Las sucesivas reelecciones de Carlos Rovira al frente de la Cámara de Diputados en Misiones son símbolos claros de dos cosas.

Lo primero, la fortaleza oficial, es una muestra del poder absoluto que ostenta, prácticamente sin discusión y sin despeinarse, la Renovación en la provincia.

Y lo segundo, la debilidad absoluta de la oposición; es una muestra de que quiénes llegan como opositores, o no están a la altura de discutir el poder o están cómodos en la actual situación.

Es evidente que en Misiones aún existen dirigentes que están comprometidos a discutirle el poder al oficialismo y con voluntad real de hacerlo; pero son los menos y son los que no llegan.

La mayoría de los legisladores opositores, parece que ocupa una banca de plastilina, que se amolda a las circunstancias. Es así que siempre terminan desteñidos y bien acomodados.

La elección de autoridades, está demostrado, que no influye en las urnas. Es cierto que hay que desdramatizar. Y que es una elección administrativa, con fuertes connotaciones políticas, pero administrativas a la larga.

Ahora, dicho esto: una cosa es desdramatizar la elección administrativa y otra cosa es lo que pasa después. Una cosa no implica la otra

Que lo voten a Rovira si quieren, eso no le interesa a nadie a la larga (se ve en las urnas) Pero después que legislen como se comprometieron con sus votantes durante la campaña. Eso parece que es lo que no ocurre en Misiones.

Por Eduardo Pérez para www.misionescuatro.com