Andino, quien proviene de una familia de boxeadores, reveló que su conexión con los guantes se estableció desde temprana edad. “No me costó. Toda mi infancia estuve alrededor de los guantes”, comentó con nostalgia el púgil. Su amor por el deporte lo llevó a explorar otras disciplinas, como el fútbol, que practicó hasta los 15 años, simultáneamente con el boxeo.

El punto de inflexión en su carrera llegó con la oportunidad de participar en un torneo interbarrial en Posadas. Desde allí, ascendió paso a paso, ganando títulos provinciales y forjándose un nombre en el mundo amateur. Sin embargo, el salto a lo profesional presentó nuevos desafíos. “No dejé pasar la edad, y como no tenía rivales aquí, me fui para Buenos Aires, Corrientes y Paraguay”, explicó.

A los 19 años, Guillermo Andino obtuvo la aprobación de la federación para convertirse en boxeador profesional. Desde entonces, su carrera fue una sucesión de desafíos y logros. “Nunca vi cómo mi familia se ponía cuando peleo, pero me dicen que mi mamá siempre fue tranquila”, compartió el boxeador, destacando el apoyo inquebrantable de su familia.

Guillermo Andino, junto a su hermano Javier, también boxeador, se distingue por su enfoque estratégico en el ring. “Él es aguerrido, yo soy más pensador”, describió sobre las diferencias entre él y su hermano. Su aproximación al boxeo es estudiosa, observando detenidamente a sus oponentes para anticipar movimientos y tácticas.

A lo largo de su carrera profesional, Andino enfrentó a destacados rivales, llegando a tener diez peleas invictas antes de perder por el título mundial juvenil en Australia. Su estilo, que él mismo describe como más estilista que aguerrido, evolucionó con el tiempo, adaptándose a cambios de peso y enfrentándose a nuevos retos en otras categorías.

“Hoy en día subí de peso y me obligo a arriesgarme en otras categorías donde me muevo menos y los rivales te obligan a otro tipo de pelea”, reveló, destacando su disposición para desafiar sus propios límites.