Opinión

El Espejismo del desarrollo: Misiones entre la opulencia y falsa prosperidad

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Por Videla Sebastián E.

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El Espejismo del desarrollo: Misiones entre la opulencia y falsa prosperidad

Misiones está atravesando una de las semanas más difíciles de su historia debido al incansable y justo reclamo de algunos sectores desfavorecidos por el gobierno provincial, y a la ausencia de una respuesta por parte de un gobierno que no muestra signos de querer resolver este problema.

Nuestra provincia no solo enfrenta meses y situaciones complejas, sino que lleva aguantando un discurso de turno de supuestas “décadas” (según los propios gobernantes) con un superávit fiscal único en nuestro país. Sin embargo, la realidad es que somos una de las provincias más asfixiadas en términos impositivos de la región, y quizás de todo el país. No es sorpresa para nadie que el Estado misionero haya promocionado durante tanto tiempo una ficción, digna de comedia, de una supuesta “Dubai 2.0 Nac&Pop” a través de sus medios estatales, mientras que la realidad marca lo deficitaria y empobrecida que se encuentra nuestra provincia por la falta de inversión y la opresión en materia impositiva.

Lo ocurrido en los últimos días preocupa a más de uno, ya que se cuestiona hacia dónde están llevando nuestros dirigentes la economía de la provincia. Los logros más destacados de los últimos años se pueden contar con los dedos de una mano, y si se analiza detenidamente, se observa que estamos sumergidos en un mar de éxitos que incluyen términos como gasto público excesivo, burocracia, centralismo, despilfarro, presión fiscal, Y cualquier negativo económico que se le podría atañer a una dirigencia que ha contribuido al deterioro de la situación económica y a la desilusión de la población.

El Estado provincial es la representación viva de que los políticos no pueden, no deben y no saben administrar el dinero privado, especialmente cuando lo toman de manera tan abusiva como lo hace nuestra provincia. Usando una analogía de Spooner, el Estado misionero les dice a sus contribuyentes —docentes, policías, emprendedores, entre otros— “la bolsa o la vida”, y bajo esta premisa, socava y engaña a su electorado. No pretende ser un simple “protector” que toma el dinero de las personas contra su voluntad para “protegerlas”, sino que actúa como un ladrón y un mafioso, que exige sumisión y obediencia bajo amenaza de violencia.

Pero hasta inclusive el ladrón es menos nocivo que el Estado, y Spooner lo retrata muy bien:

“El bandolero asume él exclusivamente la responsabilidad, el peligro, y el crimen de su propio acto… No pretende ser otra cosa que un ladrón. No tiene tanto descaro como para pretender ser un simple «protector» que le quita el dinero contra tu voluntad a los hombres para poder «protegerlos» a pesar de que esos engreídos viajeros se crean luego perfectamente capaces de protegerse a sí mismos o no sepan apreciar su peculiar sistema de protección… No insiste en acompañarte por el camino contra de tu voluntad, ni quiere ser tu legítimo «soberano» a cuenta de la «protección» que te brinda. No sigue protegiéndote ni te ordena que te inclines ante él y le sirvas; ni te exige que hagas esto y te prohíbe que hagas lo otro; no te quita más dinero cuantas veces estima conviene a su interés o a su gusto; no te acusa de ser un rebelde, un traidor y un enemigo de tu país y si disputas su autoridad, o te resistes a sus demandas, te dispara sin piedad… El proceder de esos ladrones y asesinos, que se llaman a sí mismos «el gobierno», es directamente opuesto al del bandolero solitario”.

Lysander Spooner. (1867). “Sin traición: La constitución no tiene autoridad”.

Videla Sebastián E.

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