Opinión

“Misiones: crisis y lucha por un futuro mejor”

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Por Sebastián E. Videla

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“Misiones: crisis y lucha por un futuro mejor”

Vivimos en momentos de gran agitación en nuestra provincia. Las recientes protestas salariales han llegado a un punto crítico con bloqueos de carreteras, paros policiales, docentes cansados y un clima que refleja un malestar profundo arraigado en la tierra sin mal. La demanda es clara: condiciones laborales justas y una economía que no solo permita sobrevivir, sino también prosperar, algo que el gobierno provincial trata de camuflar pero que nunca pudo garantizar.

Uno en esta situación podría estar acostumbrado a lo que vivimos los misioneros día a día. Estamos envueltos en una burocracia sin precedentes en comparación con muchas de las provincias vecinas. Tenemos la suerte de contar con un gobierno provincial que se enorgullece a sí mismo de ser un maremágnum de ideas políticas que en la práctica terminan en un caldo con sabor a la nada misma. Los acontecimientos de los últimos días, es el claro manifieste de que el gobierno provincial busca vender algo que no es o aparentar cuestiones respecto al gobierno nacional, mientras trata de resolver las problemáticas salariales de los provinciales, que demuestran y esclarecen la villa miseria en la que se ha transformado Misiones en los últimos años.

No importa cuánto intenten camuflar los hechos, no es ninguna ficción decir que Misiones hoy entra en el top 10 de provincias donde el empleo público predomina sobre el privado y donde la necesidad de Estado es mayor, algo inconcebible incluso para los propios misioneros que apostamos por un cambio el pasado 10 de diciembre. El gobierno de Misiones retrata una realidad y esa es la de la “política para la hambruna”, donde mientras más empobrecido y controlado burocráticamente esté la población, mejor para los intereses de quienes nos gobiernan. Esto se refleja claramente cuando nos damos cuenta
de que las pocas empresas “privadas” son monopolios estatales controlados para y por beneficio de la casta, que buscan, a través de la “competencia privada” (contra sí mismos), demostrar algo que no existe o carece de veracidad. Y los defensores de los trabajadores, los sindicalistas misioneros (como la mayoría de nuestro país), no dejan de ser compinches amigos de la política, que defienden los intereses de los trabajadores de la misma manera que un narcotraficante defiende la salud de sus clientes.

La situación escalada no da más de sí, y se espera, por el bien de nuestra sociedad, una pronta resolución de estos temas candentes con los que tenemos que convivir. Y la esperanza de que el cambio que llegó el pasado año se traduzca en algún momento en nuestra política local.

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