Cultura

Poetisa Maldita: 48 años sin Alejandra Pizarnik

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La escritora dejó un legado de grandes obras y recibió varios reconocimientos.

Poetisa Maldita: 48 años sin Alejandra Pizarnik

Vivió 36 años, pero su corta trayectoria le alcanzó para convertirse en una figura central de la poesía en español del siglo XX. Dejó como legado grandes obras: un diario de casi mil páginas, cientos de poemas, muchos escritos, relatos cortos surrealistas y alguna novela breve. Recibió varios premios y distinciones y, sobre todo, el reconocimiento de cientos de colegas que al día de hoy la recuerdan como “una escritora fundamental”.

Nació el 29 de abril de 1936 en Avellaneda. Fue la segunda hija del matrimonio de Elías Pizarnik y Rosa Bromiker, inmigrantes polacos que habían llegado a la Argentina escapando del nazismo y que se dedicaron al comercio de joyas. De chica empezó a desarrollar el gusto por la literatura cuando, para evadir el aburrimiento que le generaba coser y bordar, se iba junto a su hermana a comprar libros con los 10 centavos que su su mamá les daba.

Sus años de juventud no fueron fáciles. Hablaba con un acento muy particular y sufría inseguridades a causa de su imagen. En la época del colegio secundario, se obsesionó con su peso y empezó a ingerir pastillas. “Tenía una especie de complejo con su aspecto. Podía ser muy atractiva, pero de algún modo era diferente. No encajaba para nada en la figura de la mujer glamourosa a la que estaban acostumbradas las niñas bien porteñas”, contó la escritora Ivonne Bordelois en el ciclo Soy lo que soy de TN emitido en 2013.

En 1954, después de terminar el secundario, empezó a estudiar periodismo, literatura y filosofía. Aunque nunca se recibió, en su paso por la universidad conoció a Juan Jacobo Bajarlía, un profesor que tuvo una influencia decisiva en su vida. En sus clases descubrió a autores surrealistas, como André Bretón y Tristán Tzara, que marcaron su obra.

Con solo 19 años, Pizarnik publicó su primer libro de poesías, titulado “La tierra más ajena”. Poco después sacó el segundo, “La última inocencia”, dedicado a su psicoanalista León Ostrov. Se trata de una obra que tiene como ejes principales la muerte, la soledad y el silencio, temas que atravesaron las creaciones y la vida de esta escritora.

Incómoda en su casa y disconforme con su vida cotidiana en Avellaneda, en 1960 decidió viajar a París. En la ciudad europea se conectó con el ambiente artístico y forjó amistades con personajes reconocidos del mundo de la literatura como Julio Cortázar y Octavio Paz, entre otros. Además, empezó a trabajar como correctora y colaboradora para la revista Cuadernos y varias editoriales francesas.

Volvió a la Argentina en 1964 y, un año más tarde, recibió el Primer Premio Municipal de Poesía por su obra “Los trabajos y las noches”. Tiempo después obtuvo la prestigiosa Beca Guggenheim y, aún afectada por la muerte de su papá, en 1968 viajó a Nueva York y más tarde a París, donde esperaba revivir las buenas épocas.

En 1970 estuvo internada varios meses en el Hospital Pirovano, adonde ingresó por una intoxicación con anfetaminas. Murió en su departamento de la calle Montevideo la madrugada del 25 de septiembre de 1972, después de haber ingerido cincuenta pastillas de secobarbital. Tenía 36 años. La velaron al día siguiente en la Sociedad Argentina de Escritores.

En el edificio donde vivió, ubicado en el barrio porteño de Recoleta, una placa de mármol le rinde homenaje desde el 2016. “Aquí vivió la poeta Alejandra Pizarnik (1936-1972)”, dice. De la ceremonia participaron familiares, amigos y colegas de la escritora, entre ellos, Fernando Noy, quien ese día manifestó: “Alejandra provocó siempre una enorme admiración entre quienes la conocimos y mucho amor. Fue una poeta fundamental, esencialmente nuestra”.

TN.

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