A las 21, entró la banda. Una banda de rock integrada por Brian Figueroa y Julián Kanevski (guitarras), Mariano Dominguez (bajo), German Wiedemer (teclados) y Andrés Calamaro (guitarra y teclados). Todos juntos a tomar sus instrumentos y salir al ruedo a bancar con el cuerpo, la inspiración y el virtuosismo de las canciones. Ya el nombre de la gira lo anticipaba: Agenda 1999. El repertorio del show, centrado en las canciones del inspirado álbum doble Honestidad Brutal, fue un despliegue de la versatilidad compositiva de la obra del Salmón. A las canciones de indudable repercusión popular se le sumaron muchas canciones que no suelen formar parte de las presentaciones en vivo de Calamaro.
El riff de Kashmir de Led Zeppelin abrió el fuego para dar lugar a El día de la mujer mundial. Así, siguieron: Para que, Cuando te conocí y Más duele del álbum liminar de fin de siglo. El primer corte con el álbum Honestidad Brutal fue con A los ojos, el track que inicia primer álbum de Los Rodriguez en el año 1991. Después siguieron perlas perdidas en la extensa producción de canciones que nos ha regalado Andrés como Eclipsado, Las heridas, All need is pop de El Salmón y Los Aviones con su coda citando a Cheo Feliciano. Hubo tiempo para un homenaje más: Roots, Rock Reggae de Bob Marley. Es que las canciones se conectan en un universo paralelo desde donde cada artista establece y ofrece el mapa de su sensibilidad. En la elección del paisaje a recorrer, Calamaro priorizó su visión, su compromiso con el arte de componer. “No son canciones fáciles de cantar” dijo después de las sentidas versiones de las dylanianas No tan Buenos Aires (“tratando de cambiar emoción por canción”) enganchada con Clonazepán y Circo. La alquimia entre el artista y su gente tuvo muchos momentos altos y conmovedores a lo largo del show, así se vivió, por ejemplo, con Crímenes Perfectos y Alta Suciedad.
El final del set list fue de una contundencia abrumadora a través de Tuyo siempre, Flaca y Paloma. Los bises se iniciaron con Estadio Azteca y cerraron con ese profundo homenaje a quienes ya no están – incluido en La Lengua Popular – llamado Los Chicos. De esta manera, poco más de cinco mil personas, después de casi dos horas, escucharon respetuosamente y – alternativamente – cantaron a voz en cuello las letras y melodías que formaron parte de su vida.
Después de la lluvia, de la expectativa, con un anfiteatro colmado y efusivo, en una noche perfecta, Andrés Calamaro volvió a demostrar en el Anfiteatro Manuel Antonio Ramírez, en Posadas, Misiones, que en el arte de hacer canciones es un sabio creador de experiencias vitales inolvidables. En la torre de la canción su lugar ya está asegurado.