En tiempos de cambios y reflexiones, la oposición se encuentra perpleja ante la aparente “desconexión” del electorado. A pesar del mega ajuste impuesto por el oficialismo, los números favorables en los relevamientos de opinión pública continúan desconcertando a más de uno que no la ve. Y por ello para a algunos vivos de la política, que el lector sabrá reconocer, el caso del presidente Javier Milei les parece inaudito, debido a que se mantiene en el top 5 de los presidentes de la región en términos de imagen positiva, solo superado por sus pares de Uruguay, Paraguay y Ecuador, según los informes de CB Consultora (especialistas en escenarios electorales y opinión pública)
La administración actual se destaca por ser el primer gobierno al que el Congreso no solo ha rechazado, sino que además no ha concedido la aprobación de ningún proyecto de ley de autoría nacional en los primeros 5 meses de gestión. Esta situación se produce en un contexto donde la propia oposición critica al gobierno por su tendencia al ajuste, su supuesta hostilidad hacia la clase media y baja, así como su percepción de beneficiar desproporcionadamente a los más ricos y de incluir elementos “fascistas” en su agenda. A pesar de estas críticas (una más inverosímil que la otra), Milei continúa manteniendo un nivel de popularidad por encima del 50%.
La situación presente deja inquietos a los políticos tradicionalistas, que no logran comprender una serie de puntos que el 50% de los que eligen hoy esta gestión sí comprenden:
No comprenden que, tras décadas de promesas incumplidas y políticas erráticas, el pueblo eligió un cambio real.
No comprenden que, a pesar de los ajustes y las dificultades, hay quienes ven en el gobierno actual una oportunidad para romper con el ciclo de crisis.
No comprenden que la política no es solo un juego de poder, sino una responsabilidad hacia aquellos que han depositado su confianza en sus representantes, esperando que guíen al país hacia un futuro más prometedor y justo para todos (algo que ellos nunca lo han hecho).
No comprenden que, en el corazón de cada argentino, hay un anhelo profundo por ver a su país prosperar, más allá de la polarización y las disputas políticas que estos nos han sometido.
Y mientras muchos apoyan al gobierno vigente en su intento de dar vuelta este difícil panorama y buscan un resurgimiento económico desde las cenizas, algunos pocos buscan como sacar tajada de toda esta situación, al darse cuenta que para lo único que sirven es para tejer y manipular en los hilos de la política.
Es fundamental que los políticos abandonen la miopía que los ha llevado a subestimar el deseo de cambio real por parte de la ciudadanía. Años de promesas inconclusas y políticas volubles han creado un caldo de cultivo para la desconfianza y el escepticismo, pero también han avivado el anhelo de una transformación genuina, de la cual podrán formar parte o quedarán a la deriva, a merced de su suerte.
Por Videla Sebastián E.