Opinión

La paz no es la quietud

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Por Walter Anestiades

La paz no es la quietud
Ilustración de Nicolás Eugenio Aguilar

“Comprendo que en la vida, se cuidan los zapatos, andando de rodillas”

Así canta Julio Sosa en la mejor versión del tango “¡Qué me van a hablar de amor!”

Invierno de 2020. Plazas, calles y rutas de Misiones se llenaron de docentes que marchan, protestan, hacen asambleas y quieren vivir mejor. Tienen derecho a vivir mejor. Andan de pie, Julito. Caminan gastando los zapatos porque el futuro de los pibes no se negocia.

El pasado 3 de eneroStella Maris Leverberg se fue para siempre y aquellos que treparon por tener las manos rojas de tanto aplaudir al poder, más que blancas de tiza por enseñarle a los pibes, quedaron desprotegidos como nunca.

Leverberg, por años a cargo del mayor gremio docente de la provincia y dos veces electa diputada nacional, tenía carácter y una retórica sencilla pero eficaz. Eso le permitía cargarse al hombro acuerdos salariales miserables y, sin embargo, dejar a los disconformes como desubicados. Pero ahora las desdichas de la educación misionera se advierten desde los Montes Urales y ya no se las puede tapar. De hecho, mucha gente protestando contra el gobierno durante mucho tiempo, no es algo que en la Misiones del siglo XXI se haya visto todos los días.

El salario básico del docente misionero acaba de pasar, acuerdo sindical mediante, de siete “lucas” mensuales a nueve mil doscientos. Un incremento roñoso que solo puede dejar conforme a gente que deba favores. Al resto no le queda otra que gastar los zapatos.

La “pax” romana (“paz” en latín) era la que los conquistadores romanos imponían a los pueblos sometidos. Era la quietud del yugo.

Ya veremos si los docentes en lucha consiguen lo buscado. Pero no se quedan mansos y calladitos por la “concordia” impuesta.

Saben que estar en paz y quedarse quieto son dos cosas diferentes.

Muy diferentes.

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