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Pussy Riot: “El feminismo argentino nos inspiró mucho”

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Nadya Tolokonnikova habla desde algún lugar en el mundo.

Pussy Riot: “El feminismo argentino nos inspiró mucho”

Antes, mucho antes, de ser la enemiga pública número uno de Vladímir Putin, Nadya Tolokonnikova era una alumna ejemplar. Todavía iba al colegio, sacaba las mejores notas y su profesora de Física dijo adelante de todo el aula: “Miren a Nadya lo inteligente que es, algún día va a llegar a ser Primera Dama”. De alguna forma, el comentario avivó en ella una llama que se había encendido cuando a los ocho años encontró un libro feminista en su casa y su padre, un activista por la libertad de prensa durante la Perestroika, le daba para leer revistas políticas que no comprendía. “Mi maestra me dio a entender que no podía aspirar a ser presidenta, como mucho podía llegar a ser ‘la mujer de'”, explica la fundadora de Pussy Riot desde algún lugar del mundo que prefiere no dar a conocer por cuestiones de seguridad.

La precaución no es exagerada: desde que se convirtió en activista, Nadya fue arrestada más de 20 veces y estuvo detenida en una cárcel en Siberia entre 2012 y 2013, luego de que con las Pussy Riot realizaran una performance en una catedral de Moscú. Desde entonces, toma antidepresivos todos los días para combatir la ansiedad y la paranoia que le genera la persecución policial. “Tuve que aprender a convivir con el miedo”, cuenta. “Sé que puedo volver a la cárcel en cualquier momento y estoy en paz con eso, aunque sepa lo duro que pueda ser volver a experimentar una cosa así. No es fácil, pero aprendí que este es mi camino y no voy a abandonarlo por esos temores”.

Al mismo tiempo que leía textos feministas y se preparaba para ingresar a la facultad, Nadya, nacida en 1989, escuchaba bandas de punk ruso y a una cantautora de pop rock llamada Zemfira, de quien tomó la forma de escribir “expresando ideas y sentimientos complejos en palabras y formas simples”, recuerda. “Y, bueno, también escuchaba a Slpiknot… como todos en esa época”, se ríe. Después de haber formado parte del colectivo activista Voina, Nadya y Yeakterina Samutsevich comenzaron a dar forma a Pussy Riot en 2011 sin demasiadas pretensiones. “No veía un futuro a la largo plazo para nosotras”, recuerda Nadya. “Pensamos que el proyecto iba a durar un año, como mucho, e íbamos a movernos hacia otra cosa…”.

Hoy, Pussy Riot es un movimiento feminista internacional con base en países de todo el mundo. Nadya, de hecho, afirma que cualquiera puede autodenominarse parte del colectivo, aunque ella no sepa quiénes son y en algunos casos no comparta el accionar. “Como mucho, puedo manifestar públicamente que no estoy de acuerdo con lo que promueven, pero no soy quien para negarle a alguien su derecho a llamarse Pussy Riot”, explica. Así de libre, así de anarquista, así de global.

Pero llegar a tener ese estatus no fue fácil. Su primer gran golpe de masividad les llegó en 2012, cuando tocaron la canción “Putin Has Pissed Himself” (“Putin se ha meado encima”) en la Plaza Roja de Moscú. Los medios empezaron a buscarlas para hacerles notas y Nadya recuerda haber dado entrevistas durante una semana entera, desde la mañana hasta la noche. “Tuvimos que parar porque no nos dejaba tiempo para preparar la próxima acción”, se ríe.

Y esa próxima acción fue nada menos que el copamiento de la catedral. El 21 de febrero, un puñado de ellas, con las caras totalmente cubiertas, ingresaron a grabar un video para su canción “Punk Prayer” (“Plegaria punk”). La acción, se suponía, no iba a generar demasiado revuelo. Eligieron un horario en el que la iglesia se encontrara vacía para no interrumpir ninguna misa ni alterar el orden y los guardias que estaban allí las echaron del lugar sin arrestar a ninguna. “No le importó mucho a nadie”, confiesa Nadya.

A los pocos días, sin embargo, un amigo la llamó y le dijo que pusiera el noticiero: el asunto se había vuelto una cuestión de Estado y ya había pedido de captura. “Estuvimos una semana como fugitivas, sentíamos todo el tiempo que la policía estaba detrás de nosotras”. Durante una semana, las Pussy Riot vivieron en la clandestinidad. Cada vez que tenían que hacer un llamado telefónico, se iban de sus refugios, tomaban el subte hacia cualquier lugar, un mínimo de tres estaciones, y recién ahí prendían sus celulares, se comunicaban, lo apagaban y volvían a esconderse. “Así evitábamos las geolocalizaciones”, explica.

El 3 de marzo de 2012, la policía finalmente las arrestó y allí comenzó el suplicio (y también la fama) para ellas. “La mente humana funciona de las maneras más extrañas”, dice Nadya. “Cuando estás en una situación tan de mierda no tenés ni tiempo de tener miedo, es como si no tomaras dimensión y se activara algo en tu psiquis que te hace actuar de una manera tranquila. Los policías nos decían todas las barbaridades que te puede decir un policía sexista y podíamos sentir que se descargaban así porque estaban muy presionados por encontrarnos; la cuestión se había vuelto muy mediática. No sé si pensaban que éramos unas idiotas o unas genias”.

En su paso por la cárcel, Nadya intercambió correspondencia con el intelectual Slavoj Zizek que dio como resultado el libro Comradely Greetings: The Prison Letters of Nadya and Slavoj.

El hostigamiento por parte de Putín no ha bajado desde entonces para las Pussy Riot. Solo en el último año, fueron detenidas en tres ocasiones por grabar videoclips y realizar sesiones de fotos en lugares privados que ellas mismas alquilaron. “Nos damos cuenta de que nos espían porque sabían siempre cuáles eran nuestros planes, salimos de hacer las fotos y había tres patrulleros esperando afuera”, cuenta Nadya. “No violamos ninguna ley en ninguna de esas oportunidades, pero nos dijeron que estábamos promoviendo la homosexualidad. En Rusia hay una ley en contra de la propaganda gay… como si la homosexualidad fuese algo que se puede promover. Podés ir preso por un tuit, por algo que escribís en Facebook e incluso por compartir una canción que sea considerada extremista”.

Así y todo, las Pussy Riot, diseminadas por todo el mundo, se mantienen más activas que nunca. En el último tiempo, estrecharon su vínculo con América latina gracias a la gira en 2019 que las trajo por primera vez a la Argentina, y del encuentro con artistas y activistas de la región surgió “1312”, su canción más reciente, que incluye un manifiesto escrito por la mexicana Wendy Moira y feats de tres traperos argentinos: Dillom, Muerejoven y Parcas.

El tema, que combina punk, voces guturales y flow, fue inspirado en la represión policial durante las protestas en Santiago de Chile el año pasado y su título es la referencia numérica a la sigla A.C.A.B (All Cops Are Bastards, en español: “Todos los policías son unos bastardos”). En un mundo convulsionado, “1312” se resignificó de inmediato por haberse publicado, de casualidad, el mismo día que en Minneápolis un policía asesinaba en la vía pública al afrodescendiente George Floyd.

Pero la conexión regional no se agota en esa colaboración. “El movimiento feminista de la Argentina nos inspiró mucho”, afirma Nadya. “El 80% o más de las mujeres que fueron a nuestro show tenían pañuelos verdes y antes del show tuvimos un encuentro con defensoras de los Derechos Humanos, Sentí que, por mis experiencias en Rusia, podía relacionarme con lo que las activistas estaban sufriendo en Latinoamérica. Compartimos la misma lucha con México, Brasil, la Argentina y Chile, y para nosotras es como volver a nuestras raíces. Por más que sean lugares muy distantes de donde crecí, seguimos muy de cerca todo lo que hacen el Subcomandante Marcos y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional; es por ellos que usamos pasamontañas”.

En el futuro cercano, las Pussy Riot pretenden editar más canciones que inspiren a la gente a movilizarse (“Ya hay otras personas haciendo música para enfiestarse”, se ríe Nadya) sin prestar demasiada atención a la censura. “La legislación en Rusia no tiene lógica, se creen los más poderosos pero su sistema educativo no es bueno y el de salud apesta. La forma en la que persiguen activistas es totalmente aleatoria, podés pasar 5 años en la cárcel por una canción o que no pase nada por una que es igual. Te meten preso para que sirva de ejemplo, para que tengas miedo de hacer algo parecido”.

Como sea, las decisiones las toman como cualquier grupo de mortales en cuarentena: “Nos reunimos por Zoom, a veces para hablar de cosas específicas y otras solo para emborracharnos”.

Como colectivo, las Pussy Riot esperan que este aislamiento sea ejemplo de solidaridad global. “Ojalá pueda ser traspolada a la lucha por las desigualdades económicas y la crisis ambiental”, dice Nadya. “Para problemas globales necesitamos acciones globales y ser solidarios entre todas las naciones. Ahora vemos como los gobiernos tratan de proteger a la gente del coronavirus, queremos ver que a partir de ahora hagan lo mismo con todo. Como activista, mi deber es recordarme que estamos viviendo una situación de mierda, alejados de todas las emociones lindas como un abrazo, pero no podemos dejar que el aislamiento nos separe. Es nuestra responsabilidad que el accionar se mantenga vivo, por más que no podamos vernos sí podemos meter presión, que no sientan que pueden hacer lo que quieran porque estamos encerrados. Tenemos que estar listos para actuar cuando haya oportunidad para hacerlo.

Como buena anarquista, ¿sos optimista sobre el futuro de la humanidad?
Siento que hay gente joven que está luchando por formas de vivir sustentables, verlos a ellos me da esperanzas. Si logramos no autodestruirnos en los próximos diez años, entonces sí, soy optimista.

Nota extraída de Silencio.com.ar

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