En apenas unos meses, Iker Muniain pasó por todo en San Lorenzo: firmó camisetas en su llegada, brindó charlas con juveniles, marcó goles, fue aplaudido y ovacionado, también visitado por la barra brava y ahora le tocó ser silbado, al igual que todos sus compañeros tras la durísima derrota 1-0 frente a Tigre en un Nuevo Gasómetro que fue lo más parecido a una olla a presión.
Es que no solo hay problemas dentro del campo de juego, sino también afuera. El club está hundido en una delicada situación económica y debe mucho dinero, principalmente al plantel profesional. “Una situación casi terminal”, expresó el presidente Marcelo Moretti antes de los incidentes y destrozos en las inmediaciones del estadio.
Por si fuera poco, los resultados no se vienen dando: perdió cuatro de las últimas cinco fechas de la Liga Profesional (solo empató con River en el Monumental) y no clasificó a ninguna copa para 2025. El último tropiezo con el Matador fue la gota que rebalsó el vaso. Apenas se escuchó el silbatazo final, una ensordecedora silbatina bajó de las tribunas del Bidegain.
Muniain no pudo ocultar su angustia por este momento futbolístico y agachó la cabeza, aunque solo unos segundos. Rápidamente hizo valer su chapa de capitán, rol que le otorgó Miguel Ángel Russo apenas asumió como DT: cuando los jugadores se estaban yendo rumbo al vestuario, los reunió en el círculo central y los obligó a quedarse mientras toda la cancha los insultaba.
También se tapó la boca con la mano y les dijo varias cosas que no fueron tomadas por las cámaras de la TV. Un gesto de respeto hacia la gente azulgrana y para demostrar que al Ciclón no le resbala el juicio que se hace en los tablones. Con el torso desnudo, ya que le había regalado su camiseta y dado un abrazo a un pequeño que se había filtrado en el verde césped, el experimentado volante vasco emprendió rumbo hacia la salida y sufrió el agravio generalizado, informó el portal TyC Sports.
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