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“Troilo tenía la cabeza de un director de orquesta y el carisma Armstrong”

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El periodista, escritor y traductor Eduardo Berti (Buenos Aires, 1964) traza en “¿Por qué escuchamos a Aníbal Troilo?” un recorrido por la vida del compositor y bandoneonista y da cuenta del legado que dejaron su figura y su música para la cultura popular argentina.

“Troilo tenía la cabeza de un director de orquesta y el carisma Armstrong”

[vc_row][vc_column][vc_column_text]El periodista, escritor y traductor Eduardo Berti (Buenos Aires, 1964) traza en “¿Por qué escuchamos a Aníbal Troilo?” un recorrido por la vida del compositor y bandoneonista y da cuenta del legado que dejaron su figura y su música para la cultura popular argentina.[/vc_column_text][vc_single_image image=”179360″ img_size=”full” alignment=”center”][vc_column_text]“El bandoneón de Pichuco, pura poesía, se abre como una herida y hiere”, señala Berti en el libro editado por Gourmet Musical, en el que logra plasmar las distintas facetas de Troilo (1914-1975), y asevera que reúne “la autenticidad conmovedora de los músicos de blues con una cabeza digna de un director de orquesta y el carisma de un músico como Louis Armstrong”.

Autor de novelas como “Agua”, “Todos los Funes”, libros de cuentos como “Los pájaros” y antologías como “Galaxia Borges” con Edgardo Cozarinsky, “Galaxia Flaubert” y “Fantasmas”, con este trabajo sobre Troilo, Berti vuelve a escribir sobre música después de haberlo hecho en “Spinetta: Crónica e iluminaciones” y “Rockología: Documentos de los ’80”.

– Télam: ¿Cómo fue tu acercamiento a Troilo? 
– Eduardo Berti: Fue lento como el de toda mi generación, los nacidos a fines los 60 o mediados de los 70, que crecimos en la dictadura y encontramos en el rock nacional una especie de isla de resistencia. De chico me gustaba lo más rockero del tango: Piazzolla, algunas actitudes del Polaco Goyeneche, Julio Sosa. Cuando estaba por cumplir 30 años y ya venía trabajando con el rock argentino, se me acercó la gente de FM Tango para proponerme una serie de documentales sobre tango. Fueron años muy intensos en los que descubrí y me enamoré del tango, de la poesía, de la mística. Nunca la había volcado por escrito pero sentí que Troilo era la figura central porque todos los músicos a los que entrevistaba me hablaban con mucho cariño y admiración de él como músico y como persona.

– T: ¿Qué te parece que condensaba como centro?
– E.B.: Comprobé que permite hablar de Gardel, pero también de Piazzolla porque su obra dialoga y conversa con ambos. Permite hablar del bandoneón, de la orquesta, de la inteligencia con la que Troilo reaccionó cuando vino la decadencia de las grandes orquestas por razones económicas.

– T: En el libro destacás su tarea de compositor más allá de su rol de bandoneonista y director. ¿Por qué?
– E.B.: Porque es la más invisible. El bandoneón en la falda de Troilo se ve, Troilo dirigiendo la orquesta, sonriendo delate de los músicos se ve y forma parte de su iconografía pero ver su tarea como compositor es más difícil, es como la letra chica de un contrato. Hay que ver que muchos de los tangos que forman parte de la orquesta de Pichuco, que consagraron a cantores como Goyeneche, Rivera y muchos más tienen melodías de Pichuco. Su rol como compositor completa su imagen, le agrega porque Pichuco es uno de los grandes compositores del siglo XX.

– T: Vivís en París, ¿cómo fue escribir este libro desde esa ciudad?
– E.B.: Escribir un libro de tango desde París es un ejercicio de distancia. De todas maneras, este libro en sí es un ejercicio de distancia. No quise escribirlo desde el interior del tango porque no soy un experto y no pertenezco a la generación del tango. La propuesta también tenía que ver con la distancia que implica la mirada de un escritor acerca de un músico que pertenece a otra generación. Todas esas distancias las quise franquear con puentes distintos. Quise hacer un libro que se abriera como un bandoneón en muchos aspectos. La distancia no equivale ni a la frialdad, ni a indiferencia, quise mezclar reflexiones rindiéndole un homenaje a Pichuco y tratando de explicar el misterio de su arte. Sé que cuando uno se propone algo así va a fracasar pero traté de hacerlo lo mejor posible y los más poéticamente posible.

– T: En Troilo hay un enfásis en los silencios. Citás una frase suya sobre otro músico. “Toca muy bien, pero tiene un problema, no toca los silencios”. 
– E.B.: Los silencios en él son fundamentales. Por ejemplo, le dice a los cantores, a la orquesta que empiecen a tocar bajito. Está la anécdota en la que le borraba cosas a los arregladores porque decía que con menos notas la emoción era más potente. Está dando una gran lección, como Flaubert, Hemingway, Chéjov, como grandes maestros del silencio y del detalle.

– T: Le dedicás un capítulo a su relación con Piazzolla. ¿Cómo definirías ese vínculo? Planteás que fueron vistos como una curiosa antítesis y decís que no es del todo falsa. 
– E.B.: Es un vínculo muy poderoso y trato de contarlo desde diferentes ángulos. Primero desde lo importante que fue para Piazzolla, siendo principiante, ir a ver la orquesta de Pichuco. Por otro lado, quise pensar la antítesis entre ambos. Se dice que Piazzolla fue el gran revolucionario del tango y es verdad, pero no se puede decir que todo empezó de cero con él. Troilo es una figura de transición clave que le permitió a Piazzolla hacer muchísimos ensayos que después dieron frutos en su carrera solista.

– T: Hay una frase suya que es “el sacrificio no está nunca en renunciar a lo que uno es. El verdadero sacrificio está en seguir siendo lo que uno es”. Al terminar el libro uno puede advertir que Troilo cumplió con eso, fue bastante genuino con su forma de vida, en su relación con la música. ¿Coincidís?
– E.B.: Troilo es totalmente genuino en lo que hace. Tiene algo de la autenticidad conmovedora de los músicos de blues con una cabeza digna de un director de orquesta y el carisma de un músico como Louis Armstrong. En cada tango parece estar reinventándose. Si bien el bandoneón de Pichuco tiene un sello único y uno escucha dos notas y ya lo reconoce, al mismo tiempo, como compositor, en cada tango parece estar reinventándose. Hay algo entre esa cosa muy genuina y esas ganas de renovarse que hacen muy fascinante su obra. Nunca se queda en un lugar cómodo. Hasta pocos años antes de morir sigue inventando y probando cosas nuevas. El gesto es conmovedor y el resultado es magnífico.[/vc_column_text][vc_facebook type=”button_count”][vc_tweetmeme][/vc_column][/vc_row]

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