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Cuarenta días: el periodo ideal para realizar una práctica diaria de transformación

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La cuarentena como una oportunidad para establecer una práctica y cultivar hábitos por 40 días.

Cuarenta días: el periodo ideal para realizar una práctica diaria de transformación

De acuerdo con ciertos registros, el término “cuarentena” cobró popularidad durante los años de la peste negra en Europa, específicamente en el puerto de Venecia, donde los barcos eran aislados por quaranta giorni (cuarenta días). Sin embargo, mucho antes que esto, desde tiempos de los primeros textos incorporados al Antiguo Testamento, se habla ya de ciertas formas de aislamiento impuesto para combatir la lepra. Por otro lado, en India se practica también el aislamiento –o distancia social–  al menos desde hace unos 3 mil años, específicamente cuando una persona nace o una persona muere, en este caso ligado sobre todo al tema omnipresente de la pureza en las sociedades brahmánicas.

El término cuarentena tiene también otra connotación en el cristianismo y en tradiciones místicas relacionadas como la alquimia. Hace referencia directa a los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto, periodo durante el cual resistió las tentaciones de Satán y el cual es considerado esencial en su asunción como el Mesías prometido. Es decir, se considera el periodo en el que asumió plenamente su condición de redentor o su condición de maestro espiritual. 

En la liturgia cristiana y particularmente católica, estos cuarenta días pasaron a conocerse como “cuaresma” e, igualmente, practicarse como un tiempo de penitencia anterior a la celebración de la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo.

El número 40 tiene una importante connotación también en el judaísmo. 40 es el término general para distinguir un periodo de tiempo de otro.  En la historia del diluvio, la lluvia cae 40 día sobre la Tierra.

Los reyes judíos reinan por 40 años. Moisés, como Jesús, pasó 40 días en el Monte Sinaí, justamente en lo que podemos llamar su proceso iniciático al más alto misterio espiritual.  Por supuesto esto se traspasa al cristianismo, donde la resurrección y la ascensión tienen 40 días de diferencia. Y es muy relevante que la Cuaresma –que comienza el Miércoles de Ceniza– ocurre 40 días antes de la Pascua, o el tiempo pascual, esto es, el paso hacia el estado espiritual de la resurrección. 

Se podrían citar otros ejemplos más, pero el punto queda claramente establecido. Y es de aquí que sea común realizar “trabajos” o “prácticas” por 40 días con el fin de alcanzar un estado de purificación o transformación espiritual. Es posible incluso que esta misma relación de 40 días con un proceso espiritual o con un proceso completo (posible renovación) haya sido una de las fuentes de la cuarentena establecida específicamente como aislamiento.

Aunque es un tanto especulativo, es posible que esta cifra de 40 días tenga que ver con ciertos ciclos del cuerpo y posiblemente también con el periodo en el que los hábitos se consolidan.

Realizar una acción repetida o constantemente durante 40 días parece ser algo factible, no demasiado difícil, pero a la vez con una cantidad suficiente de tiempo para entrenar y programar el cuerpo y crear así una inercia positiva; en otras palabras, un desafío que de cumplirse puede generar una importante satisfacción. 

El ser humano en realidad no es más que un conjunto de hábitos que se van cristalizando y osificando. Cabe recordar en este sentido que “meditación” en la cultura india (y en sus ramificaciones) tiene el significado fundamental de cultivar hábitos para transformar la mente (bhavana). Meditar, en este sentido, no es más que “habituarse”, siguiendo una visión virtuosa de la realidad. 

La cuarentena que millones de personas deberán de realizar en estas fechas es obviamente la condición ideal para realizar una práctica que puede transformar la actitud general de una persona y permitirle desarrollar herramientas internas para lidiar con momentos como el actual, quizá directamente con un propósito espiritual, como meditar o rezar, pero también puede hacerse con casi cualquier cosa: lo importante es que sea orientada a trabajar una parte de la mente. Por ejemplo: escribir todo los días una cuartilla, tocar el piano todos los días, leer un poema diariamente, etc.

Lo fundamental es repetir en lo esencial la misma acción sin faltar, idealmente algo que sea muy significativo y que sea un reto para la disciplina. 

La finalidad de este ejercicio, sobre todo en el caso de aquellos que no tienen ninguna práctica, es permitirles encontrar ya sea su práctica ideal para entrar en un estado de contemplación y conexión con su propio ser, o permitirles probar un poco los beneficios que la habituación positiva tiene así como brindarles la confianza para que puedan seguir probando hasta encontrar la práctica ideal. 

Una persona sin una “práctica” es en gran medida víctima de las oscilaciones de la sociedad de masas y se encuentra indefenso ante los vientos cambiantes del mundo.

Fuente Pijama Surf
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