BUENOS AIRES. La designación de Kelly Olmos como ministra de Trabajo ya está empezando a generar ruidos adentro de la CGT (Confederación General del Trabajo). Es que el presidente Alberto Fernández decidió el reemplazo de los tres ministros salientes –Claudio Moroni (Trabajo), Juan Zabaleta (Desarrollo Social) y Elizabeth Gómez Alcorta (Mujeres)– en absoluta soledad, y solamente apoyado en su núcleo más íntimo. 

En ese marco, altas fuentes de la central sindical aclararon a LPO que “no hay ningún enojo” con Olmos a quien consideran “una excelente compañera, peronista con muchos años de militancia”.

Sin embargo, el malestar es por la forma de la designación, es decir, inconsulta. De hecho, desde la CGT tenían sus propios candidatos y candidatas para la cartera de Trabajo, en un contexto de alta conflictividad social y elevadísima inflación.

El nombramiento en una cartera clave

En las horas previas a la confirmación de Olmos, los nombres que sonaron contaban con la luz verde de la CGT y fuentes cercanas al Presidente deslizaron que Alberto “no iba a pelearse” con el movimiento obrero en el presente escenario. 

Es que la CGT y algunos movimientos sociales son el único dique de contención que le queda al albertismo para posicionarse dentro de un Frente de Todos, ya sin diálogo entre sus principales accionistas.

Por eso, la falta de tacto para elegir a la ministra puede afectar esa alianza. Y para Fernández es crucial el apoyo cegetista. Sólo a partir de los jefes sindicales, el Presidente puede mantener una minima cuota de poder. 

Fuentes sindicales afirmaron que “esperarán esta semana” para tener un primer encuentro con Olmos, con quien buscan definir una agenda de temas relacionados con el salario y las paritarias.