Una de las principales preocupaciones que abordó Delapierre durante la nota fue la variabilidad en los precios de la yerba mate. Señaló que, debido a la presencia de muchos pequeños productores, los precios pueden caer bruscamente en momentos de sobreoferta. A pesar de la estabilidad en el consumo y las exportaciones de la yerba, que oscilan entre 37 y 42 millones de kilos al año, no hubo un aumento significativo en el consumo en países extranjeros.
También, destacó la disparidad entre los precios del mercado y los precios oficiales de la yerba mate, resaltando la necesidad de mecanismos más efectivos para garantizar que los precios se cumplan. Propuso un índice de precios basado en el costo del gasoil y el valor de la mano de obra del peón rural, con ajustes cada dos meses.
En cuanto a la regulación del sector, Delapierre expresó su escepticismo sobre las reuniones semestrales con 12 directores del Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM) para fijar precios. Según él, estas reuniones solo funcionan cuando la oferta es baja y todos están de acuerdo en que se debe buscar más yerba, pero fracasan cuando los precios caen debido a la sobreproducción.
El entrevistado también mencionó los desafíos adicionales que enfrentan los productores, como la inflación que afecta los precios y la seguridad en las áreas rurales. Delapierre subrayó la importancia de formalizar la economía en el sector agrícola y expresó su preocupación por la resistencia de algunas personas a trabajar en condiciones legales.
En última instancia, concluyó que, para que un productor pueda vivir de la yerba mate, generalmente necesita tener al menos 20 hectáreas y trabajar en colaboración con su familia para cuidar y cosechar el cultivo.