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El tatuaje en la Argentina es una tendencia sin edades

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El tatuaje se convirtió durante los últimos años en una fuerte tendencia a nivel mundial y en la Argentina el número de personas con sus cuerpos tallados en tinta creció exponencialmente, en una franja que va desde los 18 a los 70 años.

El tatuaje en la Argentina es una tendencia sin edades

[vc_row][vc_column][vc_column_text]El tatuaje se convirtió durante los últimos años en una fuerte tendencia a nivel mundial y en la Argentina el número de personas con sus cuerpos tallados en tinta creció exponencialmente, en una franja que va desde los 18 a los 70 años.[/vc_column_text][vc_single_image image=”130068″ img_size=”full” alignment=”center”][vc_column_text]Cuando Mariano Antonio, uno de los tatuadores más reconocidos del país y el elegido por las celebridades, se inició en el oficio en los noventa el tatuaje era algo tabú, pero hoy “sos raro si no tenés uno”, le dice a Télam Tendencias, en la oficina de uno de sus locales en Recoleta.

Basta con salir a la calle, levantar la mirada y encontrar a simple vista a una persona con alguna parte del cuerpo tatuada, situación que se replica en todos los ámbitos y en todos los estratos sociales.

De aquellas épocas en las que el tatuaje era para los “raros”, muchos porteños, como Sol, recuerda la fuerte impresión que les causaba cruzarse en la calle Florida con el “hombre tatuado”, con sus ojos como única parte del cuerpo libre de tinta.

El “hombre tatuado” es Alberto Fornés, alias “El Mago”, un personaje muy particular que sueña con que su cuerpo termine apareciendo en el libro Guinness de los récords.

Sin contar “El Mago”, Sol tenía claro que de todos modos jamás se expondría a una aguja que le dejara una marca indeleble en la piel.

No la asustaba el dolor sino llevar esa marca para siempre, cómo se iba a ver con los vestidos de fiesta y qué pasaría cuando fuera una mujer mayor.

Sin embargo, 20 años después, pisando los 40, espera ser atendida para hacerse su segundo tatuaje: el primero fue una tobillera y ahora va por un gran mandala en la espalda.

“Antes nos tatuábamos para ser diferentes. Hoy la gente se tatúa para poder pertenecer. Esa es la diferencia”, subraya Antonio, quien en 27 años de profesión experimentó los cambios y la aceptación que fue teniendo el tattoo en la Argentina.[/vc_column_text][vc_media_grid element_width=”6″ grid_id=”vc_gid:1505135266472-b76b2e43-dbc0-7″ include=”130065,130066″][vc_column_text]Antiguas culturas ya recurrían al tatuaje usando las espinas de las plantas y los pigmentos vegetales, aunque estudios de 2015 demuestran que este arte era más antiguo de lo que se creía.

Ötzi, una momia con 61 tatuajes incrustada en el hielo glacial de los Alpes, que data del año 3.250 AC, es hasta ahora el ejemplar más antiguo del que se tienen pruebas.

Ríos de tinta corrieron desde aquel entonces hasta los viajes del capitán James Cook, que llevó a Occidente las primeras noticias contemporáneas sobre tatuajes desde su viaje a Tahití y Nueva Zelanda en 1769.

Poco después el tatuaje viviría una época de oro en Gran Bretaña, donde la alta sociedad victoriana, sobre todo las mujeres, los adoptaron orgullosas.

Incluso, hay versiones que aseguran que la reina Victoria tenía tatuado un tigre de bengala luchando con una serpiente.

Sentado en uno de los antiguos sillones de capitoné en cuero negro que tiene en su oficina, donde pasa casi ocho horas y seis días a la semana, Antonio cuenta que antes las gente pedía tatuajes en zonas ocultas y hoy un pibe, ya en la primera sesión, quiere todo el brazo entintado.

Su primer contacto con el tatuaje fue a los siete años, durante un verano en los karting a pedal de la rambla marplatense, donde el chico que lo acomodó exhibía orgulloso sus brazos tatuados.

Su curiosidad hizo que le preguntara cómo se había hecho eso y tras regresar de las vacaciones probó la receta: tinta china y aguja.

“Me dolió mal y me dije: ´esto no es para mí´. Veinte años después me encontré con el tatuaje en mi vida y ya tengo 45 y vivo de esto”, afirma rodeado de los objetos que más le gustan, como las antigüedades, maquetas de autitos y guitarras de leyendas del rock que cuelgan de las paredes .

Una encuesta de 2004, publicada por la Academia Americana de Dermatología, reveló que el 36% de los estadounidenses entre 18 y 29 años tenía algún tatuaje, mientras que de 30 a 40 la cifra era del 24% y de entre 41 y 51 años, un 15%.

En septiembre de 2006, el Centro de Investigación Pew llevó a cabo una encuesta telefónica que encontró que el 36% de los estadounidenses entre 18-25 años, 40% de los 26-40 y 10% de los 41-64 tenía un tatuaje.[/vc_column_text][vc_single_image image=”130064″ img_size=”full” alignment=”center”][vc_column_text]Concluyeron que los millennials (la generación nacida entre 1980 y 2000) no tienen miedo de expresarse a través de su apariencia, y que los tatuajes son la forma más popular de auto expresión.

La demanda de tatuajes creció muchísimo en los últimos diez años pero también se incrementó la oferta y no siempre es buena.

Para Nano, de Ponto Tattoo, el aumento de la cantidad de gente que se tatúa “es gigante” y coincide con Antonio en que cada vez hay más tatuadores.

“Las técnicas evolucionaron un montón. Se desarrollaron más las tintas y las agujas para tatuar. Además internet ayudó un montón a la difusión”, recalca.

Es que redes sociales como Instragam ayudan a naturalizar los tatuajes gracias a que actores, estrellas de rock, modelos, jugadores de fútbol e “influencer” suben sus fotos.

“Todo el mundo tiene ídolos que se tatúan algo y -según Nano- eso hace que el tatuaje se empieza a sociabilizar y a aceptar”.

En esa sociabilización también entra el rango etario, que se hizo mucho más amplio y se convirtió en algo más normal que los tatuadores atiendan gente de 70 y de hasta 80 años.

También en los últimos años las mujeres comenzaron a tatuarse igual que los hombres, mientras que distintos estilos y tendencias conviven en armonía dentro el mundo del tatuaje.

La acuarela, el tradicional americano, el maorí, el tradicional japonés, el hindú, el geométrico o el realismo abstracto se llevan por igual y, en ,menor medida, porque provoca más dolor, el blackwork.

Nano, tatúa hace cinco años, se especializa en Hand Poke, una técnica artesanal que se hace a mano y consiste en tatuar punto por punto.[/vc_column_text][vc_single_image image=”130076″ img_size=”full” alignment=”center”][vc_column_text]

Esta técnica le permite hacer líneas muy finas, trabajos súper detallados y paisajes ínfimos sobre la piel, una de las razones por la que el 80 por ciento de sus clientas son mujeres.

Según Nano, el nivel de los tatuadores ha mejorado en los últimos años y cada vez hay más artistas plásticos que se pasan del pincel a la aguja y eso enriqueció ayudó a que la gente se anime más.

“Si tenés aptitud artística, base de dibujo, habilidad manual, los tiempos se acortan. Con corazón, cabeza y mano -sentencia Antonio- sacás algo bueno”.[/vc_column_text][vc_facebook type=”button_count”][vc_tweetmeme][vc_column_text]Télam / vm.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][/vc_column][/vc_row]

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