Pocas presidencias en nuestro país han sido tan cuestionadas como la del Presidente Julio Argentino Roca, con tan pocos fundamentos y con una mirada del siglo XXI es muy sencillo hoy en día cuestionar el armado y la formación de un país de la manera en que se planificó hace más de 150 años.
Sin embargo, uno de los hitos innegables y que nos ha sido legado hasta hoy ha sido el dictado de la Ley 1420 de 1884, también conocida como Ley de Educación Primaria, Común, Gratuita y Obligatoria. Esta Ley contemplaba además que las enseñanzas en las escuelas bajo el manto protector del Estado serían laicas en materia religiosa, permitiendo que los padres que así lo desearan, eligieran para sus hijos una educación teológica en escuelas privadas o una educación libre de religión en la educación pública.
Así las cosas, esta laicidad era respecto de la religión, y ¿respecto del Estado? Si nos detenemos un segundo a analizar cómo se desarrollan los contenidos en una institución educativa cualquiera sea el nivel, veremos que cada casa de estudio elige los contenidos a dictar y la bibliografía sobre las cual las va a desarrollar y posteriormente los aprueba el Ministerio de Educación de la Nación. Siendo el Estado, en último término, quien termina definiendo los contenidos que nuestros niños aprenderán.
La propia ley 1.420 dictaba: “En las escuelas públicas se enseñarán todas las materias que comprende el mínimun de instrucción obligatoria, desarrollándolas convenientemente según las necesidades del país” (…). Y facultaba al Consejo Nacional de Educación a: “1° Dirigir la instrucción dada en todas las escuelas primarias con arreglo á todas las prescripciones de esta ley y demás reglamentos que en prosecución de ella dictare, según la respectiva enseñanza (…); 15º Prescribir y adoptar los libros de texto más adecuados para las escuelas públicas, favoreciendo su edición y mejora por medio de concursos ú otros estímulos y asegurando su adopción uniforme (…)”.
En este sentido desde 1884 a la fecha, se viene enseñando una religión del Estado, con contenidos totalmente adoctrinantes, reafirmando el rol del Estado presente, sobre la necesidad de la intervención en los asuntos privados, en lo malo del campo con sus “agroquímicos” y cómo nos contaminan, en la minería y la necesidad de ser ambientalista y ecologista, entre tantos otros temas que hemos aprendidos.
Esto no solamente nos ha llevado a una educación totalmente adoctrinada, sino que también nos ha quitado de toda mejora del capital humano en términos educativos, dejándonos en esta materia por debajo de Chile, Uruguay y Brasil en la región, y a nivel general de la OCDE en el puesto 63 en Lenguas, 71 en Matemáticas y 65 en Ciencias, sobre un total de 69 países según las últimas pruebas PISA del año 2018.
A modo de clarificar, en el área de Lenguas el 52,1% de los alumnos evaluados, están en el nivel 1 o por debajo de éste, lo que implica que sólo han podido realizar las tareas más simples frente a los textos presentados, lo cual quiere decir que 5 de cada 10 chicos no tienen comprensión básica de textos.
En matemática, 69% restante se encuentra en el nivel 1 o por debajo de éste. Además de ese universo, un 40,5% se encuentra aún por debajo del nivel 1, no pudiendo completar operaciones de cálculo simple.
Y en Ciencias, 53,5% de los estudiantes se encuentra en el Nivel 1 o por debajo de éste, presentando condiciones para desarrollar un procedimiento científico sólo siguiendo instrucciones explícitas, reconocer patrones simples en los datos y reconocer términos científicos básicos.
Hacia un sistema de mercado
La gran falacia del Estado presente nos ha llevado a que sea este en su total comodidad quien dicte y apruebe los contenidos que nuestros hijos deberán aprender.
En un sistema de libre mercado, las instituciones compiten con más y mejores servicios en busca de clientes nuevos (alumnos) que se sientan atraídos para educarse en ese ámbito académico. Buscando los padres las mejores ofertas tanto económicas, como en busca de un mejor futuro pensando en una educación superior y su posterior salida laboral.
Habría así un sistema de libre competencia donde si la institución A decidiera enseñar 3 idiomas y la institución B decidiera no enseñar ninguno sería igualmente válido. Y la demanda fluiría según los gustos y las necesidades del mercado (padres), quienes forzarían a su vez a las instituciones a competir para mantenerse en el mercado o fracasar como toda industria.
¿Y el Estado? Tendría un doble rol, en primer lugar, lo invertido en educación pública debería ser redestinado a las familias que no pudieran pagar un servicio básico de educación, no financiando directamente al alumno, que sería becado por el tiempo que dure sus estudios con la obligación de devolverlos en el futuro próximo, sino que funcionaría como un voucher para las instituciones educativas que mejor desempeño tengan, teniendo una suerte de incentivo para subvencionar a estos estudiantes. Esto, a su vez, generaría una competencia interna entre todas las instituciones para mejorar la oferta, y una externa buscando además esa subvención estatal.
Y por otro lado, debería competir en el libre mercado, con sus propias instituciones, ofreciendo una enseñanza tan adoctrinante como quisieran, al precio que quisieran y regulando el contenido de la manera en que deseen, tratando de sobrevivir en la oferta académica libre.
Debemos entender que el capital humano en nuestro país debe tener un giro drástico de las condiciones en las cual hoy se encuentra y se viene formando, ya que con los años no solo que nos va peor académicamente, sino que el estudiante cada vez encuentra menos incentivos por los cuales rendir y ve frustradas sus posibilidades de futuro en nuestro país. Es que los contenidos mínimos, no los comprende y no son suficientes para una salida laboral inmediata, debiendo proseguir con estudios terciarios que nada le garantizan. O emigrar de esta tierra.
No le quitemos a los chicos el derecho a seguir soñando y garanticémosles algo que es para toda la vida como lo es la educación. Brindémosles la posibilidad de elegir que aprender, de elegir qué pensar y sobre todo elegir algo que les guste. Porque solo así tendremos mentes creativas e innovadoras que nos permitan un futuro un poco mejor para nuestro país.