“La experiencia que tenemos trabajando en el hospital es única”, afirma Schwarz. “Es algo que se siente todos los días con los chicos, especialmente en las situaciones vulnerables en las que se encuentran. Ver cómo cambian su energía al entrar en el aula es muy gratificante. Nos hace sentir muy bien.”

El trabajo en la escuela hospitalaria implica adaptar constantemente las actividades educativas según las necesidades y el estado de salud de cada niño. “Siempre adaptamos las actividades. Primero recopilamos datos sobre el diagnóstico y luego diseñamos una actividad específica para trabajar con el niño en ese momento, aunque contamos con una planificación anual con muchas actividades para todos los grados”, explica.

La docente destaca que el entorno hospitalario presenta un desafío y una oportunidad singular. “Es una escuela dentro del hospital, pero a la vez, es una escuela diferente de la que los niños conocen habitualmente. Esa diferencia en la experiencia educativa cambia mucho para ellos”, señala.

Con cinco años en esta modalidad, Schwarz y su equipo trabajan en función del espacio disponible en el hospital y la cantidad de niños internados. Además, extienden su labor al ámbito domiciliario, brindando educación a los niños que no pueden asistir al hospital. “Lo más complicado es desprenderse de la situación del niño, especialmente cuando enfrentan enfermedades oncológicas”, confiesa.

La labor de Schwarz y su equipo es un testimonio del impacto positivo que la educación puede tener en la vida de los niños en momentos de gran vulnerabilidad.