Opinión

¿“La cuareterna”?

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Por Bryan Villaba*. El avance del estado sobre los derechos individuales a lo largo de estos dos años de pandemia transcurridos ha sido evidente, expresados con superpoderes, explosión de DNUs (117 firmados por Alberto Fernández de los cuales 76 fueron tan solo en el primer año).

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¿“La cuareterna”?

Medidas arbitrarias basadas en “defensa de la salud pública”, fuerzas de seguridad dispuestas a perseguir civiles que no cumplieran la cuarentena (más de 10 millones de personas notificadas por violación al DNU 297/2020, más de 93.000 detenidos y más de 4.000 vehículos secuestrados tan solo en los primeros 6 meses); aplicativos de rastreo y seguimiento obligatorio, y muchas medidas más de un régimen cuasi Stalinista.

Afortunadamente, entiendo que hemos sobrepasado y aprendido mucho de esta etapa negra de la historia argentina y mundial. Sin embargo, este período quedará marcado en aquellos que poseen una corta experiencia de vida, ya que la cuarentena ha sido gran parte de lo que han vivido hasta ahora.

En este sentido, no haremos referencia a los “lockdown babies” (o bebés nacidos en cuarentena), sino, que nos enfocaremos en los millones de niños que han tenido que atravesar la escolaridad durante el encierro.

Según un informe presentado por el Banco Mundial y la UNESCO, antes de la pandemia, 258 millones de niños y jóvenes en edad escolar estaban fuera de la escuela en todo el mundo. En nuestro país, se estima que previo al 2020, aproximadamente unos 360.000 niños y adolescentes interrumpían sus estudios cada año. Esta cifra prácticamente se duplicó, pasando a 600.000 chicos y adolescentes que dejaron de estudiar a raíz de la cuarentena.

Esto no solamente afectó en el nivel educativo, de aprendizaje y el futuro de nuestros chicos, sino que la realidad argentina evidencia además que, muchos de ellos dependen de los establecimientos educativos para poder acceder a un alimento diario.

En base al Informe elaborado por el Observatorio de la Deuda Social (UCA), a fines de 2019 la situación de inseguridad alimentaria más severa (porcentaje de niños y adolescentes en hogares en los que se expresa haber experimentado hambre por falta de alimentos en los últimos 12 meses) alcanzaba 30% de los chicos de dicho estrato. Asimismo, el 44% de los niños del GBA y 41% de los niños del interior del país, recibía algún tipo de alimentación gratuita directa (copa de leche, refrigerio, almuerzo, otros) en comedores, escolares o comunitarios.

Estos números, que al día de hoy son difíciles de imaginar, demuestra que la cuarentena no solamente les ha privado del acceso a la educación y al desarrollo personal, sino, que también, ha interrumpido el desarrollo físico y mental de millones de niños en todo el país, al verse privados del acceso a un alimento básico que lo recibían en las escuelas, siendo quizás la única comida en el día que tenían.

En relación a la salud mental el panorama es similar. Según un informe del Banco Mundial – Unesco, entre el 10% y 20% de los niños y adolescentes en el mundo sufrían trastornos mentales antes de la pandemia. El cierre de escuelas, el temor al COVID-19 y los trastornos económicos y sociales vinculados a la pandemia aumentaron significativamente el estrés en las familias, generando ansiedad y depresión, incluidos niños y jóvenes.

El 33% de los adolescentes en Argentina manifestó sentirse angustiado y el 25% dijo estar asustado, frente a la incertidumbre que genera el Covid-19, según datos de UNICEF. Este mismo informe revela que 1 de cada 5 jóvenes de entre 15 y 24 años se siente deprimido y, el 72% de los jóvenes encuestados, sintió la necesidad de pedir algún tipo de apoyo en relación a su bienestar emocional.

Para muchos estudiantes y, sobre todo para los que viven en contextos frágiles, la escuela significa muchas veces un refugio (relativo) contra la violencia y otras amenazas externas (y a veces internas de la propia familia), así como el acceso a servicios como apoyo psicosocial que brindan muchas instituciones y sus docentes.

Con el cierre de escuelas, los niños se vieron más expuestos a la violencia, incluso en el hogar. El estrés de los padres a raíz de la cuarentena, por el cierre innecesario de las escuelas durante tanto tiempo y la incertidumbre general en la que se vivía, generó sin lugar a dudas un aumento en la violencia doméstica desde que empezó la crisis del COVID-19.

Como alguna vez dijo el premio Nobel de Economía y padre de la Escuela de Chicago, Milton Friedman: “La solución gubernamental a un problema, es habitualmente tan grande como el mismo problema”. Ni las organizaciones a nivel mundial, ni los entes nacionales y provinciales, pudieron pronosticar un problema tan grande como el que han generado a raíz del confinamiento. Se ha menoscabado el futuro de una generación completa y, por si fuera poco, se ha añadido una traba más a la materia prima más importante de la sociedad, que es el capital humano.

Tardaremos años en evidenciar el costo que le significa a estos niños y el potencial de crecimiento que ha perdido la sociedad entera, por malas gestiones y cuarentenas innecesarias.

*Por Bryan Villaba. Apoderado UCEDE Misiones

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