Según Núñez, el duelo puede considerarse como parte integral de la existencia humana. Destacó que las pérdidas experimentadas a lo largo del ciclo vital adquieren diferentes significados, desde las pérdidas relacionadas con las relaciones hasta las vinculadas al crecimiento personal, como la transición de niño a adolescente y de adolescente a adulto.
En su reflexión, Núñez planteó la complejidad de definir la adultez, señalando que a menudo nos enfrentamos a desafíos emocionales y espirituales mientras intentamos comprender y asumir plenamente nuestra identidad como adultos. Describió este proceso como algo difícil, con la persistencia de un espíritu rebelde heredado de la adolescencia.
En el contexto del duelo, Núñez destacó que este no se limita únicamente a la pérdida de seres queridos, sino que puede manifestarse en diversas formas, como cambios laborales, transformaciones físicas o renuncias significativas. Subrayó que el duelo es un proceso psicológico que requiere tiempo y no puede ser forzado ni acelerado.
El psicólogo hizo hincapié en la complejidad de identificar lo que realmente se pierde durante el duelo, señalando que a menudo no comprendemos completamente el alcance de la pérdida hasta que nos sumergimos en el proceso. Destacó que el duelo no solo implica la pérdida de algo, sino también la adquisición de nuevas perspectivas y experiencias.
Núñez abordó la idea de la identificación durante el duelo, destacando cómo este proceso implica una conexión profunda con lo que se ha perdido y cómo se refleja en nuestra propia identidad. Además, resaltó que la intensidad del duelo puede variar según la naturaleza de la pérdida, siendo el duelo de la adolescencia uno de los más estudiados.
En la conclusión de su columna, Núñez ofreció perspectivas valiosas sobre el tiempo y la intensidad afectiva asociados con el duelo, subrayando la importancia de reconocer y permitirse ciertos síntomas durante este proceso, especialmente en función del tipo de pérdida experimentada.