Política

¿De qué sirve el sufragio?

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Por Raquel Rosario Sánchez. Escritora dominicana. Especialista en Estudios de la Mujer, Género y Sexualidad.

¿De qué sirve el sufragio?

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Por Raquel Rosario Sánchez. Escritora dominicana. Especialista en Estudios de la Mujer, Género y Sexualidad.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_single_image image=”218421″ img_size=”full” alignment=”center”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]“Ninguna mujer que se respete a sí misma debería desear o trabajar por el éxito de un partido que ignore su sexo”, decía el cartel rojo con letras amarillas. La frase es de la sufragista estadounidense Susan B. Anthony y fue pronunciada por primera vez en el año 1872. El cartel se encontraba como fondo del escenario en el salón de conferencias de la ciudad de Bath, en Inglaterra, donde el grupo de activistas feministas Woman’s Place UK , sostendrían una reunión pública sobre las implicaciones de las políticas de identidad de género, en relación a los derechos de la mujer, en el contexto de una consulta pública que el gobierno inglés abrió sobre un conjunto de reformas a la Ley de Reconocimiento de Género del 2004. El 2018 fue el año en que se celebró el centenario del sufragio (parcial) de las mujeres en Inglaterra, por lo que mensaje cobraba más fuerza para las inglesas.

Oigan qué es lo que hay: yo lo que soy es una escritora dominicana que dejó la licenciatura de derecho por la mitad, pero a mí me interesa entender, no solo el debate (o la pesadilla) del momento en relación al tema de la identidad de género y su impacto en los derechos de las mujeres dentro del movimiento feminista, sino también las implicaciones legales que esto podría acarrear para diversos países.

Campaña inglesa

En Inglaterra surgieron más de una docena de campañas políticas para hacerle frente a las propuestas del gobierno inglés, así que me uní a las dos campañas que tenían el enfoque más político y técnico. Esa noche de noviembre en Bath, subí al escenario, abracé bien fuerte a las demás ponentes y compartí mi discurso, ante una sala repleta de personas que nos miraban con alivio. Afuera se desarrollaba una protesta del colectivo trans, a pesar de que por seguridad, nunca anunciamos con antelación dónde sería celebrada la reunión. Quienes compran una taquilla para asistir al evento, se enteran el mismo día, siempre a las once de la mañana. Dentro y fuera del salón, había media docena de seguridad privada que tuvimos que contratar, más algunos policías uniformados. En el edificio de al lado, varios policías vestidos de civiles monitoreaban la situación.

A pesar de que contamos con compañeras brillantes debatiendo y argumentando todo tipo de posiciones, en relación a la temática referida, mi parte favorita durante las reuniones es cuando la audiencia toma la palabra. Todo el mundo es bienvenido, pero los hombres casi siempre guardan un silencio respetuoso, mientras escuchan nuestros argumentos. Las mujeres que agarran el micrófono explotan: se quieren desahogar expresando todos los pensamientos que les han prohibido pensar y todas las humillaciones que han tenido que aguantar por este tema.

Nos quieren comentar sobre sus experiencias. Hablan del terror que las mantenía amordazadas y de lo que les pasó en el grupo local de Facebook de su partido político, cuando se atrevieron a cuestionar el tema de la identidad de género y su impacto en los derechos de las mujeres. Casi siempre las expulsan acusándolas de transfóbicas o son sometidas a investigaciones internas sobre sus ideas blasfemas. También son expulsadas del grupo de lactancia, cuando dicen alguna frase inocua como “las mujeres que lactamos”, tildándolas de excluyentes e ignorantes.

Supresión

Las periodistas, académicas, escritoras, investigadoras, comunicadoras y congresistas que sacan la cabeza en este asunto lo tienen mucho peor, pero cada día me asombra más el nivel de supresión que sufren las mujeres dentro de sus comunidades, incluso a un nivel muy local. Lo que sea que nosotras hayamos alcanzado hasta ahora, más lo que conseguiremos en el 2019, se les debe a miles de mujeres anónimas que se han atrevido a cometer el crimen más herético al patriarcado: pensar y hablar sobre sí mismas, asumiendo que sus vidas son importantes, porque lo son.

Siempre miro con mucha atención y respeto a las mujeres que se me acercan luego de las reuniones a sabiendas de que les ha costado mucha determinación y coraje siquiera venir a nuestras reuniones. De manera extraña y totalitaria, los activistas del colectivo trans insisten en tirarles fotos a las mujeres cuando las encuentran entrando o saliendo de las reuniones “para delatarlas”.

Nunca olvidaré la reunión de Oxford, a finales de abril del 2018. Me metí en el baño a cambiarme la ropa y cuando salí, vi a un profesor de la Universidad de Oxford, simpatizante de nuestra campaña, consolando a una mujer que llevaba a su bebé en un cochecito y estaba llorando. Les pregunte qué fue lo que pasó, y me explicaron que los activistas, quienes vociferaban desde la calle con un megáfono, le habían tirado fotos a ella y a su bebé, incluso luego de que ella les pidió que no lo hicieran, ya que ella acababa de salir de una relación violenta.

No pude ni siquiera abrazarla, porque estábamos a punto de empezar y era ponente, pero recuerdo que miré este cuadro y pensé: “Esto es una locura. ¡Nada de esto es normal!”. Aquí entre nosotras, durante este año 2018, he deseado muchas veces haberme vuelto loca. Porque así todo el problema se reduciría a una sola persona, pero no. Todo esto es bastante real.

El salón

Esa noche, habíamos reservado un salón de conferencia dentro de un edificio donde por casualidad y simultáneamente, un grupo de víctimas y sobrevivientes de violación, sostendrían su terapia semanal en un salón adyacente. Las organizadoras les explicaron a los transactivistas que realizaban el boicot, que su acción les afectaba a ellas, pero estos se negaron a desarticular la protesta y a dejar de causar molestias con sus megáfonos.

Durante las dos horas que duró nuestra reunión, el aparato estuvo activo amplificando expresiones que iban desde “transfóbicas” hasta “pedófilas”.

Dos semanas antes, en Gales, habíamos reservado un salón de conferencias en un hotel. Pero los transactivistas, quienes habían comprado una taquilla para dar con nuestra ubicación, bombardearon todos los teléfonos del hotel Mercury, presionándoles para que nos cancelaran la reserva y lo consiguieron. Yo me enteré de que nos quedamos sin salón de conferencias, montándome en el tren en Brístol. Es decir, las ponentes y las mujeres íbamos de camino a una reunión que no sabíamos si tendría lugar. Afortunadamente, miles de mujeres que quizás ni se habrían enterado de que nosotras existíamos, se indignaron por la cancelación de la reserva a última hora, y se ofrecieron a ayudarnos. La reunión de Woman’s Place UK en Cardiff la sostuvimos en una escuela pública y la audiencia tuvo que sentarse en sillitas escolares.

Desde un principio la determinación ha sido clara: hacer del debate de la identidad de género y sus repercusiones en los derechos de las mujeres un tema tan tóxico y de condiciones tan áridas, que no se nos ocurra ni reunirnos para discutirlo. Yo me uní a la campaña creyendo comprender este tema, pero ahora sé que en ese entonces yo no entendía nada de nada de nada. Amerita ser analizado desde tantas perspectivas, que frecuentemente nosotras mismas nos sentimos sobrecargadas de información.

La pregunta que más me inquieta es la siguiente: ¿cómo puede un país, de esos que alega ser “desarrollado”, degenerarse a tal punto que un grupo de mujeres reunidas para dialogar sobre sus derechos ante la ley, necesitan seguridad pública y privada, para protegerse de sus aliados dentro de la izquierda? ¿Qué pasó en Inglaterra que, como sociedad, haya llegado aquí?

El Contexto Legal

La Ley que ha generado la controversia se denomina Ley de Reconocimiento de Género, pero en realidad, lo que legaliza es algo que se considera una ficción jurídica, pues se crea y perpetúa la mentira imposible de que las personas pueden cambiar de sexo. Como explica la jurista británica Julian Norman: “existen dos maneras de ser mujer ante la ley: biológicamente al nacer o legalmente al adquirir un certificado de reconocimiento de género”.

Esto, de por sí, crea un problema y nadie sabe bien cómo interpretarlo en la práctica. Sucede que permitir esa ficción jurídica entra en conflicto con la Ley de Igualdad del 2010, que considera el sexo como una característica protegida en base a que las mujeres y niñas necesitan derechos como clase social, otorgándoles una serie de excepciones para ello, y en el conflicto que se crea entre la Ley de Reconocimiento de Género y la Ley de Igualdad, se vulnera los derechos reconocidos en la Ley de Derechos Humanos del 1998, particularmente el derecho a la libertad de expresión, libertad del pensamiento, libertad de congregación y asociación.

Tanto la ley de Reconocimiento de Género como la de Igualdad contemplan la “reasignación de género” y proporcionan protecciones para evitar y sancionar la discriminación en el ambiente laboral, la vivienda y la violencia. De hecho, la ley inglesa es una de las más laxas a nivel mundial, ya que la “reasignación de género” se considera una característica protegida si la persona “propone someterse, está en proceso de someterse o se ha sometido a un proceso (o parte de un proceso) con el propósito de reasignar el sexo de la persona, al cambiar los atributos fisiológicos u otros atributos de su sexo”. Es decir, la ley actual es tan flexible que inclusive otorga el reconocimiento a las personas que están proponiendo una “reasignación de género”. Encima de ese contexto en que actualmente hay tres leyes en conflicto, el gobierno conservador inglés (con el aval de todos los partidos políticos) ha decidido añadir otra variable a la ecuación: el concepto de la autodeterminación de sexo.

Hay que preguntar en voz alta: ¿por qué la Ley de Reconocimiento de Género, una de las leyes trans más permisivas a nivel internacional, debe ser modificada, si apenas fue aprobaba en el 2004? Para contextualizar las cosas, recordemos que en Inglaterra las mujeres no pueden divorciarse unilateralmente. Usted puede ser la mujer más infeliz del país, y la Suprema Corte de Justicia ha decidido (a unanimidad) que usted debe permanecer casada con ese hombre lo quiera o no. Esta Ley de Matrimonios data del año 1973.

De la Disforia A La Identidad: Un Salto Al Sinsentido

“Es que desde el año 2004 hasta ahora han cambiado muchas cosas”, dirán los promotores de las propuestas del gobierno inglés. Y tendrán razón. La concepción de persona trans que la mayoría de las personas maneja, y en la que se han basado las leyes existentes, ha sido descartada. Ya no estamos hablando de personas con disforia de género que viven su vida presentando una expresión de género contradictoria con el sexo que quisieran tener.

Ahora el paraguas trans incluye no solo las personas transexuales y transgénero, sino también “los hombres femeninos (¿qué significa eso?), las personas bigénero, pangénero, agénero, sin género, fluidas de género, variantes de género, inconformes con su género, ambigénero, intergénero, no binario, gente que se considera en el medio, gente de género neutro, las mujeres masculinas (¿que qué significa eso?), la gente andrógina, los hombres con fetiche de vestirse de mujer ocasionalmente, los travestis y los drag queen”. Para no ser excluyente, pido disculpas a los demás 83 géneros que no incluí, por cuestiones de espacio.

Parecería un chiste, pero el argumento es bastante serio, porque lo que está siendo convertido en política pública a nivel internacional, es que no existe diferencia alguna entre una mujer y cualquier varón que exprese un conjuro mágico: “yo me autoidentifico como mujer”. Aún si esa persona tiene barba. También cuando lleva barba, saco y corbata. Y abarca incluso cuando la persona tiene barba, saco, corbata y se autoidentifica como mujer solo tres de los siete días de la semana, tal y como lo hace el ejecutivo Philip/Pips Bunce. En ese caso, Credit Suisse, una institución financiera, le distinguirá colocándole en la lista de las Top 100 Mujeres en Negocios de Inglaterra. (TRIBUNAFEMINISTA.ORG)[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_facebook type=”button_count”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_tweetmeme][/vc_column][/vc_row]

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