Opinión

La Deméritocracia

cargando anuncio

Columna de opinión por el periodista Walter Anestiades.

La Deméritocracia

El filósofo estoico Séneca, tutor y consejero del emperador Nerón, postuló que “Un mediocre jamás se recupera de un éxito”. Algo de eso les está pasando a un par de Fernández de nuestra política. A Alberto, el Presidente de la Nación. Y a Carlos, el alcalde de la ciudad misionera de Oberá. Políticos mediocres que, electoralmente, han tenido más éxito del que se merecen. Y no se pueden recuperar.

El Presidente, cuando apunta contra la denominada “meritocracia”, no está planteando una discusión ideológica o filosófica. Está siendo práctico como siempre lo fue. ¿Qué es ser un político práctico en la Argentina del siglo XXI? Es cuando un señor inescrupuloso se acomoda a las circunstancias, pretendiendo que sus descaradas contradicciones verbales y fácticas se vean no como un vicio sino como virtud. Alberto Fernández fue designado por Cristina Kirchner para ser la cara presentable que se le ofrecería a un electorado cándido y desmemoriado. Alberto se maneja como si una década de profundas críticas a todo lo que ahora elogia constituyera una simple anécdota. ¿Esperar que alguien que se mueve así sea un entusiasta del mérito? Cuidado con algunas esperanzas.

El intendente de Oberá acaba de pasar las horas más tensas de su casi lustro de mandato. Aunque la huelga de cinco días de los empleados municipales terminó de la única manera que podía: para trabajadores que no cobran ni siquiera la mitad de lo que vale hoy una canasta básica alimentaria cualquier aumento es una buena noticia. La desesperación de cobrar un salario miserable en una ciudad cuya oferta laboral es cero, volvió a ser la mejor aliada de los funcionarios renovadores. Hace veinte años el establishment obereño eligió a Ewaldo Rindfleisch porque era uno de los suyos. En 2015 esa misma “crema” de Oberá eligió a Carlos Fernández para que no levante ninguna alfombra. La sociedad que le permitió todo a Rindfleisch después votó a Fernández para olvidar. Votó para olvidar. Carlos Fernández es una buena persona y un estupendo médico. Y eso es todo.

El recorrido de los Fernández no es muy diferente del de otros apellidos de nuestra política. Hay que entender que ni Alberto ni Carlos están en la política para enriquecerse personalmente. Están en el poder por el poder mismo. Por lo que significa llegar a intendente, gobernador, diputado o presidente. Su capital político habita en sus cervicales. En un cuello bien flexible para poder girar la cabeza lo suficiente y no tener que ver lo que hacen otros. Lo sabe Cristina. Y Rindfleisch también.

Para hacer política con estos objetivos, aceptar ser garante de la impunidad de otros a cambio del progreso político propio, no se puede reclutar gente tuteada con el mérito. Se necesitan milicias curtidas en el demérito.

Así aparecen Martín Guzmán con la “sarasa” o Juan Ameri, el diputado “chupateta”, entre tantos. Es increíble que se  pierda de vista que la jefa política de Alberto es Cristina. Y que el jefe político del Carlos de Oberá es el Carlos de Posadas. Como si eso no quisiera decir nada.

Que nadie le pida al Presidente otra cosa que no pase por impulsar la impunidad de los kirchneristas porque para eso está donde está y será cuestión de los electores evaluar por qué se comieron el amague. Que nadie le pida al Intendente de Oberá ningún cambio radical porque lo votaron para hacer gatopardismo. Los obereños no pueden esperar los beneficios de ningún proyecto de ciudad porque lo que hay es solo otro proyecto de poder. La carrera política de Fernández irá para adelante. Pero Oberá se quedará donde está.

Si nuestra sociedad busca de verdad que cada uno reciba lo que merece la vienen pifiando horrible en el cuarto oscuro. ¿Qué no había opciones? Correcto, entonces a bancarse lo que vino y lo que vendrá. Y habrá que aceptar que el debate sobre el concepto de meritocracia exige una profundidad que hoy está demodé.

Hace once meses 12.946.037 argentinos consagraron a Alberto Fernández como presidente. Hace quince meses 18.520 obereños reeligieron a Carlos Fernández como alcalde de la segunda ciudad de Misiones.

“Tragan sin digerir. Ignoran que el hombre no vive de lo que engulle, sino de lo que asimila”, advierte José Ingenieros, preocupado por la educación, en “El hombre mediocre”.

Ese es el plan.

Que traguen. Sin asimilar.

Por Walter Anestiades para MisionesCuatro

Comentarios