Salud

Somatización del coronavirus: ¡Tengo todos los síntomas!

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Debemos aprender a tomar la «temperatura» de nuestras emociones. En el contexto actual, son muchas las personas que están empezando a somatizar el miedo y el pánico hasta el punto de experimentar muchos de los síntomas asociados al coronavirus.

Somatización del coronavirus: ¡Tengo todos los síntomas!

He perdido el olfato y el gusto. Tengo tos y creo que incluso me falta la respiración. Esta sintomatología asociada al COVID-19 la está empezando a experimentar un buen número de personas sin que tengan la propia enfermedad. No darán positivo en ningún test porque lo que están sufriendo, en realidad, es un efecto psicológico del presente contexto: la somatización del coronavirus.

Los trastornos psicosomáticos se dan con más normalidad de la que pensamos y en las actuales circunstancias su aparición será mayor. ¿La razón? En un contexto dominado por el miedo persistente al contagio, por la incertidumbre y esa angustia psicológica al «qué pasará» o «o si me infecto seguro que me ingresarán en el hospital», se configura todo un caldo de cultivo emocional para que, tarde o temprano, aparezcan síntomas físicos.

La somatización no es lo mismo que la hipocondría. La somatización no es inventarse lo que no hay, ni es fabular y aún menos, estar perdiendo la cabeza. Debemos entender que esta condición está descrita en el DSM-V (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) y que es una realidad que todos los médicos de atención primaria suelen ver a diario.

Migrañas, dolor articular, agotamiento, problemas digestivos, taquicardias, mareos… Todas estas realidades clínicas son muy frecuentes. Los pacientes los sufren, pero los desencadenantes no son otros que nuestras emociones y traumas, la ansiedad, la frustración constante… En un contexto de pandemia, no solo es normal que aparezca la somatización, es esperable.

Somatización del coronavirus: un efecto más de la pandemia

La situación casi siempre es la misma. Uno empieza a sentir tos, dolor de cabeza, cansancio, se lleva la mano a la frente y la percibe más caliente de lo normal. Lo más preocupante es cuando, de pronto, surge un peso en el pecho y parece que falte ya la respiración.

Ante estos síntomas se acude casi de inmediato a Google para descubrir algo evidente: esas características coinciden con el COVID-19. Premio, lo peor ha sucedido.

Ahora bien, lo más probable es que si esa persona se pone un termómetro la temperatura sea completamente normal. Sin embargo, el dolor de cabeza será real, al igual que la tos y ese agotamiento persistente. Porque la somatización es así, y tal y como nos explica la la neuróloga Suzanne O’Sullivan, experta en este tema y autora del libro Todo está en tu cabezacada uno de nosotros somos vulnerables a sufrirla una vez cruzamos el umbral de la angustia.

El estrés cotidiano, la ansiedad que no se maneja y se cronifica, las emociones que se hacen un nudo y no nos dejan respirar … Todo ello actúa como detonante. Todo ello pasa del plano emocional al físico en forma de cefaleas, dispepsias, trastornos respiratorios, insomnio y cansancio crónico. Y más allá de lo que podamos pensar, no es nada fácil tratar estas realidades clínicas.

En momentos de crisis aumentan los trastornos somáticos

En un estudio llevado a cabo en la Universidad de Hamburgo, Alemania, por parte del doctor Bernard Löwe, se demostró algo interesante.

Tras una investigación en 15 centros de salud donde se aplicó el PHQ-15, una escala para identificar síntomas somáticos, se pudo ver que casi el 50 % de los pacientes sufren trastornos de ansiedad. Todos ellos evidenciaban problemas psicosomáticos.

Sabemos, por tanto, que la relación entre la ansiedad y la somatización es evidente. Pero tal y como nos explica el médico francés Gilbert Tordjman en su libro Comprender las enfermedades psicosomáticasestas se desarrollan con más intensidad en épocas de crisis. Problemas en el trabajo, problemas de pareja, sufrir alguna pérdida…

Es evidente por tanto que la somatización del coronavirus sea un fenómeno casi esperable en estos momentos. 

Somatización del coronavirus ¿lo puedo estar sufriendo?

Algo que tenemos claro desde el campo de la psicología es que en el contexto actual es esencial atender también la salud mental. Estamos expuestos de manera constante a toda clase de información relacionada con el COVID-19.

Tragamos datos y no los digerimos. Vemos imágenes sin parpadear. Leemos sin filtrar. Nos ha cambiado la vida. Estamos confinados. Y lo peor de todo: no sabemos qué pasará mañana.

Toda la carga emocional que se desprende de esos procesos es inmensa. Es más, hay una realidad innegable: nunca habíamos pasado por algo semejante.

La somatización del coronavirus es un efecto más de la pandemia y lo está sufriendo mucha gente. La misma que contacta con sus centros de atención primaria para describir una sintomatología que encaja al milímetro con el propio virus.

Ante la falta de tests, es muy probable que más de una persona esté pasando por un aislamiento recomendado pensando que, efectivamente, tiene el virus. Pero tengamos claro un aspecto: la somatización puede generar dolor y cansancio, pero no fiebre. Ese es un indicio que debe ayudarnos a discriminar la presencia o no de una infección.

Atiende la «temperatura» de tus emociones

Aunque tu cuerpo no esté luchando ahora mismo ante la carga vírica del COVID-19, tu mente está batallando contra otro enemigo: el miedo. Tienes derecho a sentirlo, es cierto. Esta emoción tiene a su vez su finalidad, es verdad, la de protegernos de los peligros y mantenernos a salvo.

Ahora bien, en ocasiones, si nos dejamos llevar por la angustia más acusada, subirá la «fiebre psicológica». Los pensamientos negativos se inflamarán tomando el control de tu realidad. Llegará el pánico, llegará el dolor y toda esa sintomatología de la somatización del coronavirus.

Debemos aprender a tomar la «temperatura» de nuestras emociones para evitar que nos lleven al límite, que hagan cautivo al cuerpo y a nuestra salud.

Esta es una tarea diaria que implica una gran responsabilidad. Porque algo que sucede con los trastornos psicosomáticos es que muchas personas se niegan a aceptar que ese dolor tiene un origen emocional. Y en ciertos casos, persisten en continuar con tratamientos farmacológicos que no sirven ni ayudan.

Prioricemos nuestro bienestar emocional, nuestra salud mental.

Fuente: La Mente es Maravillosa
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