En Misiones ya se conoce la crónica de los hechos casi de memoria. Y también los nombres propios de quiénes deberían dar cuentas pero que no las van a dar. En estos 16 años, en cada comicio y como bien nos señaló alguna vez Juana Bárbaro, la admirable “Ticha” que removió cielo y tierra buscando para su hermana una justicia que nunca llegó, en cada elección la mayoría siguió optando por el mismo status quo político que posibilitó su crimen y también la impunidad.
La recuerdan los de siempre. Los más osados en público. Los más tímidos en silencio.
Cuando se iba el año 2019 el único imputado que había llegado a juicio consiguió un trato con la justicia, reconociendo su culpa, a favor de eludir la prisión definitivamente y del evitar contar en público cada macabro detalle del asesinato.
El impune crimen de “Marilyn” Bárbaro es de los más atroces femicidios perpetrado en la historia de Misiones. Es ese cuyo recuerdo deja en ridículo al poder feudal provincial. Y a sus aliados. Y a sus obsecuentes. Ese que es ineludible para entender lo ocurrido en la política misionera del siglo XXI.
En Oberá, ciudad natal de “Marilyn” y en cuya génesis los Bárbaro tanto tuvieron que ver, la evocación y el homenaje a la memoria de una de sus hijas dilectas es casi marginal. Ni siquiera la reivindicación de género, tan de esta época, alcanza para que la incluyan en algún acto oficial.
Estaba por agregarle algo más a este artículo para que siga dando cuenta de la magnitud de lo sucedido. Pero releyéndolo hasta acá, me pregunté.
¿Hace falta?