Opinión

Los 39 escalones

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Por Walter Anestiades

Los 39 escalones

A 6.213 días de su puesta en marcha por los compañeros que mejicanearon a Perón y los correligionarios que se cagaron en Alem, el sistema feudal que rige en Misiones se entronizó a tal punto que cierta gente no comprende bien lo que pasa. Creen que la política misionera está igual. No. Está peor.

La génesis de cualquier análisis del presente o del futuro de Misiones debe empezar, sí o sí, por asumir que se vive en un esquema en el que la ley máxima es la voluntad de una persona y que de eso no deriva nada bueno. No se puede ser feliz en un feudo.

Pero está lleno de personas que pretenden que sí. Que basta con “no meterse en política” para permanecer al margen de ciertos atropellos o inmoralidades. ¡Cuánta ignorancia! Claro lo tenía el estadista Pericles cuando cuatro siglos antes de Cristo proclamó:” El hecho de que no tengas interés en la política no significa que la política no tenga interés en ti”.

Ningún habitante, ni ninguno de sus seres queridos, van a poder esquivar las secuelas que una autocracia deja en la educación, en la justicia, en el mundo del trabajo, en la salud, en la seguridad, en los espíritus, y por supuesto que en el bolsillo. Lo del poder concentrado y sin “checks and balances” no es gratis. Así ha sido siempre, así es y así será.

Sin embargo, la respuesta no es la rebeldía, sino la sumisión. No es un ánimo más jubiloso por las ganas de progresar, sino el conformismo. No es llenar el espacio simbólico de palabras indomables para el poder, sino la autocensura. No es la reacción, sino la indolencia. Y así Misiones va dejando atrás el verde de su flora, el violeta de sus flores, el rojo de su tierra, el marrón de su fauna y el amarillo rabioso de su sol. Para que todo sea el gris de la monotonía de aceptar lo que está ahí, solo porque está ahí.

Dos décadas de feudalismo lo van naturalizando todo. Incluso, que diputados que fueron votados para hacer oposición, elijan al mismo oficialista para que siga presidiendo el parlamento provincial por ¡catorce años consecutivos! Y que, lejos de ensayar algún tipo de disculpa ante aquellos que no se resignan a ser súbditos de nadie ni a darse por hechos con la vida amarrete que se les ofrece y que por eso los eligieron a ellos, pretenden que celebremos juntos el carguito que les entregan en unas instituciones cada vez más decorativas. Claro. Seguir la corriente siempre es más cómodo. Y para ir en contra se necesitan unos cojones del que no todos disponen.

¿Observaste que a muchos misioneros les incomoda hablar de Misiones? Se han visto extensas caravanas de vehículos marchando para exigir que en el país permanezcan o reaparezcan unas conductas republicanas que por acá se abandonaron hace rato. Salen a la calle y tocan bocina pero tienen una bocina selectiva. ¿O qué otra cosa es la renovación sino kirchnerismo a la misionera?

Carlos Rovira fue reelecto al frente de la Cámara de Representantes por 39 votos a 0. Con el apoyo de los levanta manos que están ahí para aplaudirlo, pero también de las manos que deberían levantarse para intentar controlarlo porque así se lo prometieron a sus electores. Hasta hace un par de años los radicales postulaban a su propio candidato. Pero ahora hasta se elogia un desesperanzador alineamiento al que llaman “consenso”. Un diputado que llegó al parlamento por la oposición pidió “desdramatizar la elección del presidente de la legislatura”. La historia reciente de buena parte de nuestro país nos enseña sobre los dramas que se padecen cuando alguien se eterniza en el poder. Creímos que el diputado ya lo sabía.

Diecisiete años después la veneración al poder no decreció nada. Por eso es que no está todo igual sino peor.

Julio Cortázar imaginaba que si hay escaleras para subir y escaleras para bajar, puede que haya escaleras para ir hacia atrás.

Parece que en la legislatura Rovira armó una escalera con 39 escalones. Y que en cada escalón puso a un diputado.

Por esa escalera no se sube ni se baja. La usa todo Misiones. Para ir para atrás.

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