Opinión

El justicialismo misionero en su peor momento

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Desde que Néstor Kirchner, en el marco de lo que él llamaba “transversalidad”, lo sacó de la cancha para que deje de jugar y se dedique a mirar el partido desde la tribuna como simple espectador, el peronismo misionero comenzó a dejar de ser una opción de poder hasta convertirse en lo que es hoy: un sello de goma al servicio de Carlos Rovira, cumpliendo el rol de triste segundón de la renovación.

El justicialismo misionero en su peor momento

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Desde que Néstor Kirchner, en el marco de lo que él llamaba “transversalidad”,  lo sacó de la cancha para que deje de jugar y se dedique a mirar el partido desde la tribuna como simple espectador, el justicialismo misionero comenzó a dejar de ser una opción de poder hasta convertirse en lo que es hoy: un sello de goma al servicio de Carlos Rovira, cumpliendo el rol de triste segundón de la renovación.[/vc_column_text][vc_single_image image=”191621″ img_size=”full” alignment=”center”][vc_column_text]La mayoría de sus dirigentes, y de sus militantes, no presentaron batalla. Peor aún. La mayoría se unió a la renovación como si ser renovador y ser peronista fuera lo mismo. De hecho el presidente del sello, el abogado obereño Rafael Pereyra Pigerl, le imprimió un meteórico ascenso a su carrera política denunciando algunos de los tantos desaguisados del renovador Ewaldo Rindfleisch en Oberá. Específicamente en la estratégica CELO, en la que Pereyra Pigerl llegó a comandar un proceso de saneamiento que continúa. Pero terminó contradiciéndose y mal. Ahora, como diputado provincial aliado al oficialismo, tiene el mismo jefe político que Rindfleisch.

Es llamativo que la maquinaria electoral más potente que la Argentina tuvo en los últimos setenta años y la que gobernó Misiones durante dieciséis consecutivos (1987-2003), ahora muestre una diáspora de sujetos que intentan salvarse de modo unilateral y que le rinde pleitesía a Carlos Rovira, un gobernante que no puede mostrar, precisamente, avances en la justicia social que convirtió a Perón en Perón. Cientos de chicos y adultos misioneros, subsumidos en una indignante marginalidad, necesitan urgente de peronistas en serio.

El affaire de los cuadernos de la corrupción en la obra pública durante el kirchnerismo, de la que la renovación fue un socio que hoy padece Alzheimer, tiene al misionero-y renovador-Oscar Thomas, como el único prófugo de la justicia y con pedido de captura internacional. Muchos de los autodenominados peronistas, que tienen el tupé de llamarse entre sí “compañeros” (?), sobre tamaño bochorno, no abren la boca ni para bostezar.

Se puso de moda entre los justicialistas locales criticar únicamente a Macri y al gobierno nacional. Molesta toda corruptela, pauperización salarial, injusticia o pobreza que ocurra a mil kilómetros de distancia. De lo que hay en Misiones, y hay mucho de todo eso, no dicen ni una oración.

“SI un gobierno le roba a Pedro para pagarle a Pablo, siempre contará con la ayuda de Pablo”, acertó George Bernard Shaw.

Nostalgias de un peronismo misionero que era otra cosa. Cuando no estaba lleno de Pablos…[/vc_column_text][vc_column_text][bctt tweet=”El justicialismo misionero en su peor momento” username=”misionescuatro”]

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Walter Anestiades

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