Opinión

Alguien para recordar

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Opinión por Walter Anestiades

Alguien para recordar

Este lunes 8 de julio se cumplirán seis años de la partida de Joaquín Piña. Y nos sigue costando encontrar a un misionero de estos tiempos que haya hecho más por Misiones que este catalán.

En el 2006 fue otro David que venció a otro Goliat. ¿Te acordás? Logró amalgamar los intereses de toda la oposición, nada menos, conjugarlos con los de algunos renovadores y utilizar para el bien común la influencia de las iglesias cristianas en la comunidad misionera.

El domingo 29 de octubre de aquél año el Frente Unidos por la Dignidad -con Piña de primer candidato- derrotó a Viviana Rovira, la mujer de Hugo Passalacqua, que encabezó la lista de constituyentes oficialistas.

Un viejito de lentes y de hablar pausado pudo más que las aspiraciones de Carlos Rovira de cambiar la constitución a su favor, aún apoyado por el presidente Néstor Kirchner (que había logrado la re-re en Santa Cruz y hasta habló en un acto en la Costanera de Posadas para favorecer la de Rovira).

Y, de paso, sepultó los intentos reeleccionistas de Felipe Solá en territorio bonaerense y de Eduardo Fellner en territorio jujeño. Bueno, ya sabemos que alguna vez otro viejito de túnica y lentes venció al imperio británico.

Recuerdo bien que en mi última charla con él, en Posadas, me habló de su desesperanza. Me dijo: “me gustaría que el pueblo tuviera más rechazo hacia los dictadores”.

Piña estaba adelantando en sus palabras la progresiva degeneración cívica de la sociedad misionera. El paso de la utopía de los padres fundadores de la tierra colorada a la distopía renovadora. La que le permitió a Rovira conseguir lo que buscaba desde otro lugar.

Antes de todo esto Joaquín Piña ya tenía una vida bien vivida. Antes de 1986, cuando  las autoridades eclesiásticas decidieron crear la Diócesis de Puerto Iguazú y lo designaron como el primer Obispo, pasó años en el Paraguay de Stroessner, donde aprendió bien de cerca lo que puede hacer un poder sin controles.

Se fue un día del invierno de 2013. A los ochenta y tres años de edad. Vaya uno a saber si su corazón no soportó tanta mente o al revés. Como sea, este jesuita sí conseguía con sus modos sencillos y amorosos hacernos pensar que el ateísmo es un cuento del que te dije.

Tuvimos mucha suerte de tenerlo a Piña por acá.

¿Suerte? Bueno, quizás sea como nos enseñó el escritor Edouard Pailleron. “No es suerte. Es Dios que mantiene el anonimato”

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