Cultura

La pandemia vista por Slavoj Žižek

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El siempre polémico filósofo esloveno la considera una oportunidad para un cambio político global.

La pandemia vista por Slavoj Žižek

El 18 de marzo Donald Trump dijo que estaba dispuesto a invocar una cláusula para dictar disposiciones sobre el sector privado y así combatir la pandemia, y no descartaba aprobar un decreto para dirigir la producción industrial. Al cabo de una semana Boris Johnson anunció que nacionalizaba los ferrocarriles británicos. Son dos momentos que Slavoj Žižek (Liubliana, 1949) destaca en Pandemia y podría haber mencionado otras decisiones similares. Desde el Macron que hablaba de una nacionalización de facto de empresas en el Financial Times al Gobierno español que nacionalizó la sanidad privada.

La adopción de medidas impensables no hace ni medio año ha generado especial controversia, pero como no había mucho tiempo que perder tampoco nadie se detuvo a pensar cómo habría que definirla ideológicamente. Žižek lo tiene claro: “Comunismo impuesto por la pura necesidad de supervivencia”. Como activista desde la filosofía crítica, no se ha querido ausentar del tema de nuestro tiempo.

Este libro de urgencia, cuyos derechos de autor se donarán a Médicos sin Fronteras, zurce artículos sobre la pandemia. El primero, que apareció en RT –la antigua Rusia Today–, es del 3 de febrero. Era sobre la falta de información que el Gobierno chino transmitía en relación con lo que estaba pasando en Wuhan, y esa gestión opaca de los datos lo llevaba a pensar que tal vez, como reacción, el régimen chino podría evolucionar políticamente en positivo.

Pero la expresión de este deseo se difumina cuando el artículo se ha convertido en capítulo. Tampoco ha llegado a tiempo de incorporar los últimos que ha escrito, como uno del 20 de abril donde él, formado en psicoanálisis, expresaba otro deseo: “Ojalá, quién sabe, surja una nueva valoración de la intimidad sexual después de la epidemia”. En todo caso durante dos meses y medio Žižek encontró en esta crisis una nueva oportunidad para expresar algunas de sus preocupaciones.

Siempre ha sido así. Justo después de la crisis de los refugiados escribió La nueva lucha de clases (2016), un alegato desgarrador donde desvelaba qué había tras aquella hora dantesca. Le parecía una consecuencia del capitalismo global y un signo de nuestros tiempos: “El actual desorden es la auténtica faz del Nuevo Orden Mundial”.

En Problemas en el paraíso, publicado en inglés un par de años antes, teorizaba sobre qué lucha debía estructurarse para combatirlo: “El contrapeso ideal al Estado sería un cortocircuito directo entre los dos niveles: las organizaciones locales de la sociedad civil unidas en redes transnacionales”.

Ahora podría ser el momento en el que se compactase esa estructura transformadora: “El virus de pensar en una sociedad alternativa, una sociedad más allá del estado nación, que se actua­lice bajo la forma de la solidaridad global y la cooperación”. Exactamente ahora, ahora cuando la política regresa a su esencia (la de preservar la salud de los ciudadanos), cuando incluso Trump habla de la renta garantizada, es cuando nos podríamos acercar a su horizonte de salvación colectiva: “Hace falta que haya una plena solidaridad internacional y una respuesta coordinada a escala mundial, una forma nueva de lo que antiguamente se había denominado comunismo”. Nada de “meditaciones espiritualistas”. Se trata de determinar si se aprovecha el momento para sustituir aquel orden fijado por el maléfico capitalismo liberal.

La Vanguardia

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