se debe elegir y que siempre hay un mal mayor y un mal menor. Está claro que, puestos contra la pared, en agosto, octubre o noviembre “Juntos por el Cambio” representará un mal menor que Cristina Kirchner.

Aníbal Fernández, Amado Boudou (en todo el planeta hay funcionarios que se quedan con dinero, pero este se choreó hasta la maquinita de hacer dinero), Luis DElía, Guillermo Moreno y su particular prédica moral (“si alguno quiere vivir de lo ajeno que lo haga, pero con códigos”) , Hugo Moyano, Hebe de Bonafini, César Milani desapareciendo gente en la dictadura, Lázaro Báez, Cristóbal López, Dady Brieva y su “Conadep del periodismo”, Mempo Giardinelli y su propuesta de “eliminar el poder judicial”, Julio De Vido, José López y sus bolsos, el propio Alberto Fernández dándole con un caño durante una década al gobierno de su ahora candidata a vice, y el periodismo berreta y alcahuete que se autodenomina “militante”. Mamita!

Como escribió Juan José Castelli, aquél hombre de Mayo: “Si lo ves al futuro, decile que no venga”.

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