El derecho de robar (BIS)
La élite de la clase política del país se prepara y se relame en la cuenta regresiva hacia el próximo 10 de diciembre y mayoritariamente sigue escondiéndose detrás de la “grieta” para disimular sus enormes carencias y sus garrafales errores, los del pasado y los del presente.
Mientras tanto, en el país de los simples mortales; los ciudadanos de a pié viven en primera persona la “verdadera grieta”.
Esa que se podría definir como la “cruda realidad”. Lucha que atraviesa implacable todos los días el corazón de los ciudadanos en los barrios y las calles de la provincia.
Esa es la única grieta que conoce personalmente cualquier misionero.
De un lado de ella, están quiénes “necesitan” algo y por tal motivo, se sienten con el absoluto derecho de salir a robar.
Del otro lado, están quiénes también “necesitan” cosas, pero eligen salir a trabajar, y que desean un Estado que los proteja.
Lo que les pasó este fin de semana a un grupo de vecinos del barrio Nuevo Garupá puede servir de indicador.
El domingo a la noche los serenos del lugar atraparon a un ladrón en pleno robo, con las manos en la masa.
El sujeto ingresó a una vivienda, del mismo inquilinato donde él mismo residía, y se llevó varios objetos de valor. Cuando todos advirtieron lo que ocurría decidieron detenerlo por su propia cuenta.
Pero lo más interesante del caso, es que mientras todos esperaban a la policía, se produjo una caliente discusión.
Allí el delincuente se justificó: “Robo porque necesito”, repetía el malviviente casi convencido de que tenía razón.
Del otro lado, la víctima del ilícito, indignado respondió: “Yo también necesito, pero salgo a trabajar”, gritó el joven de 21 años que habita en el barrio junto a su esposa e hijo.
Simple y claro: Esa es la verdadera grieta, la única real diferencia que vale entre las personas de carne y hueso.
La diferencia que existe entre los honestos y trabajadores y los ladrones, en cualquier ámbito de la vida cotidiana.
Muy lejos de la otra famosa grieta que fomenta la política para entretener a la población.
Lejos de esa falsa idea de que el país está dividido en partes iguales entre los supuestos buenos y los malos; o entre los supuestos patriotas y los otros conspiradores. Es más sencillo, algunos deciden ser personas y otros no. En la política y en los barrios.
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