Durante la crisis provocada por el coronavirus, que ha acabado con la vida de más de 450.000 brasileños, la popularidad de Bolsonaro fue descenso, debido a que el mandatario minimizó su gravedad, descartó el uso de mascarillas y puso en duda la importancia de las vacunas.
Organizadas por partidos políticos de izquierda, sindicatos y asociaciones estudiantiles, las protestas del sábado en Brasilia y Río de Janeiro fueron pacíficas, pero en la ciudad nororiental de Recife la policía lanzó gases lacrimógenos y disparó balas de goma.
La mayoría de los manifestantes usaban mascarillas e intentaban cumplir con los protocolos de distanciamiento social, no siempre con éxito, mientras pedían una aplicación más rápida de las vacunas en todo el país.
El Frente “Fuera Bolsonaro” denunció que el presidente insiste en recomendar el uso de fármacos sin eficacia probada, como la cloroquina, no utiliza mascarillas y se le acusa de promover el llamado tratamiento precoz contra el patógeno sin comprobación científica.
Por tal motivo, se convocó a las manifestaciones para rechazar el gobierno de la muerte y el hambre, y pedir el impeachment (juicio político) del presidente.