Opinión

La temperatura social

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*Por Bryan Villalba. Una de las cosas que hemos permitido y se volvió costumbre a raíz de la Pandemia que nos ha atravesado, sin dudas, es el control de la temperatura corporal al ingresar a determinados sitios o lugares, como sinónimo de “control” de la enfermedad Sars-Cov2, también llamada Coronavirus –algo totalmente inconstitucional que, por cierto, nadie lo ha planteado aún-.

La temperatura social

Este método de control, aún utilizado hasta hoy, permite determinar de manera muy vaga, si una persona puede o no ser portadora del virus, al estar incluida la fiebre como uno de los principales síntomas.

Ahora bien, si esta metodología la aplicáramos al ámbito de la moral diaria de la ciudadanía, midiendo de cierta forma la temperatura social, ¿Qué detectaríamos?

Probablemente encontraríamos que la gran mayoría de los pacientes (ciudadanos) se encuentran con una temperatura corporal muy cercana a los 40º C y en aumento. Esto se debe a que una de las principales causas de esta patología se encuentra en que la moral social padece un estado de desconcierto, irritabilidad y descontento con la gestión del gobierno nacional.

Entre las causas encontramos: una presión fiscal del 48% anual sobre el ingreso; una inflación mensual del 4,7% y una anualizada del 75%, acumulando una suba del 4% en los alimentos básicos en la semana que Alberto Fernández le declaró “la guerra a la inflación”; un desempleo en aumento, donde el 7% proporcionado por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) toma como referencia a la llamada “changa”, o trabajo al realizado al menos una día en el mes, cuando la realidad es que hace dos años no se crea empleo formal en el sector privado; sumado a que los hijos de estos pacientes se fueron o buscan desesperadamente irse del país, hacen de esto una olla a presión a punto de estallar de la sociedad.

Siguiendo con el paralelismo planteado, el tratamiento profesional de esta situación, por suerte, está en manos de un famoso grupo de “especialistas en la materia”, el Presidente de la Nación y su Gabinete de Ministros, quienes en nuestro planteo vendrían a ser algo así como el Dr. Tedros y la “OMS de la Inflación”. Los mismos afirman –después de dos años de gobierno- tener finalmente la solución a este mal que nos aqueja y que tanto mal nos hace.

La principal indicación para el tratamiento sería algo totalmente nuevo y nunca antes visto: retrotraer precios, fijar precios máximos y controles de precios, perseguir a empresas, tildar de especuladores al sector privado, y un poco de terapia de tarifazos, debería servir para paliar esta situación y curar al paciente.

La verdad es que esto es como tirarle querosene al fuego, o en este caso ponerle un tapado a alguien con 40º C de fiebre; en lugar de reducirle la temperatura, le estamos causando hiperpirexia llevando a nuestro paciente directamente a la muerte.

La sociedad se encuentra en un punto de hartazgo -o continuando con nuestra analogía, “enferma”- de esta situación, más aún a sabiendas que la receta para salir de ella no funciona.

Durante los últimos 20 años en los que la Argentina ha tenido inflación desde la salida de la convertibilidad, llevamos un acumulado de 2607% de inflación a un promedio de 130% anual. Es más, desde la creación del Banco Central la inflación promedio en nuestro país ha ido en incremento, en el período comprendido entre 1935 y 1945 la inflación anual promedio era del 6%. De 1946 a 1991 con el Banco Central nacional y popular, paso al 224% con dos Hiperinflaciones en 1989 y en 1990, registrando un 4923% y un 1343% respectivamente.

El único período en el que tuvimos baja o nula inflación, el cual no se enseñan en las escuelas y universidades, motivo por el que los economistas salen de estas argumentando que la inflación es “multicausal”, fue durante la convertibilidad, 0% anual durante el segundo gobierno de Carlos Menem y -1,1% durante la efímera presidencia de Fernando De la Rúa.

La experiencia nos indica que con estos “profesionales” deberíamos extremar los cuidados mucho más que con la propia enfermedad, ya que necesariamente deberíamos denunciarlos por mala praxis y encarcelados de por vida.

Nuestra propia historia nos hace ver a muchos de estos “científicos” como alguna vez lo calificó el propio Presidente, jugando a salvar al paciente de manera totalmente imprudente y negligente. No nos dejemos caer en el mismo cuento de siempre, es hora de encomendarnos a manos de personas que realmente conozcan y no nos vendan el mismo medicamento trucho que todas las veces resulta ser peor que la enfermedad.

Lamentablemente, hoy el termómetro indica que el estallido es inminente. Debemos salir rápidamente de este mal que nos aqueja, con diagnósticos y medidas concretas y a la altura de las circunstancias. No permitamos falsos profesionales que buscan terapias experimentales para un mal que el mundo ha erradicado para siempre.

*DR. VILLALBA BRYAN

APODERADO DE LA UCEDE

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