El pequeño Tim fue siempre un joven introvertido y poco sociable que sublimaba su poderosa imaginación creando personajes animados, amigos imaginarios que serían el germen de sus mejores películas. Desde sus años formativos esa creatividad estuvo influenciada por el terror de bajo presupuesto, la literatura gótica y las producciones de fantasía y ciencia ficción, que lo llevaron a definir su particular estilo, fusionando lo tétrico con lo naif y la soledad de sus personajes con historias románticas.
A los 18 años había recibido una beca para ingresar al Instituto de Artes de California (el mítico CalArts), alma máter de tantas eminencias de la animación, fundado por el mismísimo Walt Disney. Allí realizó su primer corto de animación de 2 minutos, que le dio la oportunidad de entrar a trabajar en los estudios Disney tras su egreso.
Fue justo en un momento en que la división de animación estaba atravesando su mayor crisis histórica, y Tim colaboró con el arte conceptual de películas como El Zorro y el Sabueso (1981) y El Caldero Mágico (1985). Pero sus diseños originales no fueron del todo “comprendidos” y a menudo se descartaban de entrada sus bocetos.
Sin embargo, impresionó tanto al encargado de desarrollo creativo Tom Wilhite, que le financió la producción de una adaptación animada para su poema original Vincent, sobre un niño que sueña con ser como su actor preferido, Vincent Price. Inspirado por el impresionismo alemán de los años 20, por los relatos de Edgar Allan Poe y por las técnicas de efectos especiales creadas por Ray Harryhausen, Burton realizó el corto Vincent (1982) de cinco minutos, animado en stop-motion y filmado en blanco y negro. Consiguió que el mismísimo Vincent Price le prestara su voz y este fue el inicio de una larga amistad entre director e intérprete.
Fue además el comienzo de una larga y prolífica carrera, que lo llevó a forjar estrechas colaboraciones con varios artistas que comparten su visión, y a marcar un estilo que definiría una época y sería imitado hasta el hartazgo. Acá repasamos algunas películas fundamentales en su carrera:
Beetlejuice (1988)
Esta comedia negra de fantasía jugó con los límites del absurdo y sorprendió a todos con su original concepto, gracias al delirante personaje inventado por Burton, que se convirtió en uno de los más icónicos de la década. Michael Keaton encarnó al grosero pero encantador fantasma exorcista de vivos, que entabla amistad con una solitaria y excéntrica joven interpretada por Winona Ryder.
Todos los problemas que había tenido Burton para financiar su ópera prima La gran aventura de Pee-wee (1985) se esfumaron para siempre cuando Beetlejuice recaudó más de setenta millones de dólares en taquilla, con un presupuesto de apenas 15 millones. Además ganó el premio de la Academia a Mejor Maquillaje y Peinado, un aspecto de la película en el que Burton puso mucho empeño para darle ese aspecto “barato e intencionalmente falso” del cine de clase B con el que había crecido.
Batman (1989)
La primera adaptación al cine del encapotado tenía la difícil tarea de llenar los zapatos de la popularísima serie del sesenta, que había instalado en el imaginario colectivo a Batman como un personaje colorido y psicodélico, con villanos igual de caricaturescos.
La impronta del director fue la elección perfecta para recrear este mundo de fantasía, pero con un tono lúgubre y un estilo visual gótico que quedaría asociado al personaje para siempre. Además Burton volvió a elegir a Michael Keaton para el protagónico, contó una vez más con la colaboración de Danny Elfman (el compositor de la música de casi todas sus películas) y se dio el lujo de contratar al diseñador de producción Anton Furst, con quien había querido trabajar desde Beetlejuice.
La película funcionó tan bien en taquilla y con la crítica que los estudios Warner le encargaron también su secuela Batman Vuelve (1992), para la que volvió a contar con un elenco de estrellas.
El Joven Manos de Tijera (1990)
Este relato romántico de fantasía con toques de comedia negra y una fuerte identidad visual fue una de las obras cumbres en la filmografía de Burton, que le ganó una legión de seguidores.
Como muchos de sus personajes, Edward Scissorhands se basó en una idea original del director y conjugó un boceto de su adolescencia con el arquetipo literario del héroe marginado, evocando un sinfín de referencias que generaban en el espectador esa mezcla de familiaridad con asombro. Además fue la primera de una larga lista de colaboraciones con Johnny Depp, quien se transformó en su actor fetiche por excelencia.
Le siguieron Ed Wood (1994), Sleepy Hollow (1999), Charlie y la Fábrica de Chocolate (2005), la animada El Cadáver de la Novia (2005), la adaptación del musical Sweeney Todd (2007), el live action de Alicia en el País de las Maravillas (2010) y la desastrosa Sombras Tenebrosas (2012), todas protagonizadas por el actor.
Big Fish (2003)
Después de la inclasificable pero genial Mars Attack! (1996) y la cuestionada remake de El Planeta de los Simios (2001), Burton volvió al drama y el romance con esta celebrada adaptación de la novela de Daniel Wallace.
Sin dejar nunca de lado por completo la fantasía, en esta película el elemento sobrenatural hace las veces de alegoría para contar la historia de Ed Bloom, un hijo frustrado en su intento de separar la realidad de la ficción en la biografía de su padre moribundo.
Una de sus obras más emotivas y bajadas a tierra, fue protagonizada por Ewan McGregor y resultó excepcional dentro de una filmografía que a menudo se repite a sí misma.
Otra que tal vez cae dentro de esta categoría es la infravalorada Big Eyes (2014), un drama protagonizado por Christoph Waltz y Amy Adams, basado en la vida de la pintora Margaret Keane, una artista que durante décadas luchó por recuperar el crédito de su propia obra y que tuvo una gran influencia en la estética de los personajes de Burton.
Frankenweenie (2012)
El director volvió a sus raíces con este largometraje animado en blanco y negro, basado en su segundo corto (o mediometraje, por su duración de 35 minutos) realizado allá por 1984.
La historia, claramente inspirada por la obra de Mary Shelley, gira en torno a la relación de un niño con su perro bull terrier. En esa época Burton todavía se encontraba trabajando para Disney y, según cuenta la leyenda, fue despedido por utilizar recursos de la compañía en una película que consideraron demasiado terrorífica para el público infantil.
La historia del niño que quiere revivir a su perro arrollado en un accidente no era precisamente el target que buscaban. Pero tuvo su revancha con el largometraje que Burton realizó con la producción de -sorpresa!- Walt Disney Pictures.
La versión original está disponible como extra en la edición de El Extraño Mundo de Jack (The Nightmare Before Christmas, 1993), la entrañable obra de animación en stop-motion que Burton escribió y produjo.
Sus últimos créditos incluyen la adaptación de la novela El Hogar de Miss Peregrine para niños peculiares (2016) y la versión live action de Dumbo (2019), dos películas que fracasaron tanto en taquilla como con la crítica. Sin dudas, el mejor Burton es el que trabaja sobre sus propias ideas originales y nos regala esos relatos de adorables marginales, como el niño que alguna vez fue.
Esperamos que todavía haya muchos más de donde vinieron esos personajes y nos siga sorprendiendo durante décadas con su imaginación y esa mezcla perfecta de inocencia, miedo y fantasía.