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Distinguen los trabajos de dos científicas argentinas

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Se quedó con el galardón nacional Paula Casati y con el internacional, Amy Austin.

Distinguen los trabajos de dos científicas argentinas

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Se quedó con el galardón nacional Paula Casati y con el internacional, Amy Austin.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_media_grid element_width=”6″ gap=”35″ grid_id=”vc_gid:1511095401748-8f865283-7645-6″ include=”144715,144716″][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]La radiación ultravioleta que preocupa a los dermatólogos por su incidencia en el aumento de los casos de cáncer de piel también afecta a las plantas: las que están sometidas a altas dosis crecen menos. Cuáles son los mecanismos naturales de defensa que ponen en práctica y cómo modificarlas para hacerlas más resistentes son algunas de las preguntas que intenta responder Paula Casati, investigadora del Centro de Estudios Fotosintéticos y Bioquímicos del Conicet y la Universidad Nacional de Rosario (Cefobi).

Amy Austin, por su parte, trata de entender las interacciones del ecosistema terrestre estudiando ambientes que todavía no fueron o fueron poco modificados por el ser humano, como la Patagonia.

Esta semana, tanto Casati como Austin fueron reconocidas por la calidad de sus investigaciones con el Premio L’Oréal-Unesco para Mujeres en la Ciencia, una distinción que busca visibilizar el trabajo de las investigadoras y romper el techo de cristal que, a veces, les impide desplegar todo su talento. En su comunicado, el comité del premio destaca que este año, todos los Nobel fueron asignados a hombres, y que desde la creación de este galardón sólo el 3% se concedió a mujeres.

Casati recibió la distinción nacional; Austin fue elegida para recibir el premio internacional que se entregará en marzo a cinco destacadas científicas, una por cada continente.

“Mi mamá era investigadora, de modo que viví el trabajo de laboratorio desde chiquita, me parecía natural -cuenta Casati-, pero hasta los 15 o 16 años pensaba en cualquier cosa menos en ser científica. Una profesora de biología me hizo ver las cosas desde otra perspectiva. Es una profesión muy demandante, pero nos da satisfacciones enormes, como este premio”.

El caso de Austin es singular. Nacida en el estado de Washington, Estados Unidos, pasó su infancia en Florida porque su padre, ingeniero aeronáutico, participaba en el Programa Apolo de la NASA, que llevaría al ser humano por primera vez a la luna.

“Me parece que eso en parte despertó mi interés en la ciencia -cuenta-. Era un momento muy especial. Después fui a la Universidad de Oregon e hice mi doctorado en Stanford. Entonces me presenté a unas becas que daba la National Science Foundation para que estudiantes norteamericanos viajaran al exterior. El 90% las usaba para ir a Europa y trabajar en biología molecular. Pero yo, aunque no hablaba en castellano, pensaba que el futuro de la ecología estaba en América latina. Tenía esta idea de que aquí había muchos lugares que no habían sido afectados por los seres humanos, de modo que ofrecían la posibilidad de explorar cuestiones básicas en ecología. Eso despertó mi interés en la Patagonia, donde sigo investigando”.

Austin desarrolló toda su carrera científica en el país, se incorporó como docente en la Facultad de Agronomía de la UBA e ingresó al sistema científico (para lo que tuvo que adoptar la nacionalidad local). Hoy trabaja en el Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas vinculadas con la Agricultura (Ifeva). “Estoy agradecida porque el Conicet siempre me apoyó y me valorizó como investigadora”, afirma.

Aquí conocería a su marido, Carlos Ballaré, también premiado investigador del Conicet. “Hacemos algunas cosas juntos y otras, separados -dice-. Es un buen balance. Es importante tener una pareja que te entiende y te apoya, pero no trabajar demasiado cerca. Si hay un 100% de superposición no es bueno, porque la ciencia también tiene algo de competencia”.

“Me da mucha alegría este premio, que no sólo se reconozca a las mujeres, sino también a la ecología -concluye-. Para los que hacemos este tipo de investigación es un poco difícil competir con la salud humana y otros campos de estudio. Muchos piensan que la ecología es para mirar pájaros y cosas por el estilo. Además, esta distinción ayuda a dar visibilidad a la Argentina, algo muy valioso. Me siento terriblemente honrada y también sorprendida”.

El galardón nacional está dotado de 300.000 pesos; el internacional, de 100.000 euros. (LA NACIÓN)[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_facebook type=”button_count”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_tweetmeme][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]vb[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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